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Cielito lindo y privatizado

JUAN VILLORO

El 80 por ciento de la población mundial nunca ha tomado un avión, pero el otro 20 por ciento causa un desequilibrio que afecta al planeta entero. ¿Qué papel juega México en esta encrucijada? Nuestra relación con la aeronáutica es experimental. Para empezar, tenemos más "aviadores" en las oficinas que en los aeropuertos. Es posible que esto tenga origen mítico y se remonte a los 13 cielos de la cosmogonía maya: si las alturas son tan complicadas, más vale buscar un sitio para aterrizar en día de quincena.

Pertenecemos a un país acogedor en el que todo extranjero califica como turista, pero nuestro principal aeropuerto es un desastre. Por razones simbólicas no muy claras lleva el nombre de un Presidente que huyó en carreta (la locomoción fue para Benito Juárez una arriesgada forma de preservar la república). En forma similar, el aeropuerto alterno honra a otro prófugo de intachable reputación: el general Felipe Ángeles, capturado cuando huía a pie en el norte del país.

Como la idea de viajar se asocia con héroes del escape, es comprensible que los aeropuertos sigan una lógica de campamento a medio hacer (el Benito Juárez) o se alejen de las rutas que puede tomar el enemigo (el Felipe Ángeles).

Para colmo, la expansión urbana ha engullido las principales pistas de aterrizaje. El aeropuerto Benito Juárez es tan céntrico que sientes que aterrizarás en tu azotea. Esta aparente ventaja tiene dañinas consecuencias para el medio ambiente. El programa "Hoy no circula" debería extenderse a los aviones que nos rocían de turbosina.

Pasemos a la parte seria del asunto. A principios del siglo XIX, Alexander von Humboldt describió a México como el "país de la desigualdad". Su diagnóstico se convirtió en una profecía tan certera que ya domina nuestros cielos. Somos el tercer país con más jets privados en el mundo (los primeros son Estados Unidos y Brasil). El dato fue abordado en días pasados en la presentación del documento Más verdes, más justos: impuestos que cuiden al planeta y a las personas, elaborado por la Alianza para la Justicia Fiscal.

En dicha sesión, Diego Merla López, coordinador de estrategia de justicia fiscal para Oxfam México, comentó que el uno por ciento más rico contamina lo mismo que el 80 por ciento más pobre.

Nuestras estadísticas son como esos insectos que empeoran cuando les acercan una lupa: la élite que conforma el 0.1 por ciento contamina lo mismo que el 40 por ciento más pobre.

La discrepancia económica es tan grande que el impacto producido por ciertos individuos se puede comparar con la de amplios sectores sociales. De acuerdo con Oxfam México, el consumo generado por las tres personas más ricas del país (Carlos Slim, Germán Larrea y Alejandro Baillères) deja una huella en la naturaleza superior a la de 17 millones de mexicanos.

Nuestra política fiscal no sólo falla en la recaudación -especialmente de quienes más tienen-, sino en establecer límites que mitiguen los efectos ambientales de la riqueza. El informe de la AJF señala que en México las tarifas de uso de aeropuerto (TUA) se aplican por tonelada o por tiempo de uso de la aeronave, "lo cual beneficia a jets privados frente a aviones comerciales, por sus dimensiones e intensidad de uso".

Los mares no se libran de esta circunstancia: un yate puede generar una huella de carbono equivalente a la de mil 400 personas. Pero no hay freno para esto: el estacionamiento de un coche en la Ciudad de México es más caro que el de una embarcación en Los Cabos.

Regresemos al cielo, con el que tenemos una relación esotérica, según demuestra un popular mexicanismo, "dar el avión", que se refiere a no hacer caso a lo que se está diciendo.

No es casual que en este país donde las fantasías superan a los hechos, López Obrador propusiera la rifa del avión presidencial. La iniciativa era tan poco práctica, tomando en cuenta que sólo el 0.1 por ciento dispone de hangar, que el propio mandatario le "dio el avión".

Finalmente, en 2023, el Boeing 787 ingresó al mercado de segunda mano de aviones presidenciales al ser comprado por Tayikistán. Se anunció que el dinero recaudado por esa venta serviría para construir un hospital en Guerrero y otro en Oaxaca, lo cual permite pensar en los centros de salud que se podrían construir a cambio de los casi dos mil jets privados que recorren nuestros cielos.

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