En la maravillosa Sala Nezahualcóyotl escuchamos a la banda o grupo musical o pequeña orquesta. Su misión: reivindicar sus raíces y proyectarlas a nuevos horizontes. Una dotación pequeña, como se acostumbraba en las orquestas rurales. Diez personas, que investigan, ejecutan y entregan su vida a su natal Oaxaca. Notable: educan en música. ¡Qué riqueza la de nuestro México! La del México mestizo, porque el clarinete no nació en estas tierras, tampoco el contrabajo, la guitarra (Asia Menor), los violines, la trompeta o las mandolinas. Pero ¿acaso eso les resta algún mérito? Por el contrario, eso amplía su mundo, lleva a otros universos musicales: chilenas, pasos dobles, sones, jarabes etc. Los instrumentos son resultado de mestizajes: Allí estuvo el bajo mixteco o la batería mixteca. La "Neza" se viene abajo en aplausos. Pasatono -nombre del grupo- ya es internacional, ha pasado por Nueva York y otras grandes urbes.
Guillermo Soberón era un ser visionario y moderno. Así nació el Centro Cultural Universitario. La "Neza" se inspiró de los grandes trazos de la sede de la Filarmónica de Berlín de Hans Scharoun. Pero la superó. Eduardo Mata, ese gran director que perdimos, estuvo detrás. El arquitecto y artista de origen catalán Arcadio Artís, realizó innovaciones, incorporó las sugerencias acústicas de Christopher Jaffe, estadounidense. Mestizaje en todo. Era un México abierto a las enseñanzas del mundo. La programación de la OFUNAM y la Orquesta de Minería, hacen gala de esa apertura. Igual Mahler que música china contemporánea. Por qué reñir con la universalidad. Por ello, el alma se reconforta. Pero, también se encoge.
15 de septiembre, retumban las plazas con el "Viva México". Pero es el mismo país que destruye sus maravillosas selvas y bosques y ahora hasta los fantásticos sistemas lacustres de nuestro Caribe. Es el mismo México cuyos ríos son basureros oficiales, el que no invierte en su sistema hidrológico y derrama al mar millones de toneladas de humus que lleva siglos acumular. El país en donde los incendios forestales -su grandísima mayoría provocados- arrasan con más de 200 000 hectáreas cada año. La cultura forestal es inexistente. El México de los abusadillos que prefieren el negocio rápido de la tala clandestina, que galopa incontrolable, antes que imaginar la explotación racional de nuestros bosques y selvas.
Las mismas plazas que se estremecerán cada 15 de septiembre entre banderas que ondean con gran energía y, a la vez, ocultan al principal enemigo de nuestro país: el propio mexicano. Sí, el que decide no respetar las señales de tránsito porque sus prioridades siempre serán superiores a las de sus congéneres. Y comeremos pozole o tamales, el tequila y la cerveza -con orígenes en Oriente Medio- fluirán para animar la fiesta y nuestro segundo himno, el Huapango de Moncayo, sonará incansable. El mismo país que contempla el desfile de corruptelas pero prefiere callar, navegar con comodidad. Ese país hermoso de volcanes y mares de privilegio, como el de Cortés, que son la envidia de muchos, habitado por seres que, en el fondo, desprecian la vida misma, en todas formas. De allí la violencia intrafamiliar, de género, el maltrato animal o el abandono de bebés. El país, hoy, de espectadores que se amparan en una Revolución en la que una ciudadanía real se levantó contra la dictadura. El mismo país que sabe construir carreteras retadoras, escuelas en los rincones serranos, presas de calibre mundial, pero que, hoy, vive tranquilo en la indignidad, sabiendo que le mienten a diario, en el cual muchos empresarios aplauden a sabiendas de las irresponsabilidades de nuestro gobierno. ¡Viva México!, primero mis negocios, mis contratos y, si a mí me va bien, lo demás, es lo de menos, aunque naveguemos sin rumbo, todos en el mismo barco.
Una verdadera nación defiende lo suyo, lo propio y lo de otros. En México hay un nacionalismo de mariachi y una contra/nación cotidiana, de vergüenza.