
CRECO: un viaje a la magia del Desierto Chihuahuense
Son cerca de las 10 de la mañana. Cruzar la reja para entrar al Parque Las Auras en Lerdo cambia el panorama, el aire huele distinto y los árboles ahí sembrados acentúan una sensación placentera.
En el corazón de este pulmón de la llamada Ciudad Jardín se ubica el Centro Regional para la Conservación de la Biodiversidad (CRECO), una institución que promueve desde el 2016 la conservación a través de, entre otras actividades, la educación medioambiental.
“¿Sabían que los laguneros vivimos en un desierto?” es una pregunta que se lanzó a un grupo amplio de niños y niñas provenientes de escuelas ubicadas en la Sierra y Cañón de Jimulco, una reserva ecológica perteneciente al municipio de Torreón, que acudió ese día a realizar un recorrido por el espacio.
Quien realizó la cuestión fue la bióloga Sandra Leyva, actualmente coordina el centro y se encarga de realizar recorridos interactivos que atraviesan el Desierto Chihuahuense para que los asistentes conozcan sobre las especies y los matices que son parte de la magia de esta ecorregión.
Muchos y muchas se olvidan que vivimos en un desierto. También, pocos saben que existe el CRECO, y que desde los rincones de ese lugar, rodeado de vegetación endémica, se realiza un esfuerzo por promover las riquezas naturales del lugar que habitamos.
Sandra, con la energía de quien ama su tierra y todo lo que habita en ella, dialoga con los infantes que curiosos la miran, y con atención siguen su narrativa.
Ellos, son el primer grupo que arriba desde comunidades lejanas y protegidas. El interés del CRECO de compartir conocimiento ambiental a todas las escuelas de la región, impulsó la iniciativa de llevar, cada mes, a un grupo de niños y niñas pertenecientes a escuelas rurales.
La Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED), institución encomendada por el estado para manejar el centro, se hace cargo de los gastos del transporte. Lo anterior, no es más que otro esfuerzo, de la bióloga Sandra y su equipo por promover la información que contiene el centro.
El día que visité el lugar, Sandra continúo el recorrido con la esperanza de que una semilla germine en las pequeñas conciencias de quienes la escucharon.
Más visibilidad para el CRECO
Sandra Leyva, también parte de la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Juárez del Estado de Durango, charló con este diario para ahondar más sobre la riqueza poco visibilizada de este espacio, que, enfatizó: “es de todos y todas”.
Sobre los recorridos que ofrece, mencionó, cada uno se convierte en un diálogo donde los mitos se enfrentan con realidades, y donde los niños, jóvenes o adultos que llegan, descubren que el entorno que habitan es mucho más vasto y diverso de lo que imaginaban.
“Muchas veces el público ni siquiera está enterado de que vivimos en un desierto. Cuando pregunto cómo se llama, la mayoría responde que no lo sabe. Y ahí empieza la importancia: reconocer las características de nuestro entorno nos permite convivir con él de una mejor manera, conservarlo y obtener de él una mejor calidad de vida”, explicó la bióloga.
El centro fue inaugurado en 2016, aunque ella asumió la coordinación dos años después. Desde entonces, su propósito ha sido claro: convertir al CRECO en un espacio de educación ambiental, único en la región, donde el eje no sean teorías abstractas, sino la experiencia directa con el Desierto Chihuahuense.
“Este desierto es especial porque es muy diverso. Tenemos ríos, dunas, montañas, y en cada ecosistema habitan plantas y animales con características específicas para resistir condiciones extremas: lluvias escasas, mucho calor, pero también temporadas de frío. Aquí lo que buscamos es que la gente se familiarice con esas especies, con sus propósitos en los ecosistemas, y entienda los beneficios que nos ofrecen”.
En el recorrido, los visitantes encuentran un jardín de plantas nativas para polinizadores, pensado para mantener floración constante y alimentar a abejas y mariposas; o un serpentario, que exhibe especies de la región como la serpiente de cascabel (de importancia médica) y la culebra conocida como alicante, tan común en los patios de las casas. A través de vitrinas, las personas pueden acercarse a este mundo vivo que suele pasar desapercibido.
Sandra aseguró que no existe otro centro con estas características dedicado exclusivamente a la conservación y educación ambiental del Desierto Chihuahuense. Por ello El CRECO recibe a todo tipo de públicos: desde niños de kínder hasta estudiantes de posgrado, grupos de empresas que buscan capacitaciones ambientales, clubes deportivos interesados en primeros auxilios en la montaña, adultos mayores que practican tai chi entre los jardines, o talleres de jardinería comunitaria.
“Tenemos bastante material didáctico, contamos con una esfera de proyección de 360 grados que nos permite dar experiencias inmersivas, y colaboramos también con el área de Cultura del Agua del municipio”.
El esfuerzo, señaló, es colectivo. Aunque el edificio fue impulsado por el gobierno de Durango y está dentro del Parque Las Auras, su operación depende de la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED), a través de la Facultad de Ciencias Biológicas.
Desde 2018, calculó Sandra, más de seis mil personas han recorrido sus instalaciones. Y la cifra, se pretende siga creciendo.
El mensaje de Sandra fue sencillo, pero urgente: convivimos con el desierto, vivimos en el desierto. Y conocerlo, comprenderlo, es el primer paso para cuidarlo.
“Invitamos a toda la población de la Comarca Lagunera a visitarnos. Muchas personas llegan sin imaginar lo que hay dentro y se sorprenden. Los recorridos son gratuitos, se agendan de lunes a viernes a través del número de la Facultad de Ciencias Biológicas (7-15-20-77), y duran de dos a tres horas, dependiendo del perfil del grupo. Lo importante es que la gente se dé la oportunidad de mirar distinto el lugar donde vive”, concluyó.
El próximo octubre, mes dedicado al desierto, el CRECO celebrará con una feria ecológica el día 17. Una excusa más para atravesar la reja del Parque Las Auras y descubrir que, en medio de Lerdo, existe un centro que nos recuerda que habitamos uno de los desiertos más diversos del mundo.