Después de hacer cola durante diecisiete meses para visitar a su hijo en las cárceles de Stalin, la poeta rusa Anna Ajmátova escuchó a una mujer que esperaba su turno justo detrás de ella. Le preguntaba si ella tenía palabras para nombrar lo que sucedía. "¿Y usted podría describir esto?" Ajmátova le contesto: "sí puedo." Y entonces, escribió en la introducción de su poema Réquiem, una especie de sonrisa apareció en lo que alguna vez fue su rostro. ¿Cómo describir lo que vivimos? Guerras de exterminio, conquistas territoriales, el retorno del oscurantismo, la pérdida del resorte moral, el éxito del odio, la imposibilidad de distinguir mentira y verdad, la más grosera ostentación de la trampa, el abuso y la crueldad, la violencia hecha rutina, la indiferencia ante el sufrimiento del otro.
Se ha publicado recientemente un libro extraordinario que merece ser leído con mucha atención. Se trata del estrujante diálogo entre Javier Sicilia y Jacobo Dayán que busca, entre coincidencias y disensos, las palabras para encontrar la medida de la crisis histórica que vivimos. ¿Se trata de eso, de la crisis de un proyecto de convivencia o es algo más profundo e irreversible: el apocalipsis? Ese es el título del libro editado por Taurus: Crisis o apocalipsis. El mal en nuestro tiempo. Una reflexión con las armas de la fe y de la razón sobre las formas de lo inhumano. Vivimos, en efecto, como se sugiere en el libro en la misma casa de Rudolf Hoss, el escenario de la película Zona de interés. Comemos, platicamos, jugamos, sembramos plantas y criamos a los niños a un paso del campo de concentración. Escuchamos la rutinaria máquina de muerte y no se nos ocurre hacer una sola pregunta porque seguimos nuestra vida como si nada. En la cinta el horror está del otro lado de la pared. En México está bajo el suelo que pisamos.
Vivimos en un mundo, en un país que se ha acostumbrado a "integrar la violencia y sus atrocidades a su cotidianidad", dice Sicilia. Es como si Andy Warhol hubiera metido la mano para transformar el horror en una imagen pop que vemos con indiferencia todo el tiempo, agrega Dayán El crimen no se esconde, se publicita. No se enmascara ideológicamente en nuestro siglo, como lo hizo en el anterior. Es expresión de un poder crudo, inhumano.
Cada uno de los conversadores emplea las herramientas de su formación. El dueto aporta un valiosísimo contrapunto. La tradición católica y la riqueza de su teología, por una parte; la sociología, el derecho internacional, la historia, por la otra. Y en ambas esquinas, la filosofía, la literatura, el cine. Los vocabularios se complementan para nombrar la desolación. Discrepancias sobre el sendero y la hondura del pesimismo. Usted elija: vivimos el ocaso de la democracia liberal o el estruendoso fin de la civilización occidental. Una alarma anuncia la anulación del diálogo, el imperio de las mentiras, el aniquilamiento de los contrapesos, el sofocamiento de las minorías. El otro anuncio es, nada menos que el fracaso de la civilización cristiana: la extinción de lo humano y el nacimiento de lo que Sicilia llama lo "ahumano."
Al hablar de México, Sicilia y Dayán coinciden en denunciar la doble trayectoria autoritaria del país. Concentración de poder en un solo partido y la eliminación de cualquier contrapeso institucional y avance de los grupos criminales que han logrado someter al Estado y atemorizarnos a todos. Todos somos, dice Sicilia a partir de las ideas de Giorgio Agamben, "carne animal que puede ser utilizada para cualquier cosa." Si sobrevivimos es por azar.
La crítica de ambos no idealiza el periodo de la transición. "A veces, cuando leo a los críticos liberales del obradorismo, dice Sicilia, me pregunto en qué país han vivido. Piensan con categorías que jamás existieron en México, como si la transición democrática (.) hubiera sido un equivalente a las democracias europeas."
Alguien podrá decir que la lectura de esta competencia de pesimismos es una actividad malsana. El libro deja al lector, en efecto, apaleado, necesitado de un trago o de un antidepresivo. Pero he de decir que si la esperanza reside en algún lugar es en ese espacio donde la inteligencia dialoga y siente.