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Reportaje

De las ideas al fusil: la participación de las mujeres en la Revolución Mexicana

La Revolución Mexicana dejó en la Comarca Lagunera algunos de sus episodios más intensos y, junto con ellos, la participación decisiva de mujeres cuyo legado ha sido poco reconocido: desde soldaderas y enfermeras hasta propagandistas y feministas.

Soldaderas en el estribo de un vagón, por Agustín Víctor Casasola. Foto: Archivo Casasola

Soldaderas en el estribo de un vagón, por Agustín Víctor Casasola. Foto: Archivo Casasola

ADRIANA VARGAS

La Comarca Lagunera está marcada por el más importante movimiento armado del siglo XX en el país: la Revolución Mexicana. De ambos lados del río Nazas, en Gómez Palacio, Lerdo y 

Torreón hay gloriosos episodios de esta lucha grabados en monumentos, museos, calles, haciendas, fotografías… toda una serie de memorias que convierten a esta región en sitio histórico. Torreón vivió varias tomas revolucionarias; la más sangrienta fue el 3 de abril de 1914 bajo el mando de Francisco Villa, en la que se calcula que murieron más de cinco mil personas. Antes se vivieron las tomas de 1911 y 1913. En la primera, ocurrida en el mes de mayo, sucedió la matanza de 303 chinos en esta ciudad, uno de los episodios más crueles de la historia ligada a la migración en México. 

Francisco I. Madero, conocido como el Apóstol de la Democracia, jugó un rol central en esta lucha. Originario de Parras de la Fuente, fue en San Pedro de las Colonias donde escribió La sucesión presidencial, consciente del gobierno opresivo de Porfirio Díaz y en busca de condiciones de vida más justas en nuestro país. 

Su esposa, Sara Pérez Romero, desempeñó un papel importante en la causa antirreeleccionista. Es una de las 14 mujeres cuya efigie se levantó en el Paseo de las Heroínas de la Ciudad de México. 

Sin embargo, la historia no les ha dado el lugar que merecen ni a ella ni a otras heroínas de la Revolución. Muy pocas calles y monumentos las recuerdan. En Torreón se erige una estatua de Francisco I. Madero en una rotonda sobre el cruce de prolongación Colón y Galeana, donada en los años sesenta y trasladada desde la capital de la república; mientras que el nombre de Sara Pérez Romero es recordado en una pequeña privada del centro de esta urbe. Pocas mujeres como ella son honradas en territorio nacional a través de vialidades, plazas o monumentos. 

En este texto recordaremos la vital participación femenina en los sucesos revolucionarios de México y de la Comarca Lagunera. A continuación dos vías en Torreón que recuerdan a un par de estas mujeres destacadas: 

Sara Pérez de Madero. Aunque se encuentra un poco escondida, esta privada se ubica en el primer cuadro de Torreón, entre las avenidas Allende y Matamoros, a una cuadra de la calzada Colón y paralela a la privada Sor Juana Inés de la Cruz. 

Sara Pérez Romero. Foto: Wikimedia Commons
Sara Pérez Romero. Foto: Wikimedia Commons

El papel de Sara Pérez durante la Revolución Mexicana no fue pasivo, como se cree que ha sido el rol de las esposas de políticos o líderes de la historia de nuestro país. No sólo se dedicó a acompañar a Francisco I. Madero en la lucha antirreeleccionista, sino que fue promotora, en 1911, de la fundación de la Cruz Blanca Neutral por la Humanidad. Llamada la Primera Dama de la Revolución, siempre se mostró preocupada por los soldados, a quienes ofreció cobijo y alimentos. 

Su compromiso con el proyecto de Madero fue total y absoluto. Vivió con él en prisión en Monterrey, pero cuando fue trasladado a la cárcel de San Luis Potosí, a ella no le permitieron continuar a su lado, por lo que rentó una propiedad cercana para visitarlo todos los días. 

Sara nació el 25 de agosto de 1870 en San Juan del Río, Querétaro, y a los 33 años contrajo matrimonio con el dirigente revolucionario, fijando su residencia en el municipio lagunero de San Pedro de las Colonias. A la muerte de su esposo, se exilió en Cuba, donde fue recibida por cientos de simpatizantes, y a su regreso a México Venustiano Carranza le fijó una pensión. 

Carmen Serdán. Fue una líder de la Revolución que actuó con gran arrojo en la causa y fue simpatizante de las ideas de Madero. La calle que lleva su nombre en Torreón colinda con otras que también están dedicadas a mujeres: Magdalena Mondragón (periodista y escritora) y Carmen Salinas (actriz). Se ubica en el sector Cuarto de Cobián Centro. 

Originaria de Puebla, se dice que Carmen Serdán Alatriste fue ejemplo de valor. En un artículo, su sobrino Enrique Sealtiel escribió: “Dicen que cuando los militares rodearon su casa y apuntaron sus rifles contra la fachada, Carmen Serdán apareció en un balcón y gritó: ‘¡Mexicanos, no vivan de rodillas!’. Los soldados, sorprendidos por su valentía, no atinaron a disparar sino hasta que el medio cuerpo de mi tía había desaparecido tras la cortina. Después comenzó un zafarrancho. Cuando los hermanos Serdán fueron derrotados el país se había levantado en armas”. 

Carmen participó junto a su hermano Aquiles, que dirigía el alzamiento en Puebla, en el primer enfrentamiento armado de la Revolución. 

LAS SOLDADERAS 

De acuerdo con el libro Historia de las Mujeres del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana (INEHRM), las mujeres representaron cuatro papeles principales durante este movimiento: propagandistas, enfermeras, soldados y feministas. 

Soldadera con sus niños (1912), por Agustín Víctor Casasola. Foto: Archivo Casasola
Soldadera con sus niños (1912), por Agustín Víctor Casasola. Foto: Archivo Casasola

Pero el de soldadera fue uno de los roles más típicos, en el que además de ser prestadoras de servicios y realizar trabajos de tipo doméstico, pelearon en combate, “porque por lo general viajaban con los soldados revolucionarios para alimentarlos, ayudarlos en sus enfermedades, lavar su ropa y otros servicios que no podían hacerse como militares”, explica la investigadora Luz Elena Martínez en su ensayo Historia de las Mujeres en Torreón

Como un homenaje a su desempeño se erigió un monumento de grandes proporciones en 1980 en Torreón, en el cruce de la avenida Manuel Ávila Camacho con la calzada Profesor Ramón Méndez. La obra es de Vladimir Alvarado.

Estas mujeres, por lo general provenientes del campo y de los sectores urbanos más pobres, en muchas ocasiones soportaron condiciones de vida miserables: enfermedades, desnutrición o criar a sus hijos bajo condiciones inhóspitas; incluso varias de ellas dieron a luz en medio del conflicto armado. 

“Trasladaron la domesticidad de sus hogares a los campamentos de guerra, cumpliendo el servicio de intendencia que, aun cuando corresponde al ejército, fue realizado por el conjunto anónimo de mujeres que acompañaron a sus hombres de tropa (alimentación, lavado de ropa y cuidado de los soldados)”, cita el libro del INEHRM. 

Frente al modelo anónimo de la soldadera grabado en el imaginario colectivo, surgieron las mexicanas que tomaron las armas y se entregaron a la tarea masculina de la guerra: las soldados. El libro relata que si bien es difícil establecer una estricta separación entre las tareas que ambas desempeñaron, las formas en las que participaron en la guerra fueron distintas; las soldados empuñaron las armas y fueron doblemente rebeldes: ante las políticas del régimen y ante los roles de género. 

Del conjunto de expedientes localizados sobre las mujeres en la Revolución, hay más de 20 casos de soldados con nombre y apellido que tomaron las armas y ostentaron grados militares en campaña; maderistas, zapatistas y carrancistas pertenecientes a grupos populares. 

PROPAGANDISTAS 

El conjunto de intelectuales y propagandistas que se unieron a esta causa estaba integrado principalmente por profesoras o estudiantes normalistas, periodistas y escritoras. Desde inicios del siglo XX, varias de ellas conformaron grupos de oposición y escribían en la prensa denunciando los abusos de poder.

Feministas mexicanas, 1916. Foto: elmirador.sct.mx.gob
Feministas mexicanas, 1916. Foto: elmirador.sct.mx.gob

Cuando inició el movimiento antirreeleccionista, este se organizó mediante clubes políticos y juntas revolucionarias, entre los cuales destacaron los clubes formados por mujeres que coordinaron las tareas de propaganda. Las socias impartieron conferencias, fueron activistas en reuniones clandestinas y opositoras a la continuidad de la dictadura porfirista. 

Algunas de las integrantes más destacadas fueron Sara Pérez Romero, Carmen Serdán y Petra Leyva, entre muchas otras. 

ENFERMERAS 

Cada brigada de combate contaba con una brigada sanitaria, sin embargo, en la realidad de la guerra, de acuerdo con el libro del INEHRM, dicho servicio fue insuficiente y las instituciones de beneficencia ofrecieron apoyo para el auxilio de los lesionados en batalla, de los soldados enfermos y, en general, ayuda a la población civil víctima de las catástrofes naturales y de las epidemias que azotaron a la nación en la década revolucionaria, como fue la epidemia de la influenza española en 1918. 

Una de las primeras organizaciones que se formó para atender a los heridos maderistas que participaron en los encuentros con el ejército federal en Chihuahua fue la Cruz Blanca Neutral por la Humanidad, creada el 5 de mayo de 1911 y presidida por la enfermera Elena Arizmendi Mejía. 

Por otro lado, en marzo de 1913 surgió la Cruz Blanca Constitucionalista, presidida por la profesora Leonor Villegas, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, cuando el general Jesús Carranza atacó la plaza en poder de los federales. Al año siguiente, el 8 de junio de 1914, en la plaza de Saltillo, Coahuila, Venustiano Carranza otorgó a la organización el carácter de nacional y dio a Leonor el encargo de establecer sucursales de la benéfica institución en todo el país. 

El ejército villista contó con un servicio de sanidad llamado Brigada Sanitaria de la División del Norte, la cual se formó en 1914 para dar atención a los heridos de las batallas de Torreón y Zacatecas. 

De acuerdo con Historia de las Mujeres en México, las enfermeras de las organizaciones de socorro trabajaron voluntariamente y no sólo no percibieron salario, sino que cooperaron para la adquisición de medicinas, material de curación y alimentos. 

Integrantes de la Cruz Blanca Constitucionalista. Foto: Recovering the US Hispanic Literary Heritage’s/ Leonor Villegas de Magnón Collection
Integrantes de la Cruz Blanca Constitucionalista. Foto: Recovering the US Hispanic Literary Heritage’s/ Leonor Villegas de Magnón Collection

Ellas consiguieron los recursos realizando diversas actividades sociales para la atención y traslado de los heridos del campo de batalla a los improvisados puestos de socorro (ambulancias y hospitales de sangre, también llamados de campaña) y a los hospitales militares de plaza o civiles. 

FEMINISTAS 

Tras los triunfos de Torreón y Zacatecas en 1914, las diferencias entre los principales caudillos provocaron una división. Villistas y zapatistas se unieron y apoyaron a la Soberana Convención Revolucionaria en Aguascalientes, mientras que los constitucionalistas que apoyaron a Carranza se trasladaron a Veracruz desde finales de ese mismo año. 

En medio de estas divisiones las mujeres también definieron su postura. Algunas prosiguieron con la difusión del programa carrancista en Veracruz, al tiempo que incursionaron en los espacios que fueron ganando. 

Frente a la lucha de poder de los caudillos, ellas plantearon sus ideas en torno a las desigualdades de género como parte del pensamiento igualitario propio del liberalismo. 

Del conjunto de propagandistas, varias dirigentes se comprometieron de forma paralela con el feminismo, en tiempos donde este movimiento aún no tenía reconocimiento nacional y en México, por supuesto, era mal visto que las mujeres defendieran sus ideales. 

Algunas de estas pioneras fueron Elena Torres Cuéllar, Elvia Carrillo Puerto, Rosa Torres González, Florinda Lazos León, María del Refugio García Martínez, Julia Nava de Ruisánchez, Atala Apodaca Anaya, Esperanza Velázquez Bringas, María Ríos Cárdenas y Hermila Galindo Acosta. 

Entre 1915 y 1920, las feministas realizaron publicaciones en cuyas páginas defendieron el debate sobre los derechos de la mujer iniciado desde finales del siglo XIX. Además, crearon sociedades feministas y realizaron dos congresos en Mérida, Yucatán, en 1916. 

Hermila Galindo, una de las más destacadas exponentes del feminismo liberal en el periodo revolucionario, fue directora y editora de la revista La mujer moderna, y trabajó intensamente para encontrar espacios donde canalizar el potencial de la inteligencia que caracterizó su liderazgo dentro del constitucionalismo. Sus aportaciones como conferencista y sus escritos en la prensa son ampliamente reconocidos dentro del feminismo en México. 

Hermila Galindo, profesora y feminista pionera en México. Foto: Archivo de Rosario Topete Galindo
Hermila Galindo, profesora y feminista pionera en México. Foto: Archivo de Rosario Topete Galindo

Originaria de Lerdo, Durango, la profesora Galindo ha tenido un nuevo reconocimiento en los últimos años. A finales del 2020 circularon billetes de mil pesos con su efigie impresa; en Ciudad Lerdo un teatro lleva su nombre. Es motivo de orgullo para toda la Comarca Lagunera. 

Gracias a su cercanía con el presidente Venustiano Carranza, hechos como el divorcio se hicieron realidad. La Ley del Divorcio promulgada en diciembre de 1914 no sólo fue aplaudida, sino defendida por Hermila en varios foros, ya que consideraba que era el principio del reclamo de los derechos civiles de las mujeres. 

LAGUNERAS Y COAHUILENSES EN LA LUCHA 

Está documentado en los archivos de la nación que la participación femenina fue sumamente valiosa en esta etapa de la historia. En el norte de México, dentro de las causas villista, maderista y carrancista, hay una extensa lista de mujeres que se sumaron a este movimiento, muchas veces vestidas como hombres en el campo de batalla, pero también como enfermeras, periodistas y formadoras de clubes para impulsar los ideales de la Revolución. 

Aquí algunas de las muchas heroínas de nuestra región y del estado: 

Petra Herrera. Nació en San Pedro de las Colonias. Su participación inicial fue en las tropas de Francisco Villa, donde se vistió de hombre para ingresar a las fuerzas revolucionarias. De acuerdo con el libro La mujer en los movimientos armados de México, del cronista Jesús Sotomayor Garza, el nombre por el que era conocida entre la tropa era el de Pedro Herrera. 

Entre las batallas importantes en las que combatió se encuentran las de Torreón, San Pedro, Paredón y Zacatecas, en cada una de las cuales dejó constancia de su liderazgo. Reseña Sotomayor Garza: “según información del oficial villista Cosme Mendoza apagó las luces de la población al entrar a Torreón”.

Debido a la influencia que ejercía entre la tropa, pronto pudo formar su brigada femenina, que se estima estaba integrada por un millar de revolucionarias. 

Soledad González Rodríguez. Nació en San Pedro de las Colonias y era conocida en vida como “Cholita”, según el libro de Sotomayor. Desde los 12 años empezó a colaborar con Francisco I. Madero con la mecanografía de La sucesión presidencial; años después se desempeñó como secretaria del general Álvaro Obregón. 

Fue fundadora de un club político feminista al que llamó Club Soledad González, y durante toda su vida organizó ayuda para las clases económicamente desprotegidas. 

Sara Estela Ramírez, periodista y organizadora de clubes políticos liberales. Imagen: Facebook/ Kontrapatria
Sara Estela Ramírez, periodista y organizadora de clubes políticos liberales. Imagen: Facebook/ Kontrapatria

María del Refugio Navarro. Oriunda de Parras de la Fuente, su participación en la Revolución consistió, primero, en una campaña publicitaria en el Diario de Laredo en favor de este movimiento social. 

Luego se incorporó a la causa constitucionalista en 1913 apoyando económicamente a los revolucionarios que por necesidad tuvieron que permanecer en suelo norteamericano, así que les ayudó a subsistir en el país vecino. 

Sara Estela Ramírez. Coahuilense radicada en Laredo, Texas, incursionó en la Revolución convenciendo a la juventud de Laredo, Tamaulipas, para formar clubes liberales. Otra de sus actividades principales fue fundar el periódico La Corregidora, que se distinguía por sus señalamientos al regimen porfirista. Asimismo, colaboró en medios de comunicación nacionales y extranjeros difundiendo su pensamiento en contra del gobierno de Porfririo Díaz. 

Ayudó a muchos ciudadanos, principalmente periodistas, que eran perseguidos por el regimen dictatorial, ayudándolos a internarse en Estados Unidos. Se destacó también por apoyar en la fundación de varias organizaciones feministas. 

Carolina Blackaller Rocha. Esta coahuilense obtuvo el título de maestra normalista y enfermera general. A los 33 años se incorporó al ejército constitucionalista dándose de alta como enfermera, gracias a lo cual impulsó la creación de un hospital en Piedras Negras. 

En 1913 estuvo en las tropas de Venustiano Carranza, Pablo González y el coronel Emiliano Salinas, participando en distintos combates contra Huerta. Siempre estuvo al servicio activo de los hospitales hasta 1915, cuando se incorporó a la Secretaría de Educación Pública por disposición de Carranza. 

María de la Luz Narro Zertuche. Coahuilense originaria de Nadadores, fue precursora del movimiento encabezado por Francisco I. Madero. Se integró en comisiones especiales confidenciales y se cree que se desempeñó en labores de espionaje y de comunicación entre los revolucionarios, aprovechando que trabajaba en la oficina de correos. También reunió fondos para sufragar los gastos de la lucha. 

Valentina Ramírez Avitia y Clara de la Rocha. Estas duranguenses se alistaron en las fuerzas del general Ramón Iturbe, la segunda de ellas alcanzando el grado de coronel. Combatieron en algunas batallas, destacando la toma de la plaza de Culiacán entre el 20 y 23 de mayo de 1911. 

Valentina Ramírez nació en Durango en 1894 y para unirse a la causa se vistió de hombre con su carabina 30-30. Fue conocida como la Leona del Noratal por haber nacido cerca de ese poblado. En 1964 se le reconoció como veterana de la Revolución. 

Nellie Campobello, bailarina y narradora de la Revolución. Foto: fundacionunam.org
Nellie Campobello, bailarina y narradora de la Revolución. Foto: fundacionunam.org

Nellie Campobello. La bailarina y escritora Nellie Campobello (su nombre original era Francisca Ernestina Moya Luna) nació en Villa de Ocampo, Durango, una década antes del estallido de la Revolución. En años posteriores se convirtió en una destacada narradora del movimiento armado y en una de las bailarinas más importantes a nivel nacional, pionera en la educación dancística. 

Campobello creció en Durango e Hidalgo, donde a muy corta edad fue testigo de los enfrentamientos, pero, tras la muerte de su madre, ella y su familia se trasladaron a la Ciudad de México, donde conoció la danza y desarrolló su carrera después de estudiar en una escuela inglesa. En 1937 fue nombrada directora de la Escuela Nacional de Danza, la primera institución pública dedicada a la enseñanza de este arte. 

De acuerdo con un artículo publicado por la Secretaría de Cultura, el presidente Lázaro Cárdenas confió a Nellie Campobello la elaboración de una coreografía para conmemorar la Revolución Mexicana; de ese encargo surgió el Ballet 30-30. En la pieza participaron niños que representaban al pueblo, mientras que la propia Nellie encarnaba la Revolución. 

En 1931 publicó Cartucho, un texto que originalmente contenía 33 relatos breves que registran diversos acontecimientos en la región de Parral durante la época más violenta de la lucha armada. 

La importancia de esta obra radica en que es el primer libro escrito por una mujer que trata sobre la Revolución. A diferencia de otras novelas sobre este tema, la de Campobello registra los hechos que se dieron en el norte del país, específicamente en Chihuahua y Durango. 

LAS MUJERES SIN RECONOCIMIENTO PÚBLICO 

Las mujeres que estuvieron en la lucha armada como soldados ostentaron distintos grados; el más alto fue el de coronel. Estos grados fueron desconocidos casi de inmediato por la Secretaría de Guerra y Marina, de acuerdo con la circular número 78 emitida el 18 de marzo de 1916. 

Soldaderas con uniformes acompañadas de dos hombres (1917), por Agustín Víctor Casasola. Foto: Archivo Casasola
Soldaderas con uniformes acompañadas de dos hombres (1917), por Agustín Víctor Casasola. Foto: Archivo Casasola

“Se declaran nulos todos los nombramientos militares expedidos a favor de señoras y señoritas, cualesquiera que hayan sido los servicios que estas hayan prestado”, cita la publicación del INEHRM.

Un año después, las mujeres fueron formalmente dadas de baja del ejército por disposición del propio Venustiano Carranza, desconociendo su activa participación en los campos de batalla aun cuando algunas continuaron peleando en los ejércitos rebeldes, más allá del año de 1917. 

Falta mucho camino por recorrer para que aquellas mexicanas que participaron en la Revolución tengan el reconocimiento que merecen. En el Muro del Palacio Legislativo de México el de Carmen Serdán es el único nombre de revolucionaria que está inscrito en letras doradas, aunque existen proyectos de decreto para incluir a más mujeres. 

Honrar a estas heroínas implica rescatar sus historias, insertarlas en la memoria colectiva y seguir trabajando para que, en el futuro, cada contribución femenina sea visible y celebrada tanto en la Laguna como en toda la nación.

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