De pizzas a limosinas ¿Cuánto costaría la aventura de Mi Pobre Angelito en 2025?
Treinta y tres años han pasado desde que un pequeño consentido llamado Kevin McCallister sorprendiera al mundo desde los pasillos del The Plaza Hotel. Aquella noche de travesuras, pizza y juguetes quedó en la memoria colectiva. Pero si Kevin quisiera repetir hoy su escapada neoyorquina… su bolsillo sentiría el cambio.
En la cinta, la factura final del hotel asciende a USD $967.43, un monto que en 1992 pintaba como un exagerado lujo festivo. En ese entonces, una suite en The Plaza rondaba los USD $355 por noche —una cifra ya alta, pero alcanzable. Hoy, esa misma cama —o al menos algo que se le acerque— roza los USD $2,500 por noche. Con la inflación, la demanda navideña y el estatus del hotel, lo que antes era un capricho infantil, hoy es un lujo reservado a unos pocos.
Kevin, en su versión 2025, pagaría casi tres veces lo que la factura original marcó, solo por volver a dormir en el mismo pasillo.
Entre pizzas, limusinas y nostalgia
La famosa pizza que Kevin engulló sin compañía tendría un precio modesto en 1992: unos 10 dólares. Hoy cuesta tres veces más, si la pides con entrega al hotel. La limusina con chofer —ese paseo caótico por Nueva York — en su momento podía cotizarse en 50 o 60 dólares la hora. Ahora, una renta elegante sobre ruedas fácilmente duplica esa cifra.
Y la magia navideña no termina ahí: la juguetería de la película, Duncan’s Toy Chest, nunca fue real. Fue un set cinematográfico inspirado vagamente en la histórica FAO Schwarz. Pero su espíritu vive: hoy, recorrer sus pasillos (o sus equivalentes modernos) puede costar desde decenas hasta cientos de dólares por juguete —los sueños de infancia, ahora en versión deluxe.
Imagina: luces de Navidad en Manhattan, el lobby dorado de The Plaza, una pizza caliente llegando a la puerta, bolsas gigantes de juguetes… Todo con el eco de esa inocencia infantil. Para quienes crecieron con el filme, la nostalgia tiene valor.
Pero el precio ha cambiado. Esa aventura con sabor a infancia ya no es para niños despreocupados: sería una escapada de lujo, ideal para adultos nostálgicos dispuestos a pagar por revivir un clásico.
