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De política y cosas peores

JUAN RECAREDO.-

En el campo nudista el socio le dijo con vehemente acento a la curvilínea socia: “¡Te deseo como a ninguna otra mujer he deseado en mi vida!”. Ella, en silencio, bajó la mirada. El hombre se azoró. “¿Te ofendí, mi amor? ¿Por qué bajas la mirada?”. Explicó ella: “Para ver si es cierto”. Doña Jodoncia fue a la inspección de policía a denunciar la desaparición de su marido y a pedir que lo buscaran. Preguntó el oficial de guardia: “¿Cómo es su esposo?”. Describió doña Jodoncia: “Es chaparro, pelón, gordo, un poco bizco, zambo.”. Hizo una pausa, y luego: “No. Pensándolo bien, mejor no lo busquen”. Don Algón, salaz ejecutivo, entabló relación pecaminosa con Chichelia, vedette de carpa. Con untuosa voz le dijo: “Te daré mi vida, Chichi”. “Gracias -replicó ella-. Pero preferiría algo más concreto y de mayor valor”. Al ver las manifestaciones de repudio que en estos días se han llevado a cabo en numerosas ciudades de Estados Unidos en contra del amarilloso Trump no faltará quien piense que López Obrador tiene mayor habilidad política que el ocupante de la Casa Blanca. Mayúscula equivocación. Diversas circunstancias concurren para que Trump sea objeto de esas protestas, y AMLO no las haya conocido.

En primer lugar el país del norte es nación de libertades, en tanto que México ha sido desde siempre lugar de sujeción. Allá privaba el lema “Dadme libertad o dadme muerte”; en cambio acá nos tocaba callar y obedecer. El altar y el trono se unieron durante la época colonial para mantener a los súbditos de la corona en un letargo cívico que duró tres siglos. Luego una sucesión de caudillos, desde Iturbide hasta Porfirio Díaz, pasando por Santa Anna, cumplió el mismo papel opresor, que prolongarían después los gobiernos revolucionarios con el régimen hegemónico instaurado por el PRI. Vendría en seguida la autocracia de López Obrador establecida a base de dádivas y prebendas, más la anulación del orden jurídico, destrucción de las instituciones democráticas y captación de las fuerzas armadas. “No kings”, reza el eslogan esgrimido por los opositores del presidente yanqui. Aquí parece que necesitamos de los reyes, ya sea en la forma de tlatoanis, de virreyes venidos de ultramar, de emperadores, de dictadores, jefes máximos o mandantes investidos de poderes absolutos. ¿Manifestaciones en contra de la 4T? Nunca. ¿Resignación ante el régimen en turno? Siempre. Terminó el trance de carnalidad en la habitación número 210 del popular Motel Kamawa. Bien cumplido el amor, satisfecha ella, exclamó con arrobo: “¡Qué felices vamos a ser cuando nos casemos!”. “Sí - confirmó él-. Si nos tocan buenas parejas”. Es imposible dejar de relatar las badomías de Capronio, sujeto ruin sin conciencia de lo que al prójimo se debe. Este último sábado les comentó a sus amigos en el Bar Ahúnda: “De no ser por el bigote mi suegra sería el vivo retrato de Frankenstein”. Uno de los presentes, que guardaba en la memoria la gran película de Boris Karloff, acotó: “Frankenstein no tiene bigote”. Replicó Capronio: “Pero mi suegra sí”. Don Caquito, señor septuagenario, casó con Esquineta, mujer en flor de edad.

Tras la fiesta de bodas llegaron al hotel -en uno de la localidad pasarían al noche de bodas-, él de frac y ella luciendo todavía su vestido de novia. Cuál no sería la sorpresa de don Caquito cuando su dulcinea le dijo, desafiante, al encargado de la recepción: “A ver, córreme ahora del hotel”... El primer ministro del reino iba casa por casa haciendo que las doncellas se probaran un brassiére extra grande. Les explicaba: “Al príncipe se le ocurrió esta nueva versión de la Cenicienta”. FIN.

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Escrito en: De política y cosas peores columnas Editorial Armando Camorra

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