El joven Limprick, originario y vecino de Rumpshire, leyó la novela "El filo de la navaja" ("The razor's edge"), de W. Somerset Maugham, y movido por el ejemplo del protagonista fue en busca de sabiduría espiritual a un monasterio de lamas en el Tibet. Al principio lo desconcertó el hecho de que los sacerdotes no tomaban el té de las 5 de la tarde, ni se vestían de frac o smoking para la cena, ni jugaban cricket, pero bien pronto se habituó a los usos del lugar y aprendió cosas como la meditación, ardua disciplina que consiste básicamente en no hacer nada. Pasó el tiempo -pasar es su principal oficio, a más del de curar penas del alma-, y un día el joven Limprick habló con su mentor, el lama Tensing, y le dijo: "Maestro: cinco años han transcurrido desde que llegué a este monasterio, y no he aprendido nada". Le preguntó el sabio sacerdote: "¿Has mirado el paso de las nubes por el azul del cielo, y cómo, llevadas por el viento, se pierden en la infinitud del horizonte?". "Sí, maestro -respondió el discípulo-. He mirado el paso de las nubes por el azul del cielo, y he visto cómo, llevadas por el viento, se pierden en la infinitud del horizonte". "¿Has observado el vuelo de las grullas a la llegada del otoño, y has contemplado su aérea procesión?". "Sí, maestro. He observado el vuelo de las grullas a la llegada del otoño, y he contemplado su aérea procesión". "¿Has visto los pausados giros de los peces en el silente estanque de los lotos?". "Sí, maestro. He visto los pausados giros de los peces en el silente estanque de los lotos". "¡Pos por eso no has aprendido nada, cabrón! ¡Te la has pasado viendo puras pendejadas!". Hace años, muchos años, fui admirador de Acción Nacional, el partido que fundó ese gran mexicano, generoso y visionario, don Manuel Gómez Morín. Entonces era yo muy joven; aún no me inficionaban las miasmas de la politiquería, pero alcanzaba a percibir la nobleza de aquella "brega de eternidad" representada por el partido blanquiazul. Sucedió, sin embargo, que el PAN empezó a ganar, y al hacerlo comenzó a perder. Los principios fueron sustituidos por los fines; y con eso de las cesiones, concesiones, transacciones y concertacesiones el que antes era "el partido de la gente decente" entró en concilio de malos, para usar la expresión bíblica, y se desvirtuó. La palabra latina virtus significa virtud, pero significa también fuerza, valor. Morena no tiene frente a sí una oposición partidista valedera. El PRI y el PAN, si no están agónicos, sí están anémicos, afásicos y asténicos, y no representan riesgo alguno para la camarilla que se ha apoderado del país. La fuerza opositora en que se finca la esperanza de salvación para México está en la ciudadanía, cada vez más indignada por los males que derivan de la corrupción, la ineptitud y la autocracia. La participación de los ciudadanos, y la descomposición interna de este régimen tan descompuesto, acabarán con el sistema que con la nación está acabando. Y más no digo, porque con este tono declamatorio desentono. Sor Bette, directora del Colegio de la Reverberación, llevó a sus alumnas de preparatoria a un día de campo. Al pasar por una granja vieron a una gallina -Leghorn- que corría perseguida por el gallo. Sin percatarse del peligro la gallinita entró al camino y un raudo vehículo la atropelló. "Aprendan, chicas -aleccionó la reverenda madre a las muchachas-. Prefirió la muerte antes que la deshonra". Al día siguiente de la noche de bodas la recién casada le dijo en son de queja a su flamante maridito: "Tanto que alababas mis piernas, y anoche fue lo primero que hiciste a un lado". FIN.