Libidio Pitongo, galán concupiscente, fue a confesarse la víspera de Navidad. Estaba en el confesonario el padre Arsilio, quien por su edad no oía ya muy bien. Le dijo Pitongo: “Acúsome, padre, de que me estoy tirando a la mujer del boticario”. Dijo el confesor: “Habla un poco más fuerte, hijo. No te oí”. Repitió Libidio alzando más la voz: “Me acuso de que me estoy tirando a la mujer del boticario”. “No te oigo - volvió a decir el sacerdote-. Habla más fuerte”.
Y Pitongo, con voz más alta aún: “¡Me acuso de que me estoy tirando a la mujer del boticario!”.
Algunos feligreses que estaban cerca alcanzaron a oír lo que decía, y le dirigieron miradas de interés. Repitió el padre Arsilio: “Perdona, hijo, pero no te escucho. Habla más fuerte, por favor”.
Impaciente gritó Priotongo: “¡Acúsome, padre, de que me estoy tirando a la esposa del boticario!”.. Al oír aquello todos los que estaban en el templo se volvieron llenos de curiosidad hacia el confesonario. Libidio se percató de aquello, sacó la cabeza y dijo: “Aprovecho la ocasión para ponerme a las apreciables órdenes de las damas y desear a todos los presentes una Feliz Navidad y un próspero Año Nuevo”... Pues bien: yo también aprovecho la ocasión para desear lo mismo a mis cuatro lectores, y les ofrezco una selección de cuentecillos que pueden servir para la grata conversación de sobremesa... Aquel señor participaba en un programa de preguntas y respuestas. Su tema era el amor erótico. Llegó a la etapa final, y se le permitió llevar consigo un asesor que le ayudara en las respuestas. El concursante, tomando en cuenta la naturaleza de su tema, escogió como asesor a un francés.
Preguntó el conductor: “Si usted se hubiese casado en Babilonia ¿en qué tres partes del cuerpo tendría que haber besado a su mujer la noche de las bodas?”. Empezo con vacilación el concursante: “En la frente”. “Muy bien” -aceptó el conductor. “En los labios” -continuó el participante, no muy seguro. “Correcto” -dijo el del programa. Vaciló el señor: “Y en. En.”. Se volvió a su asesor en petición de ayuda. Le dijo el francés: “A mí no me preguntes. Ni siquiera atiné las otras dos”... Hagan ustedes una pesada broma a algún amigo. Relátenle esta historieta: “San Pedro redactó una trajeta de Navidad. ¡Qué hermoso texto el que hizo! Le pidió permiso al Señor para enviar aquella tarjeta a los humanos. ‘Buena idea -le dijo el Señor-. Envíala a todos los hombres, menos a los pendejos. Ésos ni siquiera entenderán lo que escribiste’”. En seguida pregúntenle al amigo: “¿Sabes lo que decía la tarjeta?”. El incauto responderá casi de seguro: “No”.
Entonces ustedes pondrán cara de asombro y le dirán: “¿Qué no la recibiste?”... Pepito le pidió a su tía: “Tiíta: ¿me dejas que te toque el güigüicho?”. La tía se azoró. “¿Qué dijiste, Pepito?” - le preguntó desconcertada. “Que si me dejas que te toque el güigüicho” -repitió el precoz chiquillo. “Claro que no, Pepito -rechazó la tía-. ¿Cómo crees que te voy a permitir eso?”. De nueva cuenta le rogó el chamaco: “¡Por favor, tía! ¡Déjame tocarte el güigüicho!”. Vencida por la insistencia del chiquillo suspiró al fin la tía, resignada: “Está bien, Pepito. Te doy permiso de que me toques el güigüicho”. Feliz empezóa cantar Pepito en inglés chapurrado: “¡Güigüicho a Merry Christmas, güigüicho a Merry Christmas, güigüicho a Marry Christmas and a Happy New Year!”... Lo mismo deseo yo en esta Navidad a mis cuatro generosos lectores, a sus familias y a todos sus seres queridos: salud del cuerpo; paz del alma; tranquilidad y bienestar; sueño feliz, sueños realizados y mucho, mucho amor dado y recibido. FIN.