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De víctimas a victimarios

El actual Estado de Israel —teocrático, paranoico y belicoso a más no poder— se considera superior al resto de la humanidad y con pleno derecho de exterminar a los ocupantes milenarios de los territorios que los sionistas asumen como propiedad exclusiva

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ANTONIO ÁLVAREZ MESTA

El holocausto impulsado por los nazis jamás debe ser olvidado. Las cifras de la atrocidad hitleriana son terribles: perdieron la vida seis millones de judíos, cinco millones de civiles eslavos, casi cuatro millones de prisioneros de guerra soviéticos, tres millones de polacos no judíos, ochocientos mil gitanos, doscientas mil personas con discapacidad y alrededor de cien mil homosexuales.

Tener presente esas cifras no es un vano afán masoquista, es un recurso que pretende evitar la recurrencia de crímenes. El Shoah —así llaman los judíos al Holocausto— vergonzosamente ocurrió. Existen numerosos y fehacientes testimonios que dan cuenta de ello. Entre otros recuentos de gran valor, hay que destacar punzantes libros como los del químico italiano Primo Levy, especialmente su trilogía Si esto es un hombre, La tregua y Los hundidos y los salvado .

Prisionero en Auschwitz, Levy descubrió que para sobrevivir se necesitaba suerte, inteligencia y ausencia de escrúpulos. A su entender había dos tipos de prisioneros: los hundidos, aquellos que desde el inicio parecían muertos en vida y eran eliminados de inmediato, y los salvados, aquellos que lograron sobrevivir haciendo hasta lo inconfesable. Sin embargo, tras ser liberados, el sufrimiento de Auschwitz les perseguiría el resto de sus días. Muchos de ellos no pudieron soportarlo y se privaron de la vida. En 1987, el mismo Primo Levy acabaría suicidándose.

Hans Mayer quizá acertó al explicar esa decisión: “Quien ha sido torturado lo sigue estando. Quien ha sufrido el tormento no podrá ya encontrar lugar en el mundo, la maldición de la impotencia no se extingue jamás. La fe en la humanidad, tambaleante ya con la primera bofetada, demolida por la tortura luego, no se recupera jamás.”

Hay que reconocer, además, que las atrocidades sufridas tienen todo tipo de reacciones indeseables. Eso ha sido constatado por especialistas en salud mental. Investigaciones serias dan cuenta, por ejemplo, de que los niños que experimentan graves agresiones, si acaso sobreviven y alcanzan la edad adulta, tienen una alta probabilidad de acabar convertidos en inclementes agresores. Se ha constatado que las víctimas que no reciben terapia tienden a volverse victimarios.

El sufrimiento mal procesado lleva a cometer agresiones sádicas. Y hay fundamentos para inferir que si eso pasa con individuos, también puede ocurrir con grupos humanos.

Crímenes de lesa humanidad se están cometiendo ahora mismo en Palestina, particularmente en la franja de Gaza. El actual Estado de Israel —teocrático, paranoico y belicoso a más no poder— se considera superior al resto de la humanidad y con pleno derecho de exterminar a los ocupantes milenarios de los territorios que los sionistas asumen como propiedad exclusiva de Israel. Destino manifiesto, pueblo elegido, tierra prometida. Así está estipulado en las sagradas escrituras hebreas. Quien se oponga, merece el exterminio.

Esa es la voluntad de Dios para los israelíes fundamentalistas y también para los sedicentes cristianos estadounidenses de enorme poder que fanáticamente les respaldan. Sin embargo, hay que reconocer que estudiantes y profesores de las más destacadas universidades, incluso de la Ivy League, han sido solidarios con Palestina a pesar de las presiones y chantajes del presidente Trump.

Es un hecho que en Palestina han muerto por ataques de Israel, desde octubre de 2023 a la fecha, casi 70 mil personas. La cifra sigue incrementándose día tras día y todavía no se vislumbra el cese de las mortíferas hostilidades. Una gran parte de esas muertes son de niños y mujeres. Además, han perdido la vida 232 periodistas y unos mil 600 integrantes de brigadas médicas.

Es evidente que las fuerzas de ocupación no respetan a la población civil y, para colmo, no se permite que la ayuda humanitaria de otras naciones llegue a la gente. Muchas personas palestinas están muriendo de hambre y por falta de medicamentos. Es desgarrador ver a bebés asesinados o a punto de morir por inanición. La gente tiene un aspecto esquelético. Abundan también los infantes mutilados o con severas discapacidades causadas por los ataques hechos en nombre de Dios.

Está claro que las víctimas de ayer son los victimarios de hoy. Hay que condenar lo que les hicieron y hay que condenar lo que ellos están haciendo. La indiferencia nos convierte en cómplices. La indiferencia deshumaniza.

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