
Fando y Lis (1968).
La censura es, en cierto grado, inherente a los medios masivos, pues se requiere de ciertos permisos para publicar y distribuirmensajes a través de ellos. Siempre que haya un gobierno o autoridad que se encargue de dar dichas concesiones, habrá espacio para limitar la libertad de expresión, la cual es uno de los derechos fundamentales de toda sociedad moderna o que se diga medianamente democrática.
El cine no se ha escapado de verse afectado por la tijera de la censura. En Latinoamérica, los regímenes en turno se han encargado de eliminar historias que podrían resultar perjudiciales para su imagen o sus intereses. Tomemos a México como ejemplo: a pesar de ser un país laico legalmente hablando, en la práctica siempre ha sido católico, y bajo dichos códigos morales se han legitimado acciones en contra de la libertad de expresión a lo largo de su historia. Durante el siglo XX, todo aquello que no cumplía con los estándares de la época era duramente juzgado y rechazado.
Tal fue el caso de Fando y Lis (1968), del cineasta chileno Alejandro Jodorowsky, presentada en el Festival de Acapulco y cuya proyección estalló en revuelta por su narrativa provocadora. La cinta está basada en la obra homónima de Fernando de Arrabal —escrita bajo los cánones del teatro del absurdo— y muestra escenas de promiscuidad, violación y travestismo a modo de crítica simbólica hacia la búsqueda incesante del ser humano por la felicidad.
La película fue defendida en su momento por el polaco Robert Polanski, quien se encontraba en México con su esposa, la actriz Sharon Tate, promocionando El bebé de Rosemary (1968). A Polanski no le gustó el filme del chileno, pero defendió el derechode todo artista a expresar sus sensibilidades e ideas a través de sus creaciones, comparando el caso de Fando y Lis con la censura que él mismo vivió en su propio país, razón por la cual tuvo que huir a los Estados Unidos. Este hecho le dio visibilidad internacionala Jodorowsky y le permitió reestrenar su obra en 1972 —ya que su distribución había quedado suspendida tras el festival de Acapulco—, esta vez bajo la categoría de obra de culto.
En aquella época, la distribución de cine en México estaba fuertemente controlada: primero, por la censura oficial, que eliminaba escenas consideradas inapropiadas para el público; después, por el dominio de productores y distribuidores comerciales, quienes favorecían ciertos proyectos a costa de relegar a los demás. Más tarde, el gobierno creó la categoría de “cine de arte”, el cual sólo podía proyectarse en salas designadas para ese fin. Si esa no fuera limitación suficiente, en todo el país se autorizó únicamente una sala de este tipo, lo que en la práctica significaba restringir el acceso a estas obras.
Esta tendencia, si bien se ha ido reduciendo, a grandes rasgos aún permanece, limitando el alcance de las piezas cinematográficas menos comerciales a las denominadas “salas de arte”, o bien, a recintos especializados para dichas curadurías, como la CinetecaNacional, imposibilitando a la mayoría de las personas acceder a ellas fuera de las plataformas de streaming y las descargas ilegales de internet.
TERROR EN EL SUDESTE ASIÁTICO
En el Sudeste Asiático se ha generado un fenómeno muy específico en torno al cine como medio para reafirmar la libertad de expresión. La revolución artística que desde hace décadas han encabezando China y Corea del Sur se deriva, precisamente —o, al menos, en gran parte—, de las erosiones culturales provocadas por la censura en aquellas regiones. Los creadores han tenido que ingeniárselas para manifestar ideas a través de sus obras, pero de manera sigilosa, a través de simbolismos, diálogos metafóricos, pasajes cargados de subtexto y demás recursos narrativos de los que pueden echar mano para alzar la voz dentro de la vorágine social que han atravesado.
Hoy, un buen número de películas coreanas forman parte de los blockbusters en carteleras de todo el mundo. Hasta el momento, el mayor hito cinematográfico de este país es la victoria en los Premios de la Academia de la cinta Parásitos (2019), resultado de un esfuerzo conjunto entre el gobierno y la industria fílmica durante las últimas dos décadas, principalmente. La transición al libre mercado en los años noventa catapultó la economía, impulsando con ello al sector del entretenimiento, y sirvió de ejemplo para otras naciones del Sudeste Asiático.
Tomemos como ejemplo a Indonesia, un país que durante estos últimos 20 años, en contraste con Corea del Sur, ha atravesado masacres y un control gubernamental muy severo. Con una población de más de 100 millones de habitantes, distribuidos en 17 mil islas y 300 grupos étnicos diferentes, el gobierno en turno se ha encargado de aniquilar etnias enteras, todavía a raíz de las secuelasde la Guerra Fría. Si bien la mayor parte de estos genocidios se dieron entre 1965 y 1966, con estimaciones de entre 500 mil y dos millones de miembros del Partido Comunista y sus allegados asesinados, sus ecos se siguieron replicando a lo largo de las décadas posteriores. Ateos y profesantes de distintas religiones también fueron masacrados. Sistemáticamente, los medios de comunicaciónhan sido incapaces de informar de dichos hechos hasta la fecha, desde la prensa escrita hasta la televisión, incluyendo, claro, el internet. Ante estos horrores sin memoria, solo el cine de terror ha quedado como vestigio de lo sucedido.
En Indonesian cinema after the New Order: Going Mainstream (El cine indonesio después del Nuevo Orden: volverse popular,2019), Thomas Barker sostiene El libro también destaca cómo géneros específicos, como el terror o las películas con temáticasreligiosas islámicas, se convirtieron en motores de la industria, adaptándose a las sensibilidades de los espectadores y exigencias del mercado. A la par, Barker señala la tensión entre la innovación de los nuevos creadores y la necesidad de negociar con estructuras heredadas del Nuevo Orden, tanto en lo económico como en lo cultural, incluyendo los mecanismos de censura indirecta y memorias no resueltas del pasado.
En conjunto, la obra traza un panorama claro de cómo el cine indonesio se reconfiguró en las últimas dos décadas: pese a sus limitaciones estructurales, logró insertarse de lleno en la corriente comercial global, incluso con presencia en los servicios de streaming más populares, como Netflix o Prime.
De igual manera, en Tailandia el cine de terror también ha servido para tratar de sanar viejas heridas que aún no pueden ser nombradas abiertamente. Y así, solo recientemente y a través de fantasmas, demonios o posesiones espirituales, es como estos pueblos han podido dar voz y un descanso a sus familiares fallecidos a manos de las autoridades durante tanto tiempo.
LA “LEY CENSURA” EN MÉXICO
Recientemente fue aprobada la reforma a la Ley de Telecomunicaciones y la Ley de Ciberseguridad, ambas conocidas como “Ley Censura”. El gobierno defiende que estas modificaciones no buscan censura ni espionaje, sino fortalecer los derechos de lasaudiencias y actualizar la regulación en telecomunicaciones. Pero la oposición y organizaciones de derechos humanos han advertido que estas facultades podrían ser usadas de forma arbitraria y suponer un riesgo real para la libertad de expresión. Además, ha habido un aumento en la persecución judicial de periodistas y comunicadores, lo que refleja una tendencia preocupante hacia el uso del sistema legal como herramienta para silenciar voces críticas.
Con toda la información fluyendo indefinidamente y de forma constante, a pesar del posible incremento en la censura es imposible pensar en volver a los regímenes totalitarios de antaño. Y aunque la censura se volviera palpable en México, será a través del arte y los distintos medios de expresión que se lograrán evitar los obstáculos con el ingenio humano, para decir lo que no pueda ser dicho y criticar desde el simbolismo lo que no se pueda verbalizar.
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