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El asesinato en el Hotel Sternau de Torreón, crimen a sangre fría en diciembre de 1907

Un dramático asesinato ocurrió la tarde del 15 de diciembre del año 1907 sobre la banqueta de este Hotel

El asesinato en el Hotel Sternau de Torreón, crimen a sangre fría en diciembre de 1907

El asesinato en el Hotel Sternau de Torreón, crimen a sangre fría en diciembre de 1907

DOMINGO DERAS TORRES

Durante la tarde del 15 de diciembre del año de 1907, tuvo lugar un crimen a sangre fría en el Hotel Sternau, ocurrió sobre la banqueta de su domicilio ubicado en la calle Múzquiz 418 sur en Torreón.  La víctima fue un joven abogado que en su vida llevó el nombre de Manuel C. Salas.  El homicida se llamaba Aureliano Célis, quien era jefe de la policía local.

EL ATENTADO FUE DESPUÉS  DE UN ELEGANTE BANQUETE

Para ese día las autoridades de Torreón habían organizado en el citado hotel un gran banquete en honor del general Jerónimo Treviño, quien fuera héroe de la Guerra de Reforma (1857-1860) y de la Segunda Intervención Francesa en México (1864-1867), se encontraba de visita en nuestra ciudad.

Los principales anfitriones de la comida fueron Rafael Aldape Quiroz, quien era presidente municipal de Torreón, y el jefe político de Torreón, Juan Castillón Aldape.

A la una con cinco minutos de la tarde se acercaban caminando al Hotel Sternau el abogado Manuel C. Salas, quien estaba invitado al banquete e iba acompañado de los licenciados Santiago A. Suárez, Laureano Aguilera y Zubiría y Campa.

El homicida Célis se encontraba amenazante recargado sobre la pared del Hotel Sternau, miró despectivamente al licenciado Manuel C. Salas y le dijo "adiós", palabra a la que le agregó frases muy insultantes con semblante despótico.  Salas, le reclamó: ¿Qué me mira usted? ¿Acaso me conoce? Instantes después, el abogado Salas le dio una tremenda bofetada en el rostro a Célis, quien cayó al piso y se golpeó la cabeza contra el muro.  El agredido se puso de pie y reaccionó buscando su pistola, los presentes lo sujetaron de los brazos, así lo retuvieron durante buen rato; no pudo disparar su revólver.

Manuel C. Salas continuó su camino y entró por el bar del Hotel Sternau, enfiló rumbo al restaurante donde tendría lugar el convite y tomó asiento, empezó a beber notoriamente nervioso por el incidente vivido.  Al llegar Juan Castillón Aldape, lo abordó y lo puso al tanto de las ofensas que recibió de quien lo asesinaría minutos después.  Lo mismo hizo el criminal Célis, al jefe político Castillón le dio su versión del enfrentamiento con el abogado Salas; buscó justificarse.

Castillón Aldape, reprendió con dureza a Célis por su actitud ofensiva y altanera, le ordenó que se presentara al día siguiente ante las autoridades para responder por su conducta.  Le previno al abogado Salas que no se retirara después del banquete, ordenaría fuera protegido por una escolta,  tenía temor por su vida.

Segundos después el general Jerónimo Treviño hizo su arribo al Hotel Sternau. Pasó a ocupar el asiento principal de la mesa de honor.  A los lados de él se sentaron Rafael Aldape Quiroz y el empresario de origen norteamericano, Juan Brittingham, propietario de la Industrial Jabonera La Esperanza ubicada en Gómez Palacio.

Entre los invitados al elegante banquete, figuraban: Marcelino Garza, Alfonso Madero, José L. Garza, Miguel Garza Aldape, licenciado Manuel Garza Aldape, Francisco de P. Zambrano, licenciado Santiago A. Suárez, Mauro de la Peña, Alberto Gurza, José González y Andrés Aguirre.

En frente del general Treviño se instalaron en sus asientos Juan Castillón Aldape, el licenciado Praxedis de la Peña y el hombre de negocios, Ernesto Madero.

Otro importante invitado lo fue Francisco I. Madero González, quien cuatro años después ocuparía el cargo de presidente de México, aún estaban lejanos los días del estallido de la Revolución Mexicana de 1910 a la que convocó; vivía con su esposa Sara Pérez en San Pedro de las Colonias, Coahuila.

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Concluido el comelitón que transcurrió en una atmósfera de agradable convivencia, los asistentes salieron en grupos del Hotel Sternau.   Al licenciado Manuel C. Salas lo acompañaban varios comensales, le advirtieron que afuera estaba Aureliano Célis en actitud muy sospechosa, desestimó los comentarios de que deseaba agredirlo otra vez.

Célis estuvo bebiendo copas en la vecina cantina La Feria, antes de consumar el crimen, mandó traer con un enviado otra pistola calibre 44 con pavón negro. Ingresó después a la cantina del Hotel Sternau y siguió ingiriendo bebidas embriagantes, luego salió a la calle, se plantó frente al hotel recargado sobre un poste.

Al ver salir a Salas, rápidamente se paró frente a él pronunciando agresiones verbales hacia su persona y le disparó un balazo, realizó una segunda detonación sobre el joven abogado que seguía de pie; la víctima cayó mortalmente herida sobre la banqueta.  La primera bala perforó uno de sus brazos, la segunda, ingresó al tórax que le provocó una fuerte hemorragia y fue la que acabó con su vida.

El agresor había intentado huir, quisieron detenerlo el español Juan Terán y Mauro de la Peña, a quienes amenazante les apuntó con su pistola.   Juan Castillón le gritó que le entregara su revólver.  El homicida con sumisión le dio su arma de fuego por el mango al jefe político de Torreón, diciéndole: "Con usted sí, mi jefe".

Castillón mandó traer un coche de sitio, entre él y Mauro de la Peña llevaron al asesino Célis a la cárcel local, fue recluido en el calabozo número uno.  La noticia del artero crimen cometido a sangre fría corrió por todo Torreón.

EL ABOGADO SALAS, NO SOBREVIVIÓ AL ATENTADO

Gravemente herido, el licenciado Manuel C. Salas fue levantado de la banqueta y lo introdujeron a una habitación del Hotel Sternau, lo acostaron en una cama.   Empezó a ser atendido por el médico Daniel Ríos Zertuche, quien le vendó el tórax y trataba de aplicarle una inyección para frenar una fuerte hemorragia, minutos después llegaron los doctores Salomé Garza Aldape y Enrique Ibarra Reyes.

Se tomó la decisión la trasladarlo en una camilla al consultorio del doctor Ríos Zertuche, ubicado por la avenida Juárez casi esquina con calle Juan Antonio de la Fuente, para recibir mejor atención médica.  Al llegar los camilleros con el herido a la esquina de la antigua Ferretería Lack (hoy Soriana Centro), el agonizante abogado falleció, eran las 5 de la tarde con cuarenta minutos.

La noticia del atentado y la trágica muerte del licenciado Salas, fue publicada en el diario El Nuevo Mundo de la ciudad de México en su edición del 22 de diciembre de 1907, el difunto había viajado de la capital a Torreón para atender importantes asuntos en los juzgados locales.   Corrieron los rumores de que fue mandado asesinar por defender a un cliente en un litigio de gran cuantía.

Su cadáver para recibir velación fue trasladado a la oficina de su amigo el licenciado Santiago A. Suárez, quien tenía su despacho por la calle Múzquiz muy cerca del Hotel San Carlos, varios integrantes del Foro de Abogados de Torreón que lo estimaban se turnaron para custodiar sus restos.

Sus hermanos Hilario y Fernando Salas, arribaron por ferrocarril a Torreón procedentes de la ciudad de México para asistir a su funeral, fue sepultado en el panteón municipal de la ciudad de Gómez Palacio.

El infortunado licenciado Manuel C. Salas, ignoró la acertada sugerencia que le había hecho Juan Castillón Aldape, en el sentido de que no saliera del Hotel Sternau sin ser custodiado por gendarmes.  Otra hubiera sido su suerte.

TUVO DIVERSOS USOS EL EDIFICIO DEL HOTEL STERNAU

Después de que cerró sus puertas al público el Hotel Sternau, en 1916, su edificio tuvo diversos usos en el giro de los negocios.  Primero, fue un casino social que tuvo poca duración.

Posteriormente, funcionó una pequeña institución financiera que recibía depósitos de ahorradores a los que se les pagaban intereses y otorgaba préstamos, su propietario se llamó Manuel Tinoco.  Cuentan las historias que Tinoco se suicidó, sus finanzas cayeron en grave estado de pérdidas y no tenía dinero suficiente para pagarle a los inversionistas que confiaron en él, cayó en un cuadro depresivo; se ahorcó en uno de los pasillos de la finca.

Narraban algunos vecinos supersticiosos de la época que el espíritu del suicida Tinoco, se aparecía y vagaba por las noches en las habitaciones y en el jardín del inmueble, donde también corrían de un lado para otro duendes y fantasmas.  Al trágico suceso el populacho le inventó historias y leyendas.

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