En estos tiempos de la posverdad (término que alude a situaciones en que los hechos objetivos importan menos que las emociones y las creencias personales), un tuit con sabor a conspiración es capaz de eclipsar cualquier tipo de acontecimiento verificable.
El aserto aplica en doble sentido: igual para quien al postear pretende desestabilizar políticamente que para quien al hacerlo desde el poder apuntala o refuerza propagandísticamente su modelo de gobierno. Cabe entonces preguntar entonces: ¿quién nos miente?
Analicemos el caso reciente de Simón Levy, sujeto que ha pretendido posicionarse como un héroe disidente cuando en realidad no es más que un letal propagador de la infodemia, término acuñado por la OMS para describir la avalancha de desinformación que saturó y confundió durante los años de la pandemia de Covid-19.
El pasado miércoles 29 de octubre, la presidenta Sheinbaum confirmó la versión de que el exsubsecretario de Turismo con AMLO había sido detenido por la Interpol en Lisboa, Portugal, en cumplimiento de dos órdenes de aprehensión vigentes: una por agresiones a una anciana en 2021 y otra por delitos ambientales en una construcción de Polanco.
Levy contratacó con entrevistas radiofónicas concedidas primero a Luis Cárdenas y después a Azucena Uresti en las que negó estar detenido en la capital portuguesa, aseguró estar libre en Washington donde dijo que fue víctima de un "atentado mortal" y un video que él situó en la capital estadounidense, pero en el que un piano rojo en el fondo de la toma delató el lobby de un hotel portugués.
Claudia Sheinbaum, en la mañanera del pasado viernes 31 de octubre, proyectó durante su conferencia matutina un documento de las autoridades portuguesas en las que se informa sobre la detención de Levy el pasado martes 28 de octubre, en tanto que la fiscalía de la CDMX informó que en Portugal se le habían dictado medidas cautelares que no incluían la prisión preventiva, pero sí la permanencia obligatoria en Lisboa.
Esta no es sólo una anécdota chusca, es una evidencia palmaria de cómo la infodemia ha contagiado al periodismo. Cárdenas, en su programa, admitió: "Simón nos mintió a todos, gracias a un vacío informativo y a la polarización". Y Uresti, en videollamada, atestiguó cómo Levy cortaba la conexión en video al pedirle pruebas de su estadía en Washington.
Levy no es un novato en el arte del embuste. Su verdadera maestría está en la fabricación de noticias políticas falsas. En julio pasado, por ejemplo, predijo un atentado contra el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, que orquestarían -según él- Adán Augusto López y el CJNG, con "pruebas" que dijo presentaría, pero que nunca llegaron. Eso sí, su dicho se hizo viral al cosechar 13 mil "me gusta".
Semanas después, cuando el columnista Raymundo Rivapalacio filtró el supuesto atentado fallido contra Harfuch, Levy se pavoneó con un "se los dije". El secretario de Seguridad lo desmintió, pues ni siquiera estaba en el domicilio donde habría ocurrido. ¿Cómo atentar contra un objetivo que no está en el lugar del atentado?
Levy, con 500 mil seguidores en la red X, genera un engagement o compromiso explosivo: sus posts sobre "Narco izquierda" o "deuda inmensamente cara" acumulan vistas como confeti y desvía el foco de investigaciones serias. Su orden de aprehensión no es por una "persecución política" como grita desde Lisboa o desde Washington o a lo mejor ya desde Tel Aviv, es consecuencia de siete inasistencias a audiencias desde 2021.
¿Dónde está Simón Levy? ¿Habrá alguien que nos diga la verdad?