Las relaciones de seguridad con Estados Unidos están modificándose por el encontronazo de la vecindad, del crecimiento desmesurado de las grandes organizaciones criminales y de la revolución conservadora en Estados Unidos.
El gobierno de Donald Trump nos exige cambios rápidos en cuatro temas: fentanilo, migración, cárteles y tráfico de armas. Como llegaron decididos a imponernos su voluntad cueste lo que cueste, me llamó la atención el tono mesurado de unas declaraciones hechas por el secretario de Estado Marco Rubio el viernes pasado.
"Vamos a trabajar juntos. Ellos en su lado de la frontera, nosotros en nuestro lado de la frontera" para resolver de manera conjunta los cuatro asuntos arriba mencionados. Puso en una categoría aparte el tráfico de armas al que calificó como un problema mexicano; lo hizo para apaciguar, supongo, a la base republicana.
La mesura de Rubio contrasta con los modales altaneros exhibidos por el vicepresidente estadounidense, James Vance, en la reunión con sus aliados europeos en Múnich. Cambió el tono, pero mantuvo la determinación de exigir transformaciones profundas y rápidas. Esto se traduce en una ofensiva de los gobiernos de México y Estados Unidos contra las organizaciones criminales más grandes de México. Una demostración de que van en serio es el despliegue de diez mil Guardias Nacionales mexicanos y de aviones espías y buques de guerra estadounidenses en la frontera norte.
Carecemos de información precisa sobre el tamaño de los recursos humanos, financieros o bélicos de los cárteles mexicanos. Tampoco sabemos cómo están viviendo la ofensiva en su contra, aunque resulta lógica una frase lanzada por un integrante del cártel de Sinaloa a un diario canadiense: la organización "tiene miedo porque la represión contra las drogas viene de Estados Unidos" (Journal de Montréal, 15 de febrero de 2025).
Suena razonable el temor porque nuestros cárteles no tienen la capacidad para resistir por mucho tiempo una ofensiva combinada de la superpotencia militar, así como unas fuerzas armadas mexicanas bien equipadas y entrenadas y una Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana fortalecida en su capacidad para procesar inteligencia. Eso me lleva a sostener que estamos en los inicios del descabezamiento y desmembramiento de las principales organizaciones criminales. La delincuencia no se disolverá en el éter de la historia, pero sí mutará a unidades más pequeñas.
Hago un paréntesis para aclarar mi postura sobre la estrategia seguida por la nueva presidenta. Sostengo mis análisis en el estudio de las políticas seguidas por los últimos ocho presidentes hacia los cárteles. Con esa base, aseguro que la mejor diseñada hasta ahora es la de Claudia Sheinbaum. Tiene varias fallas estructurales y la más importante es el respeto que muestra hacia los pactos de impunidad y corrupción entre políticos y criminales.
Toman fuerza las versiones de que la dinastía López Obrador está tras el respaldo a figuras impresentables. Es inquietante que Andrés Manuel López Beltrán vaya a Culiacán a entregarle su credencial de Morena al gobernador Rubén Rocha. O haber nombrado cónsul en Miami al exgobernador de Chiapas Rutilio Escandón quien, por cierto, no se sabe si ya recibió el Exequatur que debe conceder la Casa Blanca.
En este resumido elenco de impresentables está el ahora diputado Cuauhtémoc Blanco quien, además de ser el prófugo más ilustre de la opinión pública, ha sobrevivido a fotografías con capos morelenses, a acusaciones judiciales por corrupción y a denuncias de abusar sexualmente de su hermanastra. Su impunidad viene -según fuentes confiables- de haberse ganado la buena voluntad de López Obrador con el esmerado trato dado al hijo menor abriéndole los portones de las canchas y cenáculos del futbol profesional.
Habrá otras implicaciones en el monumental reajuste de la relación con Estados Unidos. Están decididos a imponer un cambio en la estrategia de seguridad mexicana. Entre las consecuencias lógicas está la reducción en el poderío de los grandes cárteles y el embate a los pactos de impunidad y corrupción que han dejado de ser funcionales para México y Estados Unidos.
No será fácil o inmediato, pero la confluencia de varias vertientes históricas está provocando un encontronazo que cambiará nuestro futuro y el de la región.
Comentaré esta columna en mi canal de You Tube.
@sergioaguayo
Colaboró Erika Giselle Delgadillo