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Presa Lázaro Cárdenas

El Palmito tiene sed: la presa más grande de La Laguna enfrenta una nueva sequía

A pesar de recientes lluvias, el bajo nivel de agua en la presa Lázaro Cárdenas preocupa a los pescadores que aún resisten; la historia cíclica de escasez se repite en medio de paisajes áridos y memorias sumergidas

Actualmente sólo 26 pescadores echan la red al agua con la esperanza de que las lluvias recientes traigan tiempos de bonanza.
(FOTOGRAFÍAS: RAMÓN SOTOMAYOR)

Actualmente sólo 26 pescadores echan la red al agua con la esperanza de que las lluvias recientes traigan tiempos de bonanza. (FOTOGRAFÍAS: RAMÓN SOTOMAYOR)

DANIELA CERVANTES

Al llegar a la presa Lázaro Cárdenas, conocida mejor como El Palmito, percibo quietud, poco movimiento y hasta silencio. No huele tanto a humedad, pienso mientras el auto avanza. A pesar de ser vacaciones, tampoco veo gente en lanchas, las motos acuáticas están guardadas, y sólo pocos, poquísimos pescadores trabajan. La razón: casi no hay agua. 

Según información de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (SADER) de México, el almacenamiento de agua en la presa Lázaro Cárdenas ubicada en la región Noreste de Durango, disminuyó del 47.8% en la primera decena de marzo de 2024, al 31% en el mismo periodo de 2025.

 A través de un comunicado la dependencia indicó que el promedio de almacenamiento de los últimos cinco años para la misma decena es del 54.4 por ciento.

 Hace unos días, la presa reportó un almacenamiento de 573 millones de metros cúbicos (Mm3), un número muy por debajo de su nivel máximo de agua, que es 2,957.61 Mm3, cantidad que puede almacenar en condiciones normales de operación. Sin embargo, este mismo diario informó que en menos de 24 horas la presa había experimentado “un ligero repunte”.

El incremento fue de 53 millones de metros cúbicos en su almacenamiento, quedando en 626 Mm3. Aunque positivo, según expertos, este aumento sigue siendo insuficiente para garantizar el abastecimiento a largo plazo.

Históricamente, la promesa del agua ha sido una constante en la región. Según la ponencia La Rehabilitación de la Comarca Lagunera, presentada en 1968 por Emilio López Zamora, la construcción de la presa permitiría irrigar hasta 300 mil hectáreas.

No obstante, se escribe en el documento, estudios posteriores revelaron que el volumen extraíble para un riego eficiente no debería exceder los 800 millones de metros cúbicos al año, lo que en realidad sólo permitiría regar bien unas 80 mil hectáreas, y siempre bajo la condición de concluir las obras de rehabilitación y racionalizar el uso del agua.

Lo cierto es que la historia de El Palmito está marcada por ciclos de escasez. En 1963, la presa se encontró prácticamente vacía. La irregularidad de los escurrimientos del río Nazas, su principal fuente, junto con los acuíferos subterráneos, ha sido un obstáculo histórico para garantizar el riego de toda la superficie cultivable, incluso antes del reparto agrario de 1936.

Hoy, metafóricamente se puede escribir que El Palmito tiene sed. Las imágenes son evidentes: en la zona de la cortina, el cielo todavía no hace espejo con el agua, hay grietas secas en la tierra, lanchas olvidadas y el paisaje de aridez se acentúa al observar pastar a caballos y vacas flacas donde se supone debería de haber agua.

El paisaje de aridez se acentúa al observar pastar a caballos y vacas flacas donde se supone debería de haber agua.
(FOTOGRAFÍAS: RAMÓN SOTOMAYOR)
El paisaje de aridez se acentúa al observar pastar a caballos y vacas flacas donde se supone debería de haber agua. (FOTOGRAFÍAS: RAMÓN SOTOMAYOR)

Donde sí observé al menos dos embarcaciones fue en el vaso de la obra hidráulica que fue inaugurada el 6 de octubre de 1946. Desde entonces, este cuerpo de agua artificial es custodiado por una escultura gigante dedicada a Lázaro Cárdenas, el expresidente mexicano que impulsó su construcción como parte de un proyecto mayor para el desarrollo agrícola del norte del país. Aquella histórica mañana también estuvo presente Manuel Ávila Camacho, el entonces presidente de la República, quien fue el encargado de abrir las compuertas del gigante de concreto por primera vez.

Como dato técnico: El Palmito funge como una presa de almacenamiento ubicada en el cauce del río San Juan, afluente del Río Nazas. Su cortina, de tipo de gravedad y hecha de concreto, se eleva más de 120 metros sobre el lecho del río, lo que la convierte en una pieza clave del sistema hidráulico de La Laguna. Además de su función para riego agrícola, también es fuente de pesca, turismo, y el sustento de una comunidad de pescadores que hoy, inexorablemente, viven los estragos de su sed.

MIENTRAS LA FE NO SE SEQUE

Desciendo sobre la presa. Me dirijo hasta donde observo algunas, pocas, lanchitas descansando a la orilla de una mancha de agua. Llegando al punto observo a un hombre solitario dirigirse a una troquita aparcada metros arriba cargando una reja de pescados recién captuados.

José Erasmo es uno de los pocos pescadores de El Palmito que sale a trabajar a pesar del poco nivel de agua que contiene la presa.
(FOTOGRAFÍAS: RAMÓN SOTOMAYOR)
José Erasmo es uno de los pocos pescadores de El Palmito que sale a trabajar a pesar del poco nivel de agua que contiene la presa. (FOTOGRAFÍAS: RAMÓN SOTOMAYOR)

Es uno de los pocos pescadores que siguen echándose al agua. Se llama José Erasmo, tiene 64 años, y con orgullo me dice que desde siempre ha vivido en El Palmito.

“Aquí nací, aquí he vivido toda mi vida, siempre pescando. Antes éramos muchos más, pero ahorita… quedamos como unos treinta”.

 Sobre el nivel del agua, me dice: “pocos años la vemos así, muy abajo”.

Reitera que ha retrocedido tanto, que hasta hace poco tenían que caminar varios metros para poder echar andar la lancha.

“Ya recuperó como dos, tres metros… estábamos allá en la vuelta esa”, me pronuncia señalando con su dedo el horizonte. “Teníamos que caminar hasta allá”.

 Aun así, cada mañana sale. “Todos los días me aviento un recorrido. A veces pesco, por una parte, a veces por otra, según cómo se vea el agua. Y sí, todavía sale tilapia, carpa, lobina, bagre. De eso vivimos. Nosotros vivimos del pescado”. Pero… el paisaje ha cambiado. El hombre de cabello cano recuerda a una presa llena e imponente. “Antes todo esto era agua”, me dice y pienso: “entonces ahorita estaríamos ahogados”.

 “Hasta allá donde se ven esas lomas llegaba. Y sí, esta presa es de las más grandes. Por eso es que nos aguanta. Si fuera más medianita, ya no la tendríamos”, reflexionó el pescador.

También rememoró cuando la pesca era diferente. “Antes pescábamos lobina con caña. Ahora lo hacemos con red. Y no es igual, pero pues con eso la pasamos”.

Su esperanza está en las lluvias. “Gracias a Dios ya está lloviendo todos los días. El tiempo está bonito. Yo tengo fe en que se va a llenar. Cuando sube más el nivel, viene más gente, el turismo regresa. Pero ahorita, pues sí… hay poco”. 

Hace unos 25 o 30 años existía, recordó, una presa más viva. “Ha cambiado mucho el sistema de vivir. Ahora son otros tiempos”.

El Palmito funge como una presa de almacenamiento ubicada en el cauce del río San Juan, afluente del Río Nazas.
(FOTOGRAFÍAS: RAMÓN SOTOMAYOR)
El Palmito funge como una presa de almacenamiento ubicada en el cauce del río San Juan, afluente del Río Nazas. (FOTOGRAFÍAS: RAMÓN SOTOMAYOR)

También cambió la gente. “Los jóvenes ya no quieren ser pescadores. Por ahí hay dos, tres que le siguen, pero ya no. Yo pescaba con un compañero, pero luego cada quien agarró su motorcito y ahora salgo yo solo. Así ando, solito. Pero no dejo de venir”.

Me habló también de un Palmito viejo, el asentamiento original que fue sumergido cuando se construyó la presa. “Ahí vivía la gente. Todavía se ven las bases de las casas, allá por detrás de esas lomitas. Cuando bajó el agua, todo eso se destapó. Se puede pasar, nomás hay que pedir permiso. Está bonito todavía para allá”.

Con mucha o poca agua, José Erasmo siempre lanza su red. Sabe que, aunque el nivel esté bajo, la presa sigue viva de algún modo. Las lluvias recientes le renuevan la esperanza: confía en que los ciclos naturales harán su parte. Él, por lo pronto, se encarga de que no se le seque la fe.

PESCADORES EN RESISTENCIA

Desde hace poco más de 40 años, en El Palmito existe la Sociedad de Solidaridad Social de Pescadores, un grupo organizado que vela por preservar y mejorar las condiciones del oficio que es base de la economía de la comunidad.

Este diario charló con Uriel Ramírez, tesorero de la sociedad que se fundó hace 47 años. Compartió que aunque comenzó con cerca de 100 pescadores, hoy quedan apenas 26 socios registrados. “Pocos, muy pocos… y cada vez somos menos”.

La sequía ha modificado no sólo el paisaje, sino también las dinámicas de pesca. Para cuidar lo poco que queda, Uriel y su comunidad decidieron implementar por cuenta propia una veda de dos meses.

No es oficial, pero la hicimos junto con la cooperativa de Las Delicias, un poblado vecino. Era necesario. El agua estaba bajísima, los peces no tenían oxígeno, había mucho lodo… y ya no había captura”. La estrategia, dice, funcionó. "Gracias a Dios ahorita sí hay producto. Pero fue porque supimos detenernos”.

Le pregunto quién les recomendó hacer esa veda. Su respuesta fue clara: nadie. “Fuimos nosotros mismos. Aquí en la sociedad dijimos: ‘hay que hacer algo’. Y lo hicimos. Lo empezamos a repetir cada año, y sí, nos ha funcionado. No es oficial ni ante Durango ni ante Conapesca (Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca), pero nosotros la hicimos”.

Aun así, algunas especies han resentido los cambios. En especial la carpa. “Ya no se desarrolla igual. No sabemos si es por genética, que ocupamos echarle nueva sangre, o precisamente sea por la falta de oxígeno. Pero (la especie) se está quedando pequeña”.

La historia de El Palmito está marcada por ciclos de escasez. En 1963, la presa se encontró prácticamente vacía.(FOTOGRAFÍAS: RAMÓN SOTOMAYOR)
La historia de El Palmito está marcada por ciclos de escasez. En 1963, la presa se encontró prácticamente vacía.(FOTOGRAFÍAS: RAMÓN SOTOMAYOR)

Uriel reconoce que no tienen asesoría técnica ni apoyo institucional. “Nada. Aquí en El Palmito los pescadores estamos olvidados”.

Por otro lado, las técnicas de pesca, como ya no lo había platicado José Erasmo, también han cambiado. “Hemos estado cuidando el tipo de pesca. Ahorita usamos pura red. Nada de arpón ni tarraya. (Porque) Con red uno revisa y regresa al agua los peces que no sirven para venta o los que están todavía pequeños. En cambio, con otras técnicas, se llevan todo: cría, huevos, y el ambiente se altera”.

La palabra que más repite Uriel es cuidar. Y se nota: hay una conciencia ecológica nacida no de discursos, sino de la necesidad urgente de que el agua de la presa les siga arrojando el sustento a los pescadores de la zona.

Respecto al uso del agua, Ramírez expresó lo que muchos aquí sienten: que la distribución no es equitativa. “Dicen que van a abrir la presa, y nosotros solo esperamos a ver hasta dónde baja. Nosotros nos adaptamos. Pero claro que afecta: en la navegación, en la pesca, en todo”.

A pesar de las lluvias recientes, es realista. Para que se llene otra vez, así como hace 30 años, calculó, tardaría mínimo tres años. “Y eso si sigue lloviendo así”. Pero, también sabe que algo ha empezado a cambiar.

Ahorita ya va subiendo un poco. Tal vez no como antes, pero ya se ve diferente”, reiteró Uriel.

Le pregunto qué significa El Palmito más allá de la pesca. Repite la pregunta en voz alta y luego responde: “Es un poblado turístico. Aquí tenemos aguas termales, hay partes del río Nazas donde acampar. Pero sin agua, definitivamente, El Palmito no existiría”.

Él estuvo un tiempo fuera del país, pero volvió. Volvió al agua, y a la presa que le ha dado sustento para su familia. “Aquí sigo, en la sociedad (de pescadores). Ya llevo unos diez años”.

Sobre las nuevas generaciones, es sincero. “Un cuarto de los socios son jóvenes. Pero muchos prefieren buscarle por otro lado, irse a la ciudad o al extranjero. Ya no les llama tanto este oficio. Pero si seguimos cuidando como hasta ahora, si seguimos con la veda, sí da para más tiempo. Sólo (es cuestión de) que no nos quiten toda el agua”.

Lo anterior lo dice porque ha escuchado de otra gente que les van a dejar nomás un “charquito, que hasta que quede el 10%, que es lo último hasta donde puede quedar la presa, y en ese porcentaje ya no sale agua por los túneles. Pero gracias a Dios no hemos llegado a eso”.

Antes de despedirse, el pescador lanzó a los lectores un anzuelo: “Vengan a visitar El Palmito. Nosotros aquí seguimos”.

Y sí, ellos, los pescadores, ahí siguen, resistiendo los malos tiempos, y cuidando como Dios les da entender los recursos que les ofrece la presa, una presa sedienta, pero que sigue dispuesta a seguirlos abasteciendo.

POR QUÉ EL PALMITO TIENE SED

Para entender el ¿Cómo una presa tan vasta hoy está casi vacía? Consultamos a un miembro del “Programa Manejo Integral de Cuencas” del INIFAP CENID-RASPA. El Dr. José Luis González Barrios investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) adscrito al Centro Nacional de Investigación Disciplinaria en Relación Agua-Suelo-Planta-Atmósfera (CENID-RASPA); quien en su explicación formuló varias preguntas que encierran más de una realidad: “Si El Palmito tiene sed y si le falta agua, ¿Cómo llegamos a este punto? ¿Qué podemos hacer? ¿Quién tiene la responsabilidad? ¿Quién se da por aludido? Todos y nadie”.

Con esa respuesta, González Barrios introdujo la complejidad de un problema que va más allá de los números técnicos.

Dependemos de que llueva, sobre todo en la Cuenca Alta del río Nazas, que es el área que alimenta esta presa y le da el mayor sustento en agua a nuestra región. Y ahí empezamos a toparnos con algo que no controlamos: el clima. ¿Cómo hacemos para que llueva? ¿Qué tenemos que hacer para que el agua que fluye por los terrenos, arroyos y ríos de la cuenca alta del Nazas entre a nuestra presa lo más limpia posible?

Y continúa diciendo que, El Palmito no recibe más que el agua de lluvia que cae en el área de su cuenca junto con todo el material que arrastran sus aguas por terrenos empinados, arroyos riachuelos y ríos a veces caudalosos como el Tepehuanes, el Santiago, el Ramos el Sextin o el Oro.

El nivel máximo de agua que puede almacenar es de 2,957.61 millones de metros cúbicos. (FOTOGRAFÍAS: RAMÓN SOTOMAYOR)
El nivel máximo de agua que puede almacenar es de 2,957.61 millones de metros cúbicos. (FOTOGRAFÍAS: RAMÓN SOTOMAYOR)

La sequía, dijo, es un proceso ligado a la física de la atmósfera y a fenómenos ambientales a diferentes escalas…, pero, aclaró, no , no es sólo que no llueva.

También cuenta la pérdida de agua por evaporación directa y por la conducción, la falta de mantenimiento de la infraestructura hidráulica, la poca tecnificación del riego, el uso ineficiente del agua y una cultura generalizada de desapego hacia el cuidado de este recurso que es tan importante. Todo suma”.

Desde su punto de vista, consideró que uno de los mayores errores ha sido pensar que las presas son soluciones permanentes, cuando en realidad son infraestructuras que deben cuidarse y mantenerse en óptimas condiciones.

Una presa tiene funciones muy específicas: regular, almacenar, distribuir. Pero además debe tener un mantenimiento adecuado: en el vaso, en sus compuertas, en sus estructuras de contención y almacenamiento…Esto le ayudará a prolongar su tiempo de vida útil y a mantener su capacidad para captar y almacenar el agua”.

En años como este, recalcó, ha llovido más en otras regiones del país y hasta para la abundancia, dijo, hay que estar preparados.

Nuestras presas deben estar listas para aprovechar el agua cuando llega. No basta con que el cielo se abra; tenemos que tener bien conservados nuestros campos y nuestras presas, hacer nuestra parte aquí abajo”.

Subrayó que, en un escenario de sequía, cada gota cuenta. Por eso insiste en que, incluso en tiempos de escasez, es fundamental preservar lo poco que queda.

Una presa nunca debe dejarse vaciar por completo. Aunque el nivel sea bajo, ese volumen representa el punto de partida para un nuevo ciclo hidrológico. El agua que queda debe cuidarse como si fuera oro”.

Finalmente, comentó que lo que hoy ocurre en El Palmito es un reflejo de la relación entre los seres humanos y su medio ambiente.

El clima está condicionado por muchos factores que sí tienen que ver con nuestras acciones como sociedad. La sequía no es sólo un fenómeno climático. Es también social, económico y ético”, sentenció.

Hemos alterado la atmósfera con nuestras emisiones, contaminado el suelo y los cuerpos de agua, transformado los paisajes. Todo eso influye en el ciclo del agua. Así que cuando decimos ‘no llueve’, también tenemos que preguntarnos qué hemos hecho, y qué seguimos haciendo, para que eso ocurra”.

Para González Barrios, la solución pasa por una mezcla de voluntad, responsabilidad, educación e inversión. “No podemos esperar a que todo lo arregle la buena suerte de captar tormentas. Si queremos que El Palmito y otras presas sigan siendo fuentes de vida, tenemos que actuar ya, desde todos los frentes”.

Es así que la sed que tiene hoy El Palmito es un reflejo de cómo nos relacionamos con nuestros recursos naturales. Todo está conectado y aunque pudiéramos pensar, que, al no ser pescadores, ganaderos o agricultores, el problema no nos alcanza, la realidad es que somos parte de un todo, y si el agua escasea en nuestros campos y en nuestras presas, irremediablemente, la vida también escaseará para nosotros.

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Escrito en: PRESA LÁZARO CÁRDENAS lluvias EL PALMITO

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