
Foto: Cultura Málaga
Tras ganar la decimoctava edición del Premio Málaga de Novela en diciembre de 2024, El precio de un ideal, del escritor cubano Kevin Legrá, fue publicada finalmente el 28 de mayo de este año.
Sus páginas abordan la historia reciente de Cuba y arrojan luz sobre quienes sufrieron las consecuencias de la revolución comunista. El autor dedica este, su primer libro, al exilio de su país, con la convicción de que “la literatura puede ser un acto de justicia” y de que “escribir sobre el dolor ajeno puede ser una forma de resistir”.
La obra relata un suceso poco conocido en la isla caribeña, la de las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), campos de trabajos forzados que aglutinaron, entre 1965 y 1968, a artistas e intelectuales disidentes, a homosexuales y a quienes profesaban determinadas religiones, justo en la década posterior al triunfo de la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro.
“No sabía a lo que me enfrentaba”, afirmó el escritor durante la presentación de la novela, editada en España por Galaxia Gutenberg, un proyecto que comenzó tras recibir el testimonio de Orestes Rivero, amigo de su padre y uno de los enviados a las UMAP.
“Hablo del exilio, de la identidad, de qué es sentirse cubano en Cuba y también fuera de Cuba. La historia no es mía [...], pero está muy enlazada con mi historia”, explicó Legrá, quien ahora reside en Arucas, en la isla atlántica de Gran Canaria.
EXILIO E IDENTIDAD
Una vez que el jurado del Premio Málaga leyó su fallo en la ceremonia de entrega, el ganador explicó que El precio de un ideal había nacido hace ocho años, cuando él tenía 16 y era el guionista de un programa juvenil de radio. Un día, el protagonista del libro, Orestes Rivero, le entregó su testimonio inédito.
“Él me pidió que le hiciera retoques a este testimonio, que se convirtieron en esta novela, que me representa a mí y a la historia de mi país”, añadió Legrá.
Durante sus años universitarios, la escritura de esta obra quedó eclipsada, pero su padre le impulsó a terminarla, para lo que dedicó un año y medio de investigación.
Para ello leyó “muchos testimonios de personas que habían sufrido por su religión, la homosexualidad o no estar de acuerdo con el proceso revolucionario, como lo llamó (Fidel) Castro”.
Esas lecturas conformaron la estructura que sostendría al relato, que comienza desde la infancia de Orestes Rivero, cuando a los seis años de edad se trasladó con su madre de Guantánamo a Santiago de Cuba, donde vivía su bisabuela. Al convertirse en un joven de 17 años, el país comenzó una etapa histórica que interrumpiría la paz del barrio, la escuela y las misas dominicales que conformaban su existencia: el Ejército Rebelde derrocó al dictador Fulgencio Batista, sólo para dar paso a otro régimen autoritario, ahora bajo el mandato de Fidel Castro. Fue entonces que surgieron las UMAP, a donde el protagonista fue enviado.
De entre los diversos motivos por los que las personas eran enviadas a los campos de trabajos forzados, el libro se enfoca en el religioso, pues uno de los mayores conflictos de Rivero en aquellos tiempos fue conciliar su fe con los esfuerzos revolucionarios. Así, la novela abarca desde los primeros años de la Revolución Cubana hasta la visita del papa Juan Pablo II, en 1998.
El testimonio de Orestes Rivero presente en la obra es completamente real, aunque esta incluye la presencia de figuras importantes del catolicismo en Cuba que, en realidad, no conocieron al protagonista.
El autor quiso plasmar el proceso paulatino por el que se llegó a formar “ese nuevo cubano que deja de ser capitalista y pasa a ser comunista y soviético, y ese concepto de hombre nuevo que creó el Che Guevara, un hombre socialista que lo daba todo por el país”.
“Esta obra es el grito de un pueblo que vive entre el exilio y la esperanza”, indicó el escritor, quien desea que todos los que lean sus palabras “reflexionen sobre esta Cuba que está oculta, pero sigue viva, y sobre las personas que vivieron estas injusticias”.
“Hablo sin medias tintas y digo lo que pienso sobre el exilio y sobre lo que llaman la guerra de las dos orillas: los que siguen en Cuba y los que se van, muchos como yo, que nunca quisimos abandonar el país”, dijo Legrá, que presentó el libro vestido con una guayabera y un pin con la bandera cubana.
“El único remedio que se puede hallar es irse. Es muy triste. Yo nunca me habría querido ir, porque amo a mi país, pero las cuestiones económicas obligan a los cubanos a salir del sitio que aman”.
DIFUSIÓN CLANDESTINA
Legrá es consciente de que su libro no se podrá vender oficialmente en su país por el tema que aborda, pero está convencido de que, a pesar de las dificultades para su distribución, se leerá clandestinamente.
El precio de un ideal indaga “cuánto vale ser uno mismo en una sociedad que castiga la diferencia”, según su autor, quien aportó “anécdotas personales y un compromiso visceral con la historia de Cuba”.
“Comprendí que no tenía sólo en mis manos una novela, sino una deuda con las personas silenciadas durante décadas por su forma de pensar, y que debía prestar mi voz a quienes no la tuvieron por un régimen que las marcó como indeseables”.
El jurado del Premio Málaga consideró que el título ofrece un enfoque novedoso respecto al dilema ético que supone conjugar revolución con religión, todo ello con “un estilo fluido, sencillo y efectivo”.
A esta última edición del galardón se presentaron 457 textos originales para competir, un 60 por ciento más que el año anterior. La mayoría de ellos procedieron de España, aunque también de Colombia, Argentina, Uruguay, Perú, Cuba, Estados Unidos, Reino Unido, Bélgica, Alemania y Luxemburgo. El premio consistió en 18 mil 900 dólares y la publicación de la obra.
Para Legrá, El precio de un ideal no es sólo “una denuncia histórica y una crónica del pasado”, sino también “un espejo para reflejar la lucha por preservar la propia identidad cuando todo alrededor parece anularla”.
“Leonardo Padura dice en un libro suyo que, cuando uno emigra o se exilia, es como una planta en un vaso con agua: tiene todo lo que necesita, pero no está en la tierra, y eso he sentido viviendo en España”, resumió.