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El Quijote como regalo de Navidad

JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

Por estos días prenavideños, (casi) todos andamos atareados y aun preocupados por terminar de adquirir los regalos que obsequiaremos con motivo de la Navidad a amigos, familiares, compañeros de trabajo y clientes. Los días pasan con acelerada rapidez, o así parece, y muchos no terminan de decidir qué regalar a ésta o aquélla persona.

Una sugerencia inmejorable es regalar un ejemplar de El Quijote, escrito por Miguel de Cervantes, cuya primera parte se publicó en 1605 y la segunda en 1615, pero que ordinariamente se publican en un solo volumen.

No se trata de cualquier libro. Es, después de la Biblia, el que más se ha impreso y vendido a lo largo de la historia. Y el segundo traducido a mayor número de lenguas. Hace un cuarto de siglo, un numeroso grupo de escritores y críticos literarios, consultados por la UNESCO, concluyó que el Quijote es la mejor novela de todos los tiempos, además de la más conocida y leída.

En consecuencia, regalarlo no puede considerarse un obsequio menor. Sin demérito de lo anterior, tiene además la ventaja de que se puede encontrar en librerías a precios accesibles. De hecho, como se suele decir, precios para todos los bolsillos, pues es posible encontrar ediciones desde poco más de cien, hasta de miles de pesos.

Es probable que quien reciba El Quijote como regalo navideño, ya tenga un ejemplar del mismo. No importa, porque se trata de un libro que ha de leerse más de una vez en la vida. Cuando menos tres.

En memorable conferencia que con el título de "Cómo leemos el Quijote" dictó en el Palacio de Bellas Artes en octubre de 1947 el escritor mexicano José Rubén Romero, célebre autor de "La vida inútil de Pito Pérez", dijo en efecto que la inmortal novela de Cervantes debe leerse al menos tres veces en la vida.

La primera en una edad muy temprana, "entre los 12 y los 15 años"; la segunda en la juventud y la tercera en la madurez. Con el propósito, respectivamente, de reír cuando niño, de soñar siendo joven y para pensar y aun llorar cuando somos viejos. Pero siempre con "la emoción renovada de todas las épocas".

Terminó José Rubén Romero aquella conferencia, dictada con motivo de haberse cumplido el cuarto centenario del nacimiento de Miguel de Cervantes, afirmando que si los más reconocidos escritores de la época reunieran su talento, de la siguiente manera: de Bernard Shaw, su humanismo; de Enrique Larreta, su estilo; de Thomas Mann, su calidad humana; de Mariano Azuela, su lenguaje popular; de Camí, su ingenio; de Pío Baroja, su amargura; de Artemio de Valle Arizpe, lo galano de su arcaico español; de Claudio Ferrer, su fantasía de Oriente; de Darío Rubio, el acervo de sus refranes, "no bastaría ese equipo" para "dar vida a lo creado tan fácilmente por Miguel de Cervantes" al escribir El Quijote.

Para despertar el interés, para motivar la lectura de quien reciba el Quijote como regalo, transcriba usted en la dedicatoria la cita anterior, y concluya con la siguiente frase de Martín de Riquer, presidente que fue de la Real Academia Española: ¡Qué suerte, no haber leído nunca el Quijote y poder leerlo por primera vez!

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