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El lado bueno de la derrota de Javier Milei

ANDRÉS OPPENHEIMER

El presidente argentino Javier Milei, uno de los aliados más entusiastas del presidente Donald Trump, suele ser acusado por sus críticos de ser un populista autoritario. Sin embargo, Milei acaba de hacer algo que Trump nunca ha hecho: reconoció sin rodeos una importante derrota política.

Milei admitió de inmediato la aplastante derrota sufrida por su partido en las cruciales elecciones locales del domingo.

Fue una admisión sorprendente, porque Milei sigue prácticamente en todo a Trump. Al igual que Trump, Milei se presenta como un líder antisistema que lucha contra la "casta política", critica constantemente a los medios y a la cultura "woke", e incluso ha adoptado "Hagamos que Argentina vuelva a ser grande" como uno de sus principales lemas de campaña.

Pero el domingo, tras perder las elecciones locales en Buenos Aires, la provincia más grande y poblada de Argentina, Milei dijo en un mensaje al país: "Sin ninguna duda, en el plano político hemos tenido una clara derrota".

En eso, se diferenció enormemente de Trump, quien cada vez que pierde una elección lo atribuye falsamente a un presunto fraude electoral.

En Argentina, la admisión de Milei de su derrota no llamó mucho la atención. Sin embargo, fue un gesto de madurez política ante un revés importante. Sus palabras dejaron desarmados a quienes lo equiparan con populistas como el dictador venezolano Nicolás Maduro, el salvadoreño Nayib Bukele o el propio Trump.

La derrota de Milei desató el pánico en los círculos empresariales, provocando un desplome de las acciones argentinas de más del 20% en la bolsa de Wall Street el lunes. Muchos empresarios temen ahora que Milei pierda las elecciones legislativas de octubre, y que no pueda profundizar sus reformas de libre mercado.

Peor aún, muchos temen el regreso del partido peronista en las elecciones presidenciales de 2027, a pesar del largo historial de corrupción y pésima gestión económica de los gobiernos peronistas.

En la elección del domingo, los peronistas derrotaron al partido libertario de derecha de Milei por un 47% a un 34% de los votos, lejos del resultado más cerrado que habían pronosticado muchos encuestadores.

Aunque Buenos Aires ha sido durante mucho tiempo un bastión peronista, el éxito de Milei en reducir la inflación crónica de Argentina había alimentado la esperanza del presidente de lograr una sorpresiva victoria. Milei incluso se jactó de que estas elecciones serían "el último clavo en el ataúd del kirchnerismo".

Pero la estrategia de Milei de recortar drásticamente el gasto público y decir que lo haría con una "motosierra" le salió cara. Y un escándalo de corrupción pocos días antes de las elecciones que involucró a su hermana Karina, la segunda figura más poderosa del gobierno, también perjudicó su campaña.

"Esto fue un desastre para Milei", me dijo Carlos Reymundo Roberts, columnista del diario La Nación y coautor de un libro reciente sobre la política en la provincia de Buenos Aires. "Teóricamente, todavía podría recuperarse a tiempo para las elecciones legislativas de octubre, pero le va a ser difícil".

Reymundo Roberts y muchos otros analistas señalan que Milei cometió un error garrafal al no darle más espacio en la coalición gobernante al partido de centroderecha PRO del expresidente Mauricio Macri. Eso hizo que el apoyo del PRO a los candidatos de Milei no fuera más que tibio.

"Milei pecó de soberbia", me dijo Reymundo Roberts. "Pensó que podía ganar solo, sin la ayuda de otros".

Tras haber entrevistado tres veces a Milei, no me extraña que se haya resistido a tejer alianzas: una de sus principales características es despreciar tanto a los políticos como a la política. Eso le ayudó a ganar la simpatía de muchos en las elecciones presidenciales, pero ahora que necesita una mayoría en el Congreso para aprobar sus reformas, puede estar jugando en su contra.

El lado bueno de todo esto es que si Milei cumple su promesa de su discurso del domingo de rectificar sus errores, reduce su violencia verbal y empieza a tender puentes con políticos de centroderecha, aún podría recuperarse políticamente y pasar a la historia como el líder que derrotó la maldición inflacionaria de Argentina. Si no lo hace, y sigue menospreciando a sus potenciales aliados, no le va a ir tan bien.

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Escrito en: El reporte de Oppenheimer Columnas Editorial Andrés Oppenheimer

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