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El tedéum de copal

JESÚS SILVA-HERZOG

Los oficiantes pedían a las deidades que guiaran el camino de los nuevos ministros. Suplicaban a los guardianes del universo que cuidaran al hermoso México y sus bienamados protectores. Anulaban las energías negativas mientras pedían al padre sol, al dador de la vida, que guiara el corazón del ministro presidente y del resto de los jueces de la Corte. Llamaban a los nahuales para que, a través de la luz que proyectan en los sueños, alumbraran sabiduría. Se imploró también la bondadosa intervención de los colibríes para lograr la curación cósmica. Con humildad, pidieron perdón a la virgen de Guadalupe, a la madrecita Tonantzin, por todo el mal que le hemos hecho a la tierra y se le pidieron que acompañara en todas sus discusiones y sentencias a los nuevos integrantes de la Corte. Se pidió la intervención del gran Quetzalcóatl para que diera a la Corte la fuerza necesaria para iniciar esta nueva era. Gratitud a las deidades, limpieza de energías, súplica de intercesión celestial. Los ministros tuvieron a bien hincarse reverenciando el hogar de la madre Tonantzin.

Lo que no logró el PAN lo consiguió el morenismo: destruir al Estado laico a través del pastiche de una nueva religiosidad oficial. No importa si lo que presenciamos el 1º de septiembre con la entrega de bastones a los ministros fue una ceremonia o un espectáculo. Lo que cuenta es que, con su primer mensaje, la nueva Corte ha destruido el fundamento laico de la democracia mexicana. En términos cívicos la autenticidad del evento en nada altera la aberración. Lo cierto es que los nuevos ministros decidieron empezar sus trabajos violando abiertamente la Constitución. Lo establece la ley con toda claridad: la república mexicana es laica. La nueva Corte decidió ignorar ese deber. El ministro presidente logró que el cuerpo entero de la Corte se estrenara violando la constitución, como lo hizo el presidente López Obrador en 2018. Lo hicieron frente al país, en la plaza que lleva el nombre de la ley suprema. Los integrantes del más alto tribunal estrenaron su cargo burlándose de uno de los principios esenciales de la república: la laicidad.

En su actuación pública, las autoridades del Estado tienen vedado el invocar dioses, santos, vírgenes, energías, o mensajes revelados por cualquier vía. Todo servidor público tiene prohibido agradecer el cuidado de sus deidades o presentarse como vocero de alguna entidad sobrehumana. Por eso indigna que la nueva Corte tire a la basura un deber de todo servidor público en México: mantenerse neutral frente a las creencias religiosas o espirituales. Si un ministro es devoto de algún santo o cree con fervor en el poder curativo de las piedras es un asunto suyo que debe permanecer siempre en el ámbito privado. El estado garantiza la libertad a todos, pero a quien ocupa un cargo público le impone el deber de neutralidad.

La discriminación histórica de los pueblos originarios no es justificación alguna para reventar una de las columnas fundamentales de la república. El tedéum de caracoles, conchas y copal, el tedéum que rinde pleitesía a Quetzalcóatl y a la madre Tonantzin es tan contrario a los principios constitucionales como lo habría sido un tedéum en la catedral metropolitana con misa de obispo.

El tribunal constitucional de una república laica debería ser ejemplo de razón pública. Sé que es absurdo pedirle ejemplaridad a la corte de las trampas y los tramposos, pero hay que insistir en que los argumentos, los símbolos, las ceremonias de un juzgado que representa la bóveda del estado deben ser racionalmente aceptables para todos, sean religiosos, agnósticos o ateos. Todo argumento debe estar abierto a la deliberación, a la prueba, a la refutación, como no lo puede estar la fe.

La entrega de los bastones de mando a los ministros de la Corte no solamente hizo trizas el laicismo de las instituciones políticas, también consagró simbólicamente la sumisión del poder judicial y la politización abierta del tribunal. Gracias a padre sol, también al padre López Obrador y la madre Sheinbaum. Por fortuna, la porra al nuevo ministro presidente fue imaginativa: "Es un honor estar con Hugo hoy".

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