Muchos gobiernos y empresas han puesto en práctica procesos de evaluación llamados de 360 grados. Se refieren a que se tomarán en cuenta las opiniones de todos sobre tal o cual funcionario o empleado: superiores, pares y subordinados. Existía también la expresión francesa "tous azimuts", utilizada ante todo por el general De Gaulle para definir la posición nuclear de su "force de frappe": contra todos, sin excepción. Parecería que el gobierno de Claudia Sheinbaum ha adoptado una postura parecida, pero en materia de apertura de frentes: todos, contra todos, todo el tiempo.
Ciertamente la totalidad de los campos de batalla declarados no son enteramente de su confección. Pero da lo mismo: el hecho es que el régimen enfrenta hoy una serie de desafíos simultáneos que obligan a formularse una pregunta inevitable: ¿Se encuentran Sheinbaum y su equipo a la altura de los retos o frentes visibles? Ni hablemos de los que por definición desconocemos.
La ejecución de Carlos Manzo constituye el más reciente. No sólo por tratarse de un alcalde que pidió protección, de una ciudad importante, de un independiente exmorenista con ganas y posibilidades de ser el próximo gobernador de su estado. Sino sobre todo porque permanece en el misterio la existencia, presencia y eficacia de los catorce miembros de la Guardia Nacional comisionados desde hace meses para brindarle protección. Ni menciono a los policías municipales encargados de la supuesta protección de proximidad de Manzo. No creo en ellos, ni en Uruapan, ni en ningún municipio de la república.
Sigue el frente de la protesta en Michoacán: Uruapan, Apatzingán, Morelia, más lo que se acumule en la semana. Suficientes indicios existen de la connivencia del narco estatal con la elección de Ramírez Bedoya para que figurara en la lista negra de gobernadores dignos de ser defenestrados, con Rocha Moya y Villareal. Sabemos que no sucederá nada.
Mientras sigue otro frente -la guerra en Sinaloa- se suma el frente anexo de la corrupción. Es aplastante el porcentaje de mexicanos que según las encuestas desaprueban la conducta del gobierno en esta materia, y es ensordecedor el silencio que ya envuelve a los casos más sonados: Adán Augusto, el ex secretario de Marina, Romero en Pemex, Bartlett en CFE, Mario Delgado en Morena, etc. Pero silencio o marginación del tema no implica desaparición: el "retour du refoulé" existe en política.
Podemos seguir adelante con el frente López Obrador, que no se esfuma -ni el frente ni el personaje- y la sensación generalizada que no hay desconexión posible en nada: ni en petróleo, ni con los subsidios a los elefantes blancos, ni en la ausencia de reforma fiscal, ni en el pleito con España, ni en el apoyo a Cuba, ni en la composición del gabinete, ni en el estilo de hablar (para quienes les gusta referirse al "estilo de gobernar"). En nada.
Prosigamos con América Latina. Ahora Perú rompe relaciones con nosotros, probablemente sin razón, pero en parte como resultado de desatención. Llevamos tres años sin embajador, y las gestiones discretas y complejas para resolver un caso difícil -el asilo a una condenada por la justicia- requiere de interlocutores mexicanos de otro calibre. Luego, a pesar de los tibios, controvertidos y pequeños pasos dados por el canciller español, el asunto no se arregla, y las relaciones siguen en pausa, "whatever that means". Y un día será preciso componer el desaguisado con República Dominicana, que canceló la Cumbre de las Américas por varias razones, pero una consistió en el boicot de México, no sólo la inasistencia.
Y bueno, por no dejar, nos topamos con el frente de Estados Unidos. Las aristas son bien conocidas, pero no siempre se presentan juntas. Primero, el narco: la presión sigue, no están todos satisfechos, a pesar de las concesiones mexicanas. Al grado que un sector filtró la noticia, dudosa, a la NBC y a AP, del entrenamiento y la preparación de un contingente de fuerzas especiales para ingresar a territorio mexicano y guiar drones a escondites de capos, laboratorios, y transporte. Incluimos también las dos lanchas atacadas en la lejanía de las cosas mexicanas, seguramente ocupadas por mexicanos y que zarparon de México.
Pasemos ahora a lo complicado. Como era de preverse, al comenzar las audiencias en Washington sobre la renegociación del T-MEC, se presentó un alud de propuestas, exigencias, denuncias y agravios por un sinnúmero de sectores: las empresas de energía, las del Business Roundtable, el American Chamber of Commerce, más de cien legisladores demócratas, y las de la propia administración Trump. Estos reclamos no incluyen la lista de más de cincuenta quejas sobre barreras no arancelarias, que siguen sin resolverse.
Figuran también los demás temas de esta u otra naturaleza. Ya supimos que no se abre la frontera a la exportación de ganado; que sigue el arancel sobre las exportaciones de jitomate; que se suspendieron los vuelos vigentes y programados del AIFA a Estados Unidos, junto con la belly-cargo de aerolíneas mexicanas desde el AICM, y la suspensión de la alianza Aeroméxico-Delta (aunque la línea norteamericana sigue dueña de casi la mitad de las acciones). Por último, por ahora, parece desvanecerse la tolerancia de Trump y su equipo ante los amoríos de México con la dictadura castrista (este frente sí, de pura factura cuatrotera).
Terminemos con el frente en puerta: la reforma electoral, también innecesaria, pero que provocará el mismo tipo de conflictos y desencuentros que la reforma judicial, incluyendo en esta ocasión con aliados de Morena, y que la reforma a la ley de amparo, y que la extraña decisión del nuevo presidente de la SCJN de suprimir el principio de cosa juzgada. Para apenas un año de gobierno, son muchos flancos abiertos, muchos retos presentes, y no sé si suficiente equipo para manejarlos.