Vivir Quintana.
Un acorde resuena en las calles de Francisco I. Madero. Va montado en un recuerdo, en el silbar del ferrocarril, en el trinar de las aves que vuelan sobre la Plaza Hidalgo. El municipio coahuilense de apenas 59 mil habitantes es también escenario de una odiseica historia. Allí, hace cuarenta años, nació la cantante Vivir Quintana. Ella, quien fue nominada en 2025 al Grammy Latino, ha revolucionado el corrido y se convirtió en un baluarte de la lucha feminista tras la composición de la canción Sin miedo. Ella, quien de niña se dejaba guiar por las estrellas del desierto y a quien las lucecitas de Navidad le llenan el corazón de nostalgia. Ella, la cantante, la poeta, la compositora, la misma que a principios de diciembre presentó Sobre-Vivir para la música (Sexto Piso, 2025), su primer libro, en la trigésima novena edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
Se encontraba al interior del estand de la editorial Sexto Piso, en la Expo Guadalajara. Era domingo al mediodía. La última jornada del encuentro literario más importante del continente entonaba su denso bullicio. Vivir estaba en un sofá, junto a los libros, toreando una gripa que amenazaba con desafinar su semblante. Tomó un ejemplar de Siglo Nuevo con la ilustración de la película Frankenstein, de Guillermo del Toro. La Laguna se le dibujó en la mirada; recordó la entrevista que hace dos años se imprimió en esta misma publicación. Entonces habló sobre su libro.
"El libro sale porque mi mánager vio una vez las libretas que yo hacía. Tengo escribiendo diarios durante veinte años. Y desde que era muy niña, mi mamá o mi papá nos decían: '¡Escriban! Escriban cosas que les pasen, para que no se les olvide'. Entonces lo tomé como un hábito de siempre traer una libreta, de siempre escribir ideas, canciones, recortes que pongo ahí. Entonces, un día mi mánager me dice: '¿Y todas esas libretas qué son? ¿Los puedo hojear?' Le dije que sí y me dijo: ¿Esto es un libro? ¿Por qué no escribes un libro? Yo te ayudo a que lo publiques'. Lo veía muy lejano. Esto fue hace como tres años. 'Oye, deberías escribir un libro'. 'Escribe un libro'. Y escribí este libro, un diario más".
Platica la lagunera que Sobre-Vivir para la música no es un monumento al éxito, sino un altar que venera la persistencia y el amor. En sus 232 páginas, la autora comparte una especie de diario que va desde su infancia en Francisco I. Madero, sus primeras notas en la música, su partida a Saltillo, el feminicidio de una de sus mejores amigas, su mudanza a Ciudad de México, hasta los sinsabores que experimentó antes de su éxito artístico y lo difícil que ha sido mantenerse vigente en una industria tan complicada como la música. Sus letras van acompañadas de dibujos, apuntes de su puño y letra, fotografías; un testimonio de resistencia proyectado en la pared más íntima de sus recuerdos.
EL CANTO COMO PRÁCTICA DE VUELO
La infancia de Vivir Quintana está sonorizada por Cucurrucucú paloma, icónica canción mexicana compuesta por Tomás Méndez. La ha cantado desde sus primeras presentaciones artísticas, donde practicó su vuelo sonoro, en una escuela primaria de Francisco I. Madero, hasta en sus conciertos más internacionales, como el que tuvo lugar en Colombia, en 2022, cuando dedicó la pieza a la memoria de Debahni Escobar, joven cuyo cuerpo fue encontrado en el terreno de un motel a las afueras de Monterrey, en agosto de ese año, trece días después de su desaparición.
Por eso Vivir coloreó su rostro de emoción luego de que quien escribe estas líneas, le leyera un poema de la poeta catalana Anna Gual: "Es evidente que una persona / que escribe es siempre un pájaro. // ¿O conoces / alguna persona / que escribe y que, / al mismo tiempo, / no vuele?". La pregunta aleteó frente a ella con sus signos de interrogación: "¿Conoces a alguna persona que cante y que al mismo tiempo no vuele?".
"¡No! ¡Qué bonito! Le voy a tomar una foto… Oye, qué increíble. ¡Gracias! […] Fíjate que yo siento que es algo súper mágico. Recuerdo cuando era niña… y no fue algo intencional, no fue 'te voy a poner esta canción para que la escuches', sino que mis papás la ponían mucho ahí en Chávez… Teníamos una grabadora doble casete, grandota, de esas que se usaban antes, y mi papá tenía una tornamesa. Entonces, ponía mucho a Lola Beltrán. Y también me acuerdo que me llamaban mucho las canciones que hablaban de pájaros […] En las obras que yo hago, hay mucha alusión a los pájaros, a las alas, al cielo".
Ese mismo ímpetu por volar le hizo salir de Francisco I. Madero y anidar en Saltillo, donde intentó estudiar en la Escuela Normal Superior, luego en la Escuela Superior de Música. Cantó en las calles, en bares, en donde se le permitiera y donde no, también. Eran tiempos de menguada economía. Había que contar las monedas para llegar a fin de mes. Un día más, un día menos. Con la guitarra siempre en mano y su mirada al horizonte, soñando con traspasar las montañas de Zapalinamé.
"Incluso ahorita dijiste algo muy bonito sobre cantar y volar, y yo, cuando canto, hay veces que, no sé si a ti te pasa cuando escribes, sientes que te sales de ti y ya no eres tú, y luego regresas… y hay veces que ya no quiero regresar. Hay veces que estoy cantando en un show y empiezo a sentir un eco; siento que mis manos están tocando y hay un momento en que digo: 'Ni siquiera sé si yo estoy cantando'. Y como que me da miedo... regreso, y creo que me quiero quedar más en no regresar, a ver qué pasa".
VOZ DE UNA LUCHA FEMINISTA
Vivir Quintana es una artista que ha sabido alumbrar caminos con la luz de su lenguaje. Sus letras alzan la voz ante un mundo de mujeres históricamente violentadas. Por eso recordó que en su infancia también escuchaba el Corrido de Rosita Alvirez, cuya letra, entonada alegremente por Eulalio González 'El Piporro', le narraba la historia de un feminicidio: a principios del siglo XX, Rosita Alvirez fue asesinada a balazos por un pretendiente rechazado. No obstante, comprendió la letra en su totalidad luego de que una de sus mejores amigas de Saltillo fuese ultimada por su novio, narración que comparte en uno de los pasajes más dolorosos de su libro.
En esa tolvanera de emociones, el testimonio de Vivir Quintana es también el grito de una liberación femenina. Entre las anécdotas escritas en Sobre-Vivir para la música, la autora narra cómo ha entrado en diversas ocasiones a reclusorios femeniles para compartir su arte a las presas. Sin hacer apología del delito, se percató de que muchas de las mujeres privadas de su libertad están en esos lugares porque simplemente se defendieron de sus agresores. Canciones como Era él o era yo, del álbum Cosas que sorprenden a la audiencia, dan cuenta de esta problemática social. Por supuesto, el himno Sin miedo, adoptado por miles de mujeres en Latinoamérica, es otra pieza de profunda relevancia artística y social.
En Sobre-Vivir para la música habitan también las historias de las abuelas de la cantautora, de las mujeres que no tuvieron las mismas oportunidades que ella y debieron conformarse con la realidad que les ofrecía una sociedad machista. Por eso, al final del libro, Vivir escribe una carta dirigida hacia el dolor, hacia ese necio destinatario que aparece a lo largo de la vida y que deja huellas difíciles de borrar. "Lo personal es político", escribió Simone de Beauvoir, feminista francesa. El mundo, escribe Vivir Quintana, necesita escuchar lo que las mujeres han callado. Para ella, la esperanza sabe a futuro, pero también a presente.
"Una vez estaba en San Luis Potosí y fui a cantar con las madres buscadoras. Nos cerraron el bar para que nada más estuviéramos nosotras y nos estábamos tomando unos clamatos, unos 'paquitos', les llamaban. Entonces, llegó un momento en que estaba con ellas, con las madres buscadoras, bailando cumbias. Y me acuerdo que estábamos bailando la de 'No me arrepiento de este amor…'. Y una de ellas me dijo: 'A mí la gente me critica cuando me ve bailar o cantar, porque creen que debo estar sumergida en el dolor, porque perdí una hija y la ando buscando con mi pala y mi pico. Pero si me quedo en el dolor, ya no puedo avanzar tampoco'. Entonces, aprendí que el dolor es algo que se tiene que vivir y procesar, y lo tienes que transitar, pero también tienes que saber qué te está diciendo; el Estado muchas veces las quiere dejar sólo en el dolor, pero en el gozo y la alegría también está la resistencia. Cuando aprendes a sobrellevar y a hablarle de frente al dolor, también puedes disfrutar la alegría. Eso lo aprendí de ellas".


