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En 'La Chingada'

Ático

DENISE DRESSER

"El caudillo regresa a imponer orden porque el movimiento está revuelto. Claudia Sheinbaum paga los costos de lo "Hecho en Macuspana".

Hay algo profundamente triste del lugar que ocupa hoy Claudia Sheinbaum. Qué sola debe estar, qué vulnerable, qué exigua su fuerza política, para que fuera necesario recurrir a la artillería pesada: el viejo en retiro, el patriarca de Macuspana. Andrés Manuel López Obrador vuelve a escena y, al reaparecer, reduce a la Presidenta a un bonsái político colocado bajo el gran árbol tabasqueño del cual nunca logró -ni se le permitió- crecer por sí misma.

La escena tiene un aire de déjà vu priista, ese aroma rancio a dedazo corregido, a regaño público, a orden emitida desde el pináculo. Recordemos aquel episodio hace más de treinta años cuando Carlos Salinas tuvo que salir a respaldar a un Colosio atosigado. "No se hagan bolas", espetó. Y hoy López Obrador repite lo mismo. Si el caudillo tiene que regresar a imponer el orden, es porque el movimiento está tan revuelto que su delfina requiere un espaldarazo en formato de video-charla-con-regañito-incluido.

Pero el problema de fondo no es Claudia. Es lo que Claudia heredó: un país gobernado seis años solo con la infalibilidad discursiva del líder. Cuando AMLO hablaba, las cosas dejaban mágicamente de ser lo que eran para convertirse en lo que él decía que eran. La mañanera funcionaba como liturgia diaria, boletín único, relato unificado. La realidad podía ser incómoda, pero se retocaba, se negaba, se recortaba hasta encajar en el guion.

Hoy, en cambio, la narrativa está haciendo agua por todos lados y la realidad, ingrata, se impone. La mañanera ya no es el templete desde el cual se ejerce control político; es una versión tropicalizada del Home Shopping Network donde se anuncian chocolates del bienestar, miel del bienestar, café del bienestar, y próximamente perfume del bienestar, con notas de sargazo y combustóleo. Pero por más productos que anuncien, por más supercomputadoras que presuman, la mañanera ya no ordena el universo 4T. La ficción ya no le gana a los hechos.

¿Y por qué la realidad se impone con tal fuerza? Porque López Obrador dejó tras de sí un embrollo monumental. Hay que seguir endeudándose para pagar los elefantes blancos que él parió con entusiasmo faraónico. Hay más criminalidad porque la política de abrazos y no balazos resultó ser un "pase usted" para cualquier cártel. Hay bloqueos de transportistas, protestas de agricultores, y reclamos de maestros porque Hacienda ya no tiene dinero para lubricar la gobernabilidad al viejo estilo priista. La inversión cae porque el expresidente convirtió la relación con empresarios en una plétora de pleitos personales. Y el Estado ha quedado reducido a cajero automático dedicado a repartir programas, pero incapaz de regular, planear o solucionar nada: ni La Barredora ni el gusano barrenador.

Los siempre ansiosos de encontrar señales positivas en el caos interpretarán la salida de Alejandro Gertz y la llegada de Ernestina Godoy como una demostración de fuerza presidencial. Nada más lejos de la verdad. El proceso para quitar al Fiscal Carnal estuvo plagado de ilegalidades y fue conducido por Adán Augusto López, "el hermano" político, financiero y criminal que controla buena parte del Estado. Gertz no será investigado ni juzgado; recibirá un paracaídas dorado para aterrizar como embajador en Alemania. Y Ernestina Godoy, en lugar de convertirse en símbolo de renovación institucional, será la empleada perfecta del pacto criminal que opera dentro y fuera del gobierno. Lo demostró en CDMX: perseguirá adversarios, no corruptos; opositores, no criminales del régimen.

Sheinbaum paga los costos de lo "Hecho en Macuspana": un modelo de poder sin instituciones sólidas, sin recursos, sin estrategia y sin liderazgo real. Un modelo donde la Presidenta controla casi todo y puede con casi nada. Un modelo en el cual el crimen organizado se entreteje con la Fiscalía y la criminalidad sabotea la gobernabilidad. Si López Obrador tuvo que salir del retiro para respaldar su creación, no es señal de fortaleza, sino de debilidad. De un país que resbala hacia lo que Diego Valadés llama "el feudalismo anárquico": múltiples poderes dispersos, todos opacos, todos voraces, ninguno efectivo.

Ese es el verdadero legado que Claudia Sheinbaum recibió y del cual no logra hacerse cargo. Eso fue lo que se diseñó, se ejecutó y se impuso desde La Chingada. Y, lamentablemente, ese es el lugar donde el país apenas sobrevive, arrodillado hoy.

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Escrito en: Editorial Denise Dresser Columnas Ático

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