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En tres versos cabe el mundo

¿Qué propósito primordial tiene el haikú? Para Basho es la iluminación. Yosa Buson afirma que es apreciar la belleza. Isa Kobayashi señala la compasión por todos los seres.

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ANTONIO ÁLVAREZ MESTA

Hay quien dice que el mundo cabe en un grano de arena. Los alquimistas medievales repetían la frase “como arriba abajo” porque seguros estaban de que el macrocosmos podía comprenderse a partir del microcosmos. Grandes sabios de distintas épocas cobraron conciencia de que purificando la percepción se podía entender el todo en la parte y captar la unidad en la diversidad. Esa inefable comprensión nutre a las artes, y estas a su vez ayudan a encontrar sentidos a la vida.

Entre los medios de expresión artística destaca el haikú, poema breve originado en Japón y que consta de 17 sílabas distribuidas en tres versos (5, 7 y 5). Uno de sus cultivadores, el poeta Basil H. Chamberlain, lo define como “tragaluz abierto un instante sobre un pequeño techo natural, resplandor súbito, sonrisa formada a medias, suspiro interrumpido antes de ser oído”. 

Efrén Rebolledo y José Juan Tablada —ambos vivieron en Japón— apreciaron en la poesía oriental elementos como la economía verbal, el lenguaje coloquial, la visión trascendente, el amor por imágenes a un tiempo precisas e insólitas. El haikú más comentado de Tablada: “Es mar la noche negra;/ La nube es una concha,/ La luna es una perla”. 

Otros escritores de lengua española cultivaron el haikú. Antonio Machado: “Encuentro lo que no busco:/ las hojas del toronjil/ huelen a limón maduro”. José Rubén Romero: “Sesión permanente,/ los viejos del pueblo discuten/ la honra de toda la gente”. Jorge Luis Borges: “Lejos un trino./ El ruiseñor no sabe/ que te consuela”. Elías Nandino: “Una gota de rocío/ y dos pétalos de rosa/ ¡hacen una mariposa!”. Mario Benedetti: “Una campana/ tan sólo una campana/ se opone al viento”. Octavio Paz: “El mundo cabe/ en diecisiete sílabas:/ tú en esta choza”. 

Para Octavio Paz la práctica del haikú conduce a una plena correspondencia entre lo que dicen las palabras y lo que miran los ojos. Afirma que sus rasgos esenciales son la claridad de la imagen, la brevedad y una condensación que parece mágica.

El primer gran exponente en la historia del haikú es Matsuo Basho. En el siglo XVII recorrió a pie el Japón y practicó la meditación zen. “Haikú consiste en descubrir lo que sucede en este momento y en este lugar”. Su más citado: “Un viejo estanque,/ Una rana se salta/ El sonido del agua”.

En Japón, además de Basho, se mencionan como maestros del haikú a Yosa Buson, Issa Kobayashi y Masaoka Shiki. Veamos haikús suyos. Yosa Buson: “Cuando nada, la rana/ está en un estado/ de completa entrega”. Issa Kobayashi: “De no estar tú,/ demasiado enorme/ sería el bosque”. Masaoka Shiki: “Qué distinto el otoño/ para mí que voy/ para ti que quedas”.

¿Qué propósito primordial tiene el haikú? Para Basho es la iluminación. Yosa Buson afirma que es apreciar la belleza. Isa Kobayashi señala la compasión por todos los seres. Lo que distingue al haikú es revelar la permanente transitoriedad de la realidad con las palabras justas. En él se trasciende el ego y el apego, se deshace el espejismo; en un instante luminoso se capta la realidad. La experiencia fresca, la conexión vivencial y sin prejuicios son lo relevante. Así se trasciende la separación. Y paradójicamente, se descubre que el silencio es elocuente y que en las ausencias se encuentran las presencias sustanciales. 

La estética en esta forma poética es alusiva. Se prefiere la insinuación a la declaración tajante. Lo explícito atenta contra el misterio. El misterio nos lleva a callar o a esbozar lo esencial. La escritora Soraya Salas da en el punto: “Sobran palabras,/ el eco de la ausencia/ lo dice todo”. Octavio Paz, imbuido por la sensibilidad oriental, fascinado expresó: “(La poesía) dice lo que callo, calla lo que digo, sueña lo que olvido. No es un decir, es un hacer. Es un hacer que es un decir. La poesía se dice y se oye: es real. Y apenas digo es real se disipa. ¿Así es más real?”

El haikú saca eternidad del instante fugaz; nos lleva a extraviarnos en lo cotidiano para reencontrarnos en lo maravilloso. En los tres versos del haikú cabe un mundo.

 Correo-e: antonioalvarezmesta@hotmail.com

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