Un latinoamericano fustigó en el medio francés Le Monde diplomatique en mayo: "El viejo orden está muerto. ¿Y ahora qué?". No era un mexicano el que hablaba de poder, sino un brasileño. El influyente Celso Amorim pidió evitar la "confrontación con el superpoder", pero llamó a reconocer nuevas fuerzas. Parecía una carta dedicada a México.
En los siglos recientes se construyó la idea de un Estados Unidos poderoso y un México débil. Se acompañó con discursos políticos y creencias populares. Las evidencias muestran que tanto estadounidenses como mexicanos poco se han esforzado por conocer en profundidad al vecino.
Decía Mario Ojeda que en EU tienden a verse a más grandes de lo que son y nosotros, menores a lo que somos. La población mexicana es potente a nivel mundial, si bien, 129 millones son poco frente a 336, en comparativa. El poder nacional mexicano no es para nada pequeño si se mide su territorio o recursos naturales, nuestro error es cegarnos ante la fogata de enfrente.
En el plano mundial pasa algo similar. Es cómodo para nosotros evitar el protagonismo en seguridad, porque implica presupuesto y compromisos de guerra y paz. Y es confortable para la comunidad internacional sólo considerar a un poder latinoamericano, que sería Brasil. Ni en el G7, G20, Davos o la Conferencia de Seguridad de Múnich los mexicanos han sido interlocutores globales sobre migración, fronteras o fentanilo, temas que hoy afectan la seguridad internacional más que otros ahí discutidos. Se abordan Ucrania y la crisis humanitaria en Gaza como intereses de todos, y lo son. Mas no se prioriza la tragedia de millones de indocumentados o el renacimiento de muros parecidos al de Berlín.
En las viejas reglas México ha jugado al débil y Estados Unidos al fuerte. Sin embargo, el tablero ha cambiado. La economía mexicana es de las más importantes, lo que se refleja en el Grupo de los 20 (G20). Mientras que es 15 veces más pequeña que la de EU en términos nominales, es 20% más grande que la Países Bajos, Bélgica y Luxemburgo, juntos.
Hay 47 millones de mexicanos de clase media, que son valorados por la Unión Americana, no sólo en términos de poder de compra, sino de desarrollo. El estadounidense promedio es 6 veces más rico que un mexicano, comparando el ingreso per cápita ($85,000 vs $14,500 dólares en 2024). Pero México se convierte en el mayor comprador de los "americanos", superando a Canadá ($28.2 mmd sólo en mayo). En esta medición, los mexicanos no son pobres, ni débiles.
Por otro lado, ciertos sectores de México arrastran un estereotipo donde los vecinos del norte tienen menos cultura y son menos educados. Percepción errónea, poco conocemos a los más de 300 millones de estadounidenses y lo que ellos discuten en inglés. Asimismo, 106 millones de "americanos" han asistido a una universidad, es decir, más que todos los adultos mexicanos juntos. Con esas pruebas, nuestra mayor debilidad es la educativa, aunque somos fuertes en otros factores de poder.
Es momento de replantear fortalezas y debilidades en los dos lados de esta frontera norteamericana y también frente al mundo. Quizá debamos reflexionar sobre otra indirecta lanzada por Amorim en Múnich: "Más que llorar por el viejo orden, hay que construir uno nuevo".
*Especialista en geopolítica