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Saúl Rosales

¡Felices 85 años! Celebran la vida del escritor Saúl Rosales Carrillo

(RAMÓN SOTOMAYOR)

(RAMÓN SOTOMAYOR)

SAUL RODRÍGUEZ

La Biblioteca José García de Letona, al interior de la Alameda Zaragoza, presenció un concierto de ovaciones. La noche del martes y su mano de sombra se iluminó por un escritor a punto de cumplir 85 años de vida. Entre esos estantes atiborrados de libros y la sala donde alguna vez se sentó a leer en silencio mientras era director del recinto cultural, Saúl Rosales Carrillo protagonizó un emotivo homenaje.

Fue un evento organizado por la revista Siglo Nuevo en colaboración con el Instituto Municipal de Cultura y Educación (IMCE). Al llamado acudieron sus alumnos y amigos: Nadia Contreras, Ruth Castro, Arcelia Ayup Silveti y Jaime Muñoz Vargas. En punto de las 19:00 horas, Saúl Rosales los recibió en la mesa, como si fuese una velada en su hogar. Atento escuchó sus palabras, esas que tejieron reconocimientos, loas, anécdotas, recuerdos transformados en secuencias de imágenes.

Si Saúl Rosales es don Quijote, la palabra es su Sancho Panza, siempre fiel compañera de vida. Con ella va por el terruño lagunero, como un escritor andante. Ingenioso poeta que en versos enfrenta a gigantes disfrazados de molinos, ensayista que aborda cualquier tema con una armadura de argumentos, prosista que reconoce al ritmo como el mejor corcel para cabalgar ideas.

Ante un público que llenó la sala, los panelistas respondieron a tres preguntas propuestas por el moderador: ¿Cómo conocieron a Saúl Rosales? ¿Qué libros del autor recomiendan leer y por qué? ¿Cuál es la importancia cultural que ha tenido en La Laguna?

Tras las repuestas, los gestos, los relatos, las vivencias, las risas. Los momentos junto a Saúl que retomaron color desde esa escala de grises que tiñen los ayeres. Luego el presente, hablar de su obra, de su capacidad para surcar toda corriente literaria. Y finalmente, la descripción de su legado como maestro de incontables generaciones.

"LES ESTOY AGRADECIDO"

Entonces asumió la palabra y, antes de hundirse en el fondo de su hoja impresa, Saúl ironizó —es su costumbre, le sirve para sacudirse los nervios—. “Me voy a ir muy preocupado esta noche, porque se han vertido tantos elogios que, cuando yo hable con alguna gente, van a decir: ‘¡Achis, este no es! No se parece al que estuvieron elogiando aquella noche’. Soy poco dado a improvisar, me cuestan mucho trabajo las entrevistas cuando tengo que estar frente a una cámara o frente a un micrófono”.

Así recurrió al texto de su hoja, se cobijó con las palabras entintadas en ella, como aquel niño protagonista de la novela América es mi patria (1955), de Wilfredo L. Cantón —la primera que leyó a los doce años de edad—, cuando el personaje se oculta en los botes salvavidas y luego zarpa en un barco rumbo a una ventura oceánica. Rosales recurrió al poeta Horacio y su Epístola a los Pisones. Puso el dedo en el apartado 23, donde se indica que Roma es demasiado indulgente con sus poetas.

“La amonestación le surge al escritor latino al considerar que no todos los que opinan sobre la obra literaria están calificados para hacerlo o porque los críticos blandos perdonan a los autores defectos y errores que deben ser corregidos. Para explicarme esta honrosa circunstancia en que generosamente me han colocado —digo ‘circunstancia’ por evitar la palabra ‘homenaje’—, en donde aparezco como objeto de la indulgencia comarcana, adapto la observación del poeta Horacio para decir: ‘La Laguna es demasiado indulgente con Saúl Rosales’. Tal afirmación se muestra al preguntar cuáles pueden ser los méritos de Rosales junto a los de sus coterráneos”.

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Y sin medir su admiración, celebró los nombres de otros autores laguneros como Jaime Muñoz Vargas, Vicente Alfonso, Carlos Velázquez, Pablo Arredondo, Óscar Bonilla, Alfredo Castro, Fernando Fabio Sánchez, Gerardo Muñoz, Marcela Soto, Nadia Contreras, Magda Madero, Angélica López Gándara, Arcelia Ayup Silveti, Ruth Castro, entre muchos otros que no alcanzó a mencionar.

“Todos ellos han saltado las vallas comarcanas para llegar muy lejos. Y ciertamente, para volver al señalamiento de Horacio, La Laguna, mediante los organizadores y patrocinadores de este acto, es demasiada indulgente conmigo porque mi obra escrita y mi trabajo a favor de la cultura, especialmente de la literatura, no han sido nada extraordinarios, sino apenas corta obediencia de los impulsos vitales característicos de todos los seres humanos”.

Habló de su cariño a la Comarca, del amor a su madre y a sus hijos. Invitó a dar vistazos a su pasado, cuando viajó a Ciudad de México y se empapó de conocimientos literarios y culturales que después trajo a la región en talleres que condujo, clases que impartió, cursos que inventó, periodismo que practicó, conferencias que dio, concursos que generó y ediciones que promovió. “A todos les estoy sumamente agradecido”.

Al terminar, inmensos aplausos pusieron al maestro y al público de pie. La percusión de las palmas agitó el silencio de la biblioteca. Los organizadores le entregaron un reconocimiento, las mañanitas se entonaron y sólo quedó una frase que remite a un texto de Jaime Muñoz Vargas: Queremos tanto a Saúl.

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