Al cierre de este 2025, fuimos testigos de dos personajes que robaron reflectores la semana pasada en sus respectivos campos profesionales con motivo de su trabajo.
En vísperas de la navidad, la Ciudad de México fue el epicentro de la euforia que se vivió en el estadio GNP Seguros donde durante ocho días el cantante puertorriqueño y fenómeno musical Bad Bunny (Benito Antonio Martínez) se presentó, agotando las taquillas en todas sus fechas no sólo en la capital mexicana, sino en todas las ciudades que formaron parte de su última gira. Desde hace años este joven latinoamericano ha rebasado cualquier expectativa, convirtiéndose no sólo un líder en la música, sino culturalmente.
En la CDMX, más de medio millón de personas tuvieron la oportunidad de ver el espectáculo, y, según la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo (CANACO) de la Ciudad de México, la derrama económica en esos días habría sido de 3 mil 228 millones de pesos.
En efecto, parece que todo lo que toca el joven Benito Antonio Martínez, Bad Bunny, se convierte en mainstream y deja una huella no sólo en sus devotos fans, sino en las localidades donde se presenta, como fue nuestra capital metropolitana.
"La gran importancia de Bad Bunny es que se volvió tan gigante que logró convertir el mainstream en un montón de cosas que de otra manera no lo serían, ya sea hablamos de una salsa, de una plena puertorriqueña. Incluso, del debate de la gentrificación", señaló Pablito Wilson, autor del libro Reggaetón: Una revolución latina, y también editor de la revista Billboard Colombia.
Tan atinadas son las palabras de Wilson que no por nada Bad Bunny será la estrella en el show de medio tiempo del Super Bowl en febrero próximo, en una coyuntura particular en ese país a la cual el fenómeno puertorriqueño ha sido cauteloso, mostrando que también tiene sensibilidad para los temas políticos.
Ahora bien, en la política mexicana emerge también un personaje que, al igual que el cantante latino, en tan sólo en algunos años ha tenido una meteórica carrera y, con base en su profesionalismo, trabajo duro, disciplina e inteligencia, se ha convertido en uno de los colaboradores más efectivos del actual gobierno. Su carisma también lo convirtió en un activo importante en Morena, al ganar una senaduría en las elecciones del 2024.
Su popularidad como la de Bad Bunny, llega al extremo de ser una fotografía muy codiciada, tanto por hombres y mujeres políticas como la población en general. Es como estar en la casita de Bad Bunny, un lugar muy disputado como pocos en el último año.
Sabes que me refiero al Supersecretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch.
Su labor cotidiana lo ha convertido en un personaje estratégico en la relación bilateral con Estados Unidos y en la política de seguridad de México. Tan es así que en este mes fue el centro de atención de dos medios internacionales de alto impacto: el New York Times y The Economist, donde fue elogiado tanto por su trayectoria como por su actual labor en el gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Sin duda, Omar García Harfuch es el fenómeno de la política mexicana, cuyo salto a la arena pública fue precisamente cuando la titular del Ejecutivo Federal gobernó la CDMX apenas en 2018. Como directora de la orquesta y bajo su conducción, la mandataria federal ha sido la impulsora de la carrera política del Batman de México, como también se le conoce al funcionario.
Pero la música es una buena consejera que con sus melodías o letras musicales realiza. Así, el Supersecretario va con paso firme como se requiere en estos menesteres y despacio, pero sin pausa, cuando es necesario, porque todavía falta camino que recorrer como lo dice la canción Despacito de Luis Fonsi -quien por cierto estuvo en la casita de Bad Bunny- y Daddy Yankee, de la disquera Universal Music, que vendió 24 millones de copias.
Sólo me queda desearles a todas y todos un feliz, armonioso y saludable año nuevo. ¡Namaste!
*Abogado y activista, maestro en Ciencias Penales