Torreón PASA peregrinaciones Influenza Vacunación Presupuesto 2026

peregrinaciones

Guardianes de la memoria ferroviaria de La Laguna

Raquel Saucedo y José Concepción Pérez tienen vidas que corren paralelas a las vías del tren

Guardianes de la memoria ferroviaria de La Laguna

Guardianes de la memoria ferroviaria de La Laguna

DANIELA CERVANTES

Ahí van, entre la multitud de la peregrinación. Van despacio, en silla de ruedas, pero con la misma firmeza de cada año. Avanzan con sus memorias cargadas a cuestas, entre cánticos y danzas que retumban fuerte sobre el asfalto. Son parte de la caminata anual que los ferrocarrileros (activos y jubilados) realizan cada 7 de noviembre hasta la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en Torreón.

Ahí van, entre la multitud sobresale su pelo cano. Él se llama José Concepción Pérez Gallardo y ella Raquel Saucedo García. Ambos de 85 años, ambos con vidas que corren paralelas a las vías del tren. En sus miradas se adivina el brillo de la nostalgia: no solo peregrinan por fe, también por remembranza.

José Concepción comenzó su historia ferroviaria en 1957. Aún recuerda el olor del metal y el peso del martillo cuando ingresó al departamento de vía.

Ya cuando concluye la peregrinación el exferrocarrilero platica: "Trabajé en cuatro departamentos: de villa, puente, edificios… y ya al final me jubilé como guardavías".

Rodeado de su familia, dice en tono de orgullo, pero también de melancolía que "Me jubilaron en el 92, cuando se transformó Ferrocarriles Nacionales en Ferromex. Nos corrieron, pero ya me había ajustado yo: tenía mis sesenta años. Fue mi vida entera ahí".

Habla con las manos, como si aún señalara cómo se comunicaban los llamados garroteros, esos hombres encargados de frenar los vagones a fuerza de señales y de reflejos.

"Antes no había celulares, ni radios. Si un carro iba frenando, había que salir a gritar o hacer señas. Todo era manual. Si se quemaba el carro, lo sabías por el humo, no por una alarma. Era duro, pero bonito", pronuncia con cierto brillo en sus ojos.

En otro punto, dentro de la Parroquia está Raquel Saucedo, ha concluido la peregrinación y espera paciente que arranque la misa. Ella, comparte con una sonrisa, pertenece a una familia de tres generaciones de ferrocarrileros.

"Mi abuelo fue jefe de vía desde 1890. Luego siguieron mis tíos, mis padres, mis hermanos… toda mi familia", dice.

Su historia, manifiesta también comenzó al pie de las vías: "Desde los tres años veía pasar los trenes porque vivíamos junto a la compresora. Ahí crecí. Mi mamá fue secretaria en el ferrocarril, mi papá garrotero de patio. Yo no trabajé ahí, pero el ferrocarril fue mi casa y fue también mi vida".

Raquel hurga en su memoria para transportar imágenes del pasado al presente. Recuerda la primera estación, aquella que estuvo activa hacia 1945, cuando el tanque de agua servía para llenar las locomotoras.

"Vivíamos enfrente. Yo esperaba a mi padre en la puerta cuando llegaba de trabajar".

Los dos octogenarios coinciden en algo: el ferrocarril no solo fue empleo, sino la columna vertebral de una ciudad que se expandió al ritmo del silbato.

"Fue el crecimiento de Torreón", dice José Concepción. "Tenía salidas a todos lados: Durango, Monterrey, Aguascalientes, Guadalajara. Todo pasaba por aquí. Las vías traían progreso".

Raquel asiente. "El ferrocarril dio mucho trabajo. Teníamos pase anual para viajar a donde quisiéramos. Subíamos al tren y nos íbamos. Era una vida bonita. Mi abuelo fundó las vías de aquí a Durango y de aquí a Jiménez. Andaba en un carrito dirigiendo la obra. Imagínese, era jefe de vía. Yo crecí oyendo esas historias, viendo a mi familia ir y venir con el silbato de fondo".

En cambio para José Concepción, el oficio fue una herencia. "Mi padre trabajó desde 1921. Él me metió en el 57. Pero mis hijos ya no quisieron seguir. Era un trabajo muy duro, de obrero. En el 58 anduvimos traspasando carros por el puente del Agua, cuando se cayó un doqui en Torreón. Bendito sea Dios que salimos vivos".

Tras jubilarse, fue convocado por un ingeniero (Bustamante, recuerda bien el apellido) para colaborar en el traslado de la máquina y los carros que hoy se exhiben en el Museo del Ferrocarril. "Yo puse las vías, traje la máquina, los carros, todo".

A su edad, ambos conservan una lucidez asombrosa. Hablan del ferrocarril con la devoción que los alienta a peregrinar cada año.

"Desde 1954 no he fallado", dice Raquel. "Aunque me lleven como me lleven, yo no falto. El ferrocarril lo llevo en la sangre".

José Concepción asiente, con una sonrisa que mezcla orgullo y resignación. "Ya no es lo mismo. Antes había mucho trabajo, todo era esfuerzo humano. Ahora todo lo hacen las señales, las computadoras. Pero el ferrocarril sigue siendo nuestra vida. Fue lo que nos dio de comer, lo que nos hizo ser lo que somos".

En la peregrinación, los rezos se mezclan con recuerdos. Algunos llevan uniformes antiguos, otros gorras ferrocarrileras y pañuelos rojos colgados en el cuello. Los acompañan sus hijos y nietos, aunque pocos siguieron el oficio. Avanzan entre los puestos, con flores, estandartes de la virgen María.

Raquel se queda a escuchar la misa. Agradece que su historia y la de su familia se cuente. José Concepción, después, disfruta un desayuno cálido con su familia. Ambos en silencio atesoran en su memoria imágenes que se perdieron, ambos, quizá sin saberlo, representan una especie de guardianes de la memoria ferroviaria de La Laguna.

Leer más de Torreón / Siglo plus

Escrito en: peregrinaciones Ferrocarrileros

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Torreón

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Guardianes de la memoria ferroviaria de La Laguna

Clasificados

ID: 2428025

elsiglo.mx