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Han quedado listos los instrumentos para acabar con la democracia

JUAN ANTONIO GARCÍA VILLA

Algunos integrantes de la comentocracia opinan que el panorama político nacional está muy complicado. Así parece, en efecto, pero en realidad no lo está tanto si se ven las cosas con frialdad y se tienen en cuenta algunos datos que suelen no tenerse presentes. Pero que vale la pena recordar y poner en su exacta dimensión.

Por los acontecimientos recientes, la sociedad se siente insegura, atemorizada. Sectores importantes están preocupados -con razón- por la escalada oficialista que sin miramientos avanza desconociendo derechos y libertades, que con grandes esfuerzos se habían alcanzado y ahora sienten que se pierden de un plumazo.

Datos para preocuparse sobran. Hemos visto convertirse en realidad lo que a muchos pareció una pesadilla de imposible materialización. Que el régimen, vía unas elecciones tan absurdas como ridículas, previas tortuosas reformas a la Constitución consumadas incluso por métodos gangsteriles, a través de comicios pésimamente organizados y carentes de toda legitimidad al haber sido desairados por nueve de cada diez ciudadanos, el gobierno morenista capturó al Poder Judicial.

Para todo efecto práctico ese Poder, a partir del próximo 1 de septiembre, dejará de ser independiente y estará totalmente sometido al único que quedará, el que ordena al Legislativo que a sus iniciativas no se atreva a cambiarle una sola coma, Poder por cierto que no parece encabezar su actual titular sino el anterior. Las cosas como son. Y ay de aquel juez o magistrado que se aparte de las consignas, porque tendrá que enfrentar, sin medio alguno de defensa, al llamado Tribunal de Disciplina Judicial, órgano de corte clara y abiertamente inquisitorial, como el de hace más de doscientos años.

El anterior es sin duda el mayor y más grave atentado que la República, sus instituciones, la democracia y el Estado de derecho han sufrido en los dos siglos de historia independiente del país. Pero aquí no se ha detenido la escalada gubernamental. Ha continuado. Al efecto, el oficialismo convocó a un periodo extraordinario de sesiones del Congreso, para de manera atropellada continuar, a la sombra, sin tiempo para analizar con seriedad y detenimiento las iniciativas sometidas a su consideración, dar el que creen es el manotazo final.

Luego de tal periodo extraordinario, en preparación para lo que viene, cuando las cosas se le compliquen al gobierno de Morena en grado extremo, más de lo que ahora nos podemos siquiera imaginar, tiene ya a modo la ley y los instrumentos para espiar, vigilar y someter por los peores métodos a los ciudadanos que se atrevan a exigir, protestar y reclamar las medidas que como consecuencia de sus locuras y excesos y para no perder el poder, se verá en la necesidad de tomar el régimen.

No tiene otra explicación posible la militarización de la seguridad pública, o el haber aprobado los mecanismos para tener sujetos a espionaje permanente a los ciudadanos, establecer restricciones inadmisibles a la libertad de expresión, y otras medidas de control propias de regímenes abiertamente autoritarios, sin que exista ya un poder Judicial que impida tales arbitrariedades.

Por eso se dice que el panorama parece complejo pero en realidad no lo es. Porque una economía que lleva ya casi siete años prácticamente sin crecimiento, una deuda pública que ha alcanzado niveles estratosféricos, cuyo servicio tarde o temprano habrá de colapsar las finanzas públicas, el patético declive de la inversión productiva y una serie de consecuencias de ese tenor, tendrán pronto su natural consecuencia. Y siguen al efecto el libreto venezolano chavista.

¿Quién se podrá sorprender si eso ocurre? Lo extraño es que no se vea con claridad lo que tarde o temprano necesariamente habrá de suceder. Y eso que en el anterior planteamiento no se menciona la creciente e insoportable violencia que azota al país, aunque el gobierno falsamente sostenga otra cosa, y el resultado de un eventual conflicto de grandes proporciones con el gobierno de Trump. Sin hacerle al adivino, ya veremos.

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