
Sismo en septiembre (ESPECIAL)
Con septiembre llegó el temor colectivo por el recuerdo de los sismos que han ocurrido en este mes, en 1985 y el de 2017. Pero a decir del investigador del Departamento de Sismología del Instituto de Geofísica de la UNAM, Raúl Valenzuela Wong, la pérdida de vidas y de los daños materiales que ocasionaron esos movimientos telúricos contribuyeron a fortalecer mitos y creencias.
Según la vox populi, tradicional, ahora mayormente esparcida por medios digitales, algunas situaciones sin que la ciencia les dé sustento derivan presuntamente en movimientos telúricos, como: la entonación en las fiestas patrias del fragmento "y retiemble en sus centros las Tierra…"; el ascendente calor; la temporada de lluvias; hasta una presunta "ley de atracción" o cómo el poder del pensamiento atrae esos acontecimientos.
Pero Valenzuela Wong explica que los sismos son sucesos que se producen a decenas de kilómetros de profundidad por debajo de la tierra, y realmente el efecto del calor, del frío o de la lluvia no inciden para generar algún movimiento telúrico.
Otras de las creencias en México es que son producto de un "castigo divino", o quizá de los continuos simulacros con los que se ha fortalecido la cultura de la protección civil; o más aún, que existen "señales de predicción" como "nubes aborregadas", cielo rojo, o la conducta en ciertos animales como los perros domésticos.
El glosario popular ha nombrado a dicho mes como "septiemble", quizá por una presunta recurrencia del fenómeno tectónico, algo que desmiente Valenzuela Wong.
Tal vez esté justificado asociar septiembre con la ocurrencia de esos acontecimientos. Sin embargo, es importante mencionar también que la Ciudad de México y el país son zonas sísmicamente activas, y la posibilidad de que acontezca uno importante está presente en cualquier momento, y no limitada a determinado mes, independientemente de los numerosos ejemplos recientes que podamos tener en dicho periodo, precisó.
La era digital trajo consigo el reforzamiento de ciertas creencias alejadas del rigor científico, como las predicciones viralizadas de una o un "vidente"; o la presunta periodicidad que indica que cada 30 años sucede un terremoto. Claramente, alerta el especialista en Sismología, a los temblores ocurridos en septiembre en los últimos 40 años, la gente asocia al mes con estos acontecimientos naturales.
Sin embargo, es importante mencionar que otros significativos -no tanto por la destrucción o los decesos ocasionados- se presentaron en febrero de 2018, junio de 2020, incluso de magnitud 7 o más, acotó el universitario.
Recordó que si nos remitimos a la historia encontraremos que el denominado "sismo del Ángel", aquel que derribó parte de la columna de la Independencia en 1957, fue en julio; hubo otro en marzo de 1979, que algunos han llamado el "sismo de la Ibero" porque en ese entonces la Universidad Iberoamericana estaba construida en la colonia Campestre Churubusco.
En la actualidad, abundó el investigador, tenemos mediciones con GPS, si las realizáramos en los lugares adecuados, contáramos con suficientes instrumentos de este tipo y tuviéramos estos datos disponibles en tiempo real y monitorearlos de manera continua, probablemente nos pudieran permitir realizar un pronóstico, que no hemos podido lograr. Sin embargo, no deja de ser un fenómeno complejo y difícil de estudiar.
Sobre la creencia popular de que animales como los perros podrían predecir o alertar sobre un movimiento telúrico, el titular de la Unidad de Búsqueda y Rescate K9 de la UNAM, Julio Velázquez Rodríguez, explicó:
"Existen estudios que aseguran que tienen ese aspecto sensorial -que no creo que sea mágico-, lo cual forma parte de su sensibilidad auditiva mediante la que perciben el proceso del movimiento de la Tierra, pero me parece que de manera limitada. Es decir, no creo que haya demasiada posibilidad de que lo hagan con antelación. Son características que todavía no se exploran con mayor rigor científico, manifestó.