La decisión de experimentar la maternidad o no ha sido atravesada por historias creadas a partir de lo que escuchamos de nuestras madres, abuelas u otras mujeres que nos rodean; incluso de discursos institucionales, religiosos, políticos o culturales, los cuales se han sostenido como el poder narrativo de la identidad, es decir, han sido parte de la construcción sobre la concepción de cómo somos, debemos ser o nos hacemos mujeres. También existen discursos que vamos construyendo a partir de nuestras propias vivencias y que contradicen lo establecido socialmente, pero a veces es inevitable no culparnos de ir contracorriente.
Hoy reflexionaré sobre los discursos dominantes con el propósito de generar conciencia acerca de qué tanto somos cómplices de su propagación. Los de carácter opresor son numerosos, por ejemplo, cuando se afirma que la maternidad es el destino natural, el único o el mejor para la realización personal. Es más, se dice que todas tenemos instinto maternal y se nos hace responsables directas de la reproducción humana, y cuando decidimos no ser madres somos tachadas de egoístas. Considero que la mujer tiene el derecho de elegir libremente su proyecto de vida, sin someterse al escrutinio público, tal como el hombre es libre de elegir ser o no padre, o cómo serlo.
Otra creencia difundida es que hay que ser abnegadas, sumisas y sacrificadas, pues nos debemos al cuidado del otro. Aún ahora muchas reciben críticas por trabajar o estudiar siendo madres, debido a que la crianza se ve afectada. Precisamente de esta circunstancia surge otra narrativa, pues cuando el hijo o la hija “falla” se culpa a la madre porque no se mantuvo al pendiente de su desarrollo. Esto nos provoca sentimientos de culpa por no estar a la altura de las expectativas sociales, ya que nos sentimos fuera de la norma.
Un mandato más se relaciona con el deseo divino, ya que se asegura que Dios hizo a la mujer para dar fruto y, por tanto, no tener hijos es ir contra natura. Entonces, ¿qué pasa con aquellas mujeres que no pueden o no quieren engendrar? ¿Dejan de ser hijas de Dios? Actualmente muchas féminas se sienten culpables de utilizar anticonceptivos para evitar embarazos, de someterse a una salpingoclasia o de utilizar remedios que posterguen la maternidad, dado que tales opciones no son compatibles con la práctica de algunas religiones.
Ser madre transforma la percepción respecto de nuestro cuerpo, tiempo, prioridades y las historias que nos contamos a nosotras mismas o a los demás. Así que debe de ser una determinación tomada en libertad por aquella que a lo largo de nueve meses llevará en su vientre a otro ser humano, a quien amará toda la vida. Analicemos cómo las elecciones por las que nos inclinamos durante nuestra existencia son atravesadas por mandatos sociales poco o nada relacionados con nuestros deseos, necesidades o posibilidades. Construyamos nuestra identidad de manera responsable y libre. Seamos seres que den origen a nuevas historias, más respetuosas de la dignidad humana, pues con las que hemos crecido no lo son.
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