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CLAUDIA RIVERA MARÍN

CUANDO EL CABALLO MUERE

Enfrentarse al cambio siempre es difícil, sobre todo si no proviene de la propia elección o es fruto de una reflexión que nos ayude a entender sus beneficios. En el ámbito de la gestión organizacional e incluso en la vida personal, la toma de decisiones efectivas es vital para la supervivencia y el crecimiento. A pesar de la evidencia, muchas organizaciones insisten en conservar prácticas, proyectos o estrategias obsoletos. Es aquí donde entra en juego la antigua metáfora conocida como "teoría del caballo muerto", que parte de una sencilla idea: cuando descubres que estás montando un caballo muerto, la mejor estrategia es desmontar.

Sin embargo, en la práctica, desmontar no siempre es la primera opción pues, aunque parece de lógica elemental cambiar lo que no funciona, a menudo resulta difícil reconocerlo y continuamos invirtiendo en ello tiempo, recursos o energía aunque sea improbable tener éxito. En lugar de aceptar la "muerte del caballo" -que puede representar una política, un producto, un procedimiento, un paradigma o incluso una relación laboral- muchas veces se opta por mantenerlo vivo artificialmente. Las organizaciones aplican medidas como comprar una montura nueva, contratar consultores para analizar al caballo, cambiar al jinete, replantear los requerimientos del caballo o modificar su alimentación. Son acciones que, pese a su disfraz de innovación o compromiso, no resuelven el problema de fondo: el caballo sigue muerto. Esta teoría representa apego y ceguera. Seguramente todos podemos relacionarnos con ella, cuando nos cuesta trabajo abandonar un proyecto al que le hemos apostado tanto e intentar nuevas cosas para seguir creciendo y buscar los resultados deseados.

La pregunta obvia sería ¿por qué insistimos en montar un caballo muerto? Su respuesta suele radicar en factores psicológicos y culturales. Un claro ejemplo sería la "falacia del costo hundido", concepto desarrollado por varios economistas y psicólogos que se explica como un error de razonamiento muy común en los negocios y en las relaciones personales que se produce cuando una persona decide continuar con un proyecto, inversión o situación simplemente porque ya ha destinado tiempo y recursos, aunque la evidencia muestre que lo más sensato sería abandonarlo. En otras palabras: se mantiene una decisión por miedo a perder lo invertido, sin admitir que esos recursos son irrecuperables. A esto se suma el temor al cambio o el orgullo que nos impide aceptar un error.

La teoría del caballo muerto es útil porque nos obliga a cuestionar nuestra resistencia a dejar ir, lo cual requiere un profundo análisis, valentía y voluntad, así como humildad para saber reconocer los errores. Darse cuenta de que es momento de desmontar no es una derrota, sino una decisión inteligente que abre la puerta a nuevas oportunidades. Por eso las organizaciones modernas deben fomentar el pensamiento crítico, la evaluación continua, la adaptación al cambio basado en información confiable y el coraje de cerrar ciclos. Así, desmontar a tiempo puede ser el primer paso para montar un caballo más fuerte, más rápido… y, sobre todo, vivo.

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