
Repesentación. Cinco laguneros fueron parte de los 135 músicos que este año integraron a la OSIM.
En el marco del 118 aniversario de Torreón, debe resonar el papel de jóvenes músicos que han puesto en alto esta tierra. El verano fue testigo: cinco estudiantes del Instituto de Música de Coahuila (INMUS) y miembros de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Torreón (OSIJUT) fueron seleccionados para participar en el 33 campamento de la Orquesta Sinfónica Infantil de México (OSIM), celebrado del 12 de julio al 4 de agosto.
Bernardo Sada, Dana Paola Santillán Reyna, Andrés Ramírez, Emiliano Márquez y Dania Ortiz Ramírez, chicos laguneros de entre 16 y 18 años, profesan un amor profundo por la música. Su joven andar por los pentagramas ha rendido frutos con su reconocimiento a nivel nacional, al ser parte de los 135 músicos que en 2025 conformaron a la OSIM.
Instrumentada en 2001 por el Sistema Nacional de Fomento Musical (SNFM), la OSIM se distingue por reunir en un mismo escenario a los mejores jóvenes músicos del país menores de 17 años. Cada año, a partir de una convocatoria, selecciona a los instrumentistas más destacados de las orquestas juveniles de México. Los elegidos obtienen una beca del cien por ciento durante el verano que incluye hospedaje, alimentación y transportación desde la Ciudad de México a todas las actividades programadas por la OSIM.
En esta ocasión, los cinco alumnos del INMUS tuvieron la oportunidad de vivir la experiencia. Para algunos fue la primera vez, otros ya habían asistido en años anteriores. "Al encuentro de la música, el oído no puede cerrarse", escribe el francés Pascal Quignard. La emoción hace vibrar a los chicos: recuerdan el campamento, las intensas jornadas de clases y las distintas presentaciones alrededor del país, especialmente el concierto de clausura en el Palacio de Bellas Artes del pasado 3 de agosto, con la dirección de Roberto Rentería.
El llamado a la OSIM se da tras una primera audición donde el aspirante busca ser parte de una sección de orquesta. Una vez en el campamento (que esta ocasión tuvo como sede al Centro Vacacional IMSS Atlixco-Metepec, en Puebla), compite contra otros músicos de su área para ganarse una silla sobre el escenario. En total, durante dos semanas, se imparten ocho horas de clases (cuatro por la mañana y cuatro por la tarde). Posteriormente, en la tercera semana, se organiza una gira nacional de conciertos, la cual en 2025 visitó escenarios de Hidalgo, Tamaulipas, Morelos, Tlaxcala, Veracruz, Puebla y Ciudad de México. El nivel es alto y las exigencias vastas, pero los jóvenes laguneros concuerdan que merece la pena.
Los cinco chicos se encuentran en el Teatro del INMUS, antes de ensayar con la OSIJUT bajo la dirección del maestro Ethan Eager. Cargan sus instrumentos: dos violines, un cello, un clarinete y un corno francés. Toman un lugar en las butacas. De fondo se escucha el Danzón No. 2 de Arturo Márquez y ansían empezar a tocar, pues sienten que el sonido los convoca. Ante la grabadora, sus palabras son tan sinceras como su amor a la música.
Emiliano Márquez tuvo un encuentro obligado con el violín apenas a los seis años. "Es la historia de muchos", dice, "pero obviamente después me gustó". En su maestra, Romana Lekhnyk (asistente de concertino en Camerata de Coauila), tiene un gran ejemplo de seriedad y dedicación. Eso le permite aspirar a grandes cosas. El hoy concertino de la OSIJUT tiene 17 años y desea tocar un repertorio de mayor amplitud, aumentar su versatilidad para interpretar partituras como la del Concierto para violín No. 1 de Shostakovich. En 2022 fue el primer lagunero en ser seleccionado en la OSIM. Hoy ha repetido el logro y lo celebra.
"Fue un poco loco. Y lo sigo contando con orgullo. Sí se conocía la OSIM, pero no se difundía tanto, hasta que una persona me mandó la convocatoria por WhatsApp y me interesó. Así conseguí hacer tres años ser el único de Coahuila en ir. No sabía a lo que iba. Cuando me subí en el avión dije: 'No, esto no es real'. No sabía, no tenía idea".
Dana Paola Santillán, también de 17 años, abraza su cello como se abraza a un amigo. Lo cuida, lo conoce bien, pues lo toca desde los nueve. ¿Por qué lo eligió? Se debió a su sonido profundo y a un recuerdo que todavía resuena en su memoria: un concierto de Camerata de Coahuila que tuvo de solista a la maestra Laila Kanniña. Ver a esa mujer ejecutar aquel cuerpo de madera y cuerdas le generó un gran impacto.
"OSIM fue muy interesante. El año antepasado ya había audicionado, pero este año sí me aceptaron. En parte quedé muy sorprendida de que me aceptaran. Toda la experiencia fue interesante: conocer nuevas personas, por todos los que me apoyaron, mis papás, mi maestro de cello. Aprendí mucha técnica, a tener seguridad en mí misma al momento de proyectar el sonido".
Por su parte, Andrés Ramírez Olivares, de 16 años, tiene de compañero al clarinete. Llegó a él por un programa artístico de su colegio. Su hermano le recomendó. No obstante, tuvo dudas y probó otros instrumentos, pero al final se encariñó por su versatilidad, por el color y dulzura de su timbre.
"OSIM es una experiencia inigualable. Ya había escuchado muchas cosas, que está muy padre y todos quieren regresar, pero no es lo mismo que te lo digan a que lo vivas allá; con el staff de maestros que tienes, con toda la experiencia y las ganas de ayudarte. Muy padre, muy bonito. Y nada como estar en el escenario del Palacio de Bellas Artes".
Para Dania Ortiz Ramírez, también de 16 años, el corno francés fue un encuentro fortuito que se dio después de estudiar piano y percusiones, siendo apenas una niña. Tenía ocho años, recuerda. Describe al sonido como variable; puede ser brusco, fuerte, como el llamado a una guerra, pero también puede ser dulce, emitir un sonido delicado. "Ser músico es hablar todos los idiomas". Ha asistido a la OSIM durante tres años y, en esta última ocasión, considera que se ha superado a sí misma.
"La experiencia de OSIM sigue siendo increíble para mí. En ningún año se va a vivir lo mismo ni de la misma manera. El tiempo que llevo yendo a este campamento me ha enseñado que puedo ir mejorando muchísimas cosas".
Finalmente, Bernardo Sada ha cumplido 18 años y que eligió al violín porque de niño, en su escuela, no había un cello de su tamaño; el sonido del violín lo envolvió. Bernardo da crédito a su primer maestro, Mauricio Ocampo. Él le indicó las bases. Por eso pudo aprovechar lo ofrecido en el campamento de OSIM.
"La verdad es una experiencia inolvidable. Sí te lo cuentan como algo padrísimo, pero hasta que llegas no te la crees. Es impresionante la gente, el ambiente, el nivel, más que nada. Saliendo de la burbuja donde vives, te das cuenta del verdadero nivel que hay en México y sí, impresionante. Todos los ensayos parecían conciertos".
Hoy los jóvenes se continúan preparando. Están a un compás de la educación superior y saben que pronto deben tomar decisiones. Emiliano quiere seguir en la música, Dana Paola sueña con ser aceptada en la Escuela Carlos Chávez, pero Andrés pretende estudiar una ingeniería o la licenciatura en economía, Dania quiere explorar otras áreas como la medicina y Bernardo tiene la esperanza de estudiar música y otra carrera. En los cinco casos, el arte musical no desaparece, se hace acompañante, pues además de formarse como artistas, también se han desarrollado como buenos seres humanos.