
La casa del dolor ajeno
Se cumplen diez años de la publicación de La casa del dolor ajeno, volumen de crónicas de Julián Herbert publicado bajo el sello Penguin Random-House. Ganador del Premio de Novela Elena Poniatowska por Canción de tumba, Herbert es un acapulqueño avecindado en Saltillo desde hace décadas. Es poeta, narrador, promotor cultural, así como vocalista y frontman de la banda Los Tigres de Borges. El libro que está por cumplir una década es un estupendo volumen que ha contribuido a echar luz, más allá de las fronteras regionales, sobre un doloroso pasaje de nuestra historia: entre el 13 y el 15 de mayo de 1911, más de trescientas personas miembros de la comunidad china en Torreón fueron asesinadas. Se estima que las víctimas eran aproximadamente la mitad de la colonia cantonesa en La Laguna.
Más que una acción espontánea, se trató del momento más abyecto de una campaña de sinofobia alimentada desde diferentes ámbitos del poder. El contexto es el siguiente: desde 1895, miles de ciudadanos chinos habían llegado a México. Con disciplina y esfuerzo, no pocos de ellos lograron prosperar. En Torreón, la comunidad china estaba formada por unas seiscientas personas que se dedicaban a cultivar hortalizas y al comercio. El 13 de mayo de ese año las tropas revolucionarias se preparaban para tomar la ciudad, mientras las tropas federales se alistaban para defenderla. Durante tres días, los revolucionarios insultaron y despojaron de sus pertenencias a los ciudadanos chinos y asesinaron a 303 de ellos.
Al respecto, conviene rescatar una precisión hecha por la doctora Mónica Cinco Basurto durante la ceremonia de desagravio realizada por el gobierno federal aquí en Torreón el 17 de mayo de 2021: si bien la matanza duró tres días, el antichinismo se extendió por décadas en nuestro país. Bajo los falsos argumentos de que los chinos desplazaban de los empleos a los mexicanos, abarataban los trabajos, contaminaban la salud pública y engendraban hijos racialmente inferiores, la campaña negra halló su período más álgido entre 1911 y 1934. Fueron años de odio institucionalizado en que se agredía no sólo a los orientales, también a las mexicanas que se casaban con un chino. Cientos de mexicanas consideradas chinas por matrimonio fueron repatriadas a China, donde permanecieron por más de 30 años sin poder regresar por falta de documentos.
La casa del dolor ajeno conecta con habilidad la Reforma de los Cien Días ocurrida en China en 1898 con la obsesión por el Santos Laguna, o el movimiento steampunk con un topógrafo retratado en plena lucha revolucionaria. Esta habilidad para tender puentes se materializa en el capítulo final, pero está presente desde el título, pues como es bien sabido, “La casa del dolor ajeno” es el apodo que se ha ganado el estadio del Santos Laguna. De esta manera, en las páginas de Julián Herbert suenan también las rolas de los Chicos de Barrio, los fantasmas de Daniel Sada y de Francisco Amparán. El volumen abreva también de testimonios como el de Carlos Castañón, politólogo e historiador lagunero —al respecto, también hay que mencionar el trabajo publicado por Castañón en 2021: 303. La matanza de chinos en Torreón, volumen producto de una extraordinaria labor de investigación y documentación—. Escuchamos también las opiniones de los taxistas en torno a la masacre. Son las pesquisas de quien recuerda que en los rumores hay tanto valor como en las historias oficiales.
Así, en La casa del dolor ajeno, el personaje-narrador va de un lado a otro recopilando testimonios: “Torreón es una novia acelerada, una mujer que fuma piedra mientras coge de perrito hasta desollarse las rodillas”, leemos en la página 62. En ese sentido, Herbert aclara desde dónde se aproxima: su versión es la de quien hurga en el traspatio del vecino.
No se trata, pues, de un libro complaciente, sino de un volumen doloroso pero necesario, que explora las razones que desembocaron en la mayor matanza de chinos que haya ocurrido en América y en el silencio que durante décadas rodeó esos hechos.