En algún momento pensé atender su petición y llamarle don Andrés, o al menos Andrés Manuel, como su padre, pero después de leer la carta donde explica su viaje a Japón no tengo la menor duda: Andy López Beltrán es un junior como muchos otros de los hijos de políticos de este país. Claramente el hijo del líder del movimiento de la llamada Cuarta Transformación no entiende ni la trascendencia de sus actos ni dónde está parado.
Decir que se mereció las vacaciones después de "extenuantes jornadas de trabajo" y que por lo tanto decidió no asistir a la asamblea del partido del que es secretario general para irse a Japón es, además de cursi, llorón (utilizar la palabra extenuante para definir su trabajo es poco menos que una mentada para quienes sí realizan trabajos físicos agotadores). La discusión nunca ha sido si merecía o no vacaciones, sino que haya escogido Japón y lo haya hecho en este momento, cuando todas las miradas están sobre él.
Dice el junior que sus adversarios, los "hipócritas conservadores", que suelen ver la paja en el ojo ajeno y jamás la viga en el propio (otra cursilería), lo mandaron espiar. ¿De verdad? ¿Realmente Andy cree que los adversarios políticos tienen esa capacidad cuando no pueden siquiera articular un discurso coherente? Se le olvida a Andy que es un personaje público y que Japón es un destino de moda lleno de mexicanos. No se necesita ser espía ni conservador para reconocerlo y para indignarse de la hipocresía, la suya, no la de los conservadores.
"Desde niño aprendí, posiblemente antes que otros, que el poder es humildad, que la austeridad es un asunto de principios, y que se debe vivir en la justa medianía, como lo recomendaba el presidente Juárez" dice Andy en su misiva (los cursis no escriben cartas, sino misivas). No vamos a dudar lo que aprendió de niño, el problema es lo rápido que lo olvidó. El niño que, como su cuñada, "al parecer tiene dinero" (aunque nunca haya quedado claro de donde sale) ha demostrado su gusto por el lujo desde joven, cuando iba a las marchas de izquierda con unos tenis que no los tenía ni Obama, para usar las palabras de su mentor. Lo que al parecer sí aprendió de su padre desde muy niño es a victimizarse: es él y solo él la única víctima y es incapaz de reconocer un error político que nada tiene que ver con su derecho a vacacionar sino con el momento y la forma en que lo hizo (no entiende que no entiende, pues, diría otro clásico).
Nunca pensé estar tan de acuerdo con Fernández Noroña: la carta es malísima y lejos de reducir la crisis no hizo sino mostrar al país y a sus compañeros de partido lo lejos que está el junior de ser un personaje político digno de tomarse en cuenta. Hasta el diminutivo le queda grande.