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La fe guadalupana del Mercado Alianza

Locatarios peregrinaron la noche del 11 de diciembre hacia la iglesia de Guadalupe en Torreón

Trayecto. La peregrinación guadalupana del Mercado Alianza se realiza cada 11 de diciembre y recorre la avenida Carranza, la calle Falcón y la avenida Juárez hasta la iglesia de la Virgen de Guadalupe.

Trayecto. La peregrinación guadalupana del Mercado Alianza se realiza cada 11 de diciembre y recorre la avenida Carranza, la calle Falcón y la avenida Juárez hasta la iglesia de la Virgen de Guadalupe.

SAUL RODRÍGUEZ

En el corazón del Mercado Alianza ha terminado la misa. Es el mediodía del 11 de diciembre y los fieles comienzan a hacer fila con platos en mano. Esperan la reliquia. Se forman junto al altar de la Virgen de Guadalupe adornado con flores y series luminosas. Observan cómo el grupo de danza de La Constancia se instala en lo ancho de la calle Viesca. Admiran sus enormes penachos con plumas azules y verdes, las rojas nagüillas. Escuchan cómo resuenan los guajes y la tambora. Ahora los danzantes protagonizan la escena en ese lugar que vio nacer a Torreón. Los rezos de fe se confunden entre los gritos de los comerciantes, entre el vaivén de los 'diablitos' y la gente que transita con bolsas de mandado.

Luego aparece Miguel Cortez, locatario del sector, quien maneja la página oficial del Mercado Alianza en Facebook. Dice que si se quiere indagar en la historia de la tradición guadalupana en el mercado, él conoce a la persona idónea. Entonces pide que se le siga. Se mete entre los puestos, por callejones angostos, entre mosaicos de frutas, verduras, legumbres y abarrotes, hasta las carnicerías. Allí espera el señor Luis Armando Solís Gutiérrez, un hombre hospitalario de 73 años que invita a pasar a su local donde comercia vísceras. Trae gorra y un chaleco negro que lo protege del frío. El hombre de barba cana da unos pasos hacia atrás y con su palma golpea la barra de mosaico beige: "¡Aquí tengo mi escritorio!".

Don Luis es hijo del mercado. Trabaja aquí desde los 23 años y ha visto transitar el mundo. Sus ojos han presenciado la bonanza de los años setenta, la crisis económica de los noventa, la época de la violencia en la segunda década de este siglo, incendios y la incertidumbre por la pandemia de covid-19. Ha disfrutado las altas y sorteado las bajas. Y además de su buen humor, otra de sus grandes fortalezas es su fe: él construyó el altar que alberga a la Virgen de Guadalupe en el Mercado Alianza, él repuso la imagen de la llamada Emperatriz de América tras ser robada en 2016.

Se disculpa; la memoria le juega sucio a don Luis cuando intenta recordar la fecha exacta de ciertos acontecimientos. Pero lo que sí recuerda es que, cuando él era joven, la imagen de la Virgen de Guadalupe estaba descuidada en la calle Viesca. "Te estoy hablando de hace muchos años". Entonces pidió permiso en Obras Públicas y edificó el altar con ladrillos, colocando una cúpula de concreto y cubriendo la fachada con piedra volcánica. Luego se encargó de organizar la peregrinación y la reliquia para la Virgen. Recuerda esos ayeres. Había que levantarse a primera hora para prender la lumbre de los cazos con más de 200 kilos de carne.

"La peregrinación era ya una tradición. Esa ya la traíamos de generación en generación en la sangre. No nació, nos la dejaron. Por decirte, cuando empecé a hacer carne vi que ya había poco interés. Y como yo cuento con todo el equipo para la reliquia, todos los cazos y lo que están utilizando afuera, la sierra para partir la carne, pues me involucré. Empecé de 'yo mero' y ya me agarró confianza la gente y ya no me querían soltar".

Entre los locatarios se narra que las peregrinaciones guadalupanas comenzaron hacia 1912. El cartel de este año lleva el número 68 porque son las ediciones realizadas a partir de la fundación de la Unión de Locatarios del Mercado Alianza. Esa palabra, "Alianza", resuena en cada uno de los testimonios registrados para esta crónica, pues refleja la filosofía popular de los puesteros: unión, compañerismo, fraternidad. Algo que debe acentuarse cada 11 de diciembre en un recorrido de 1.8 kilómetros por la avenida Carranza, la calle Falcón y la avenida Juárez.

Hoy don Luis está retirado de la organización. Hace diez años tuvo cáncer en la garganta. Fueron días complicados, de trabajar con la angustia a cuestas. No le quedó más que depositar su fe en la Virgen de Guadalupe, de esperar un milagro que le ayudara a curarse. Y se curó. Él lo atribuye a la devoción que profesa a la Virgen y al haber sido el encargado de la peregrinación durante más de tres décadas.

"Lo único que le pediría a la Virgen es salud. Hasta donde ella quiera, ¿verdad? Porque la vida no es de uno".

HERENCIA

Fue en 1890 cuando en la villa del Torreón se fundó la fábrica de aceites y jabones La Alianza, a unos cuantos metros de las vías del ferrocarril. Casi de inmediato, comerciantes comenzaron a vender mercancías afuera de sus muros. Una fotografía de 1907 compartida por el historiador Carlos Castañón muestra por lo menos una docena de tejabanes sobre la calle Viesca. La fábrica desapareció, pero el mercado adoptó su nombre.

Castañón también comparte que si bien a principios del siglo XX se realizaban pequeñas peregrinaciones hacia la iglesia de Guadalupe (cuyo origen data de 1894), fue en los años cuarenta cuando la tradición se hizo multitudinaria. Antes el culto guadalupano se vio afectado por la Guerra Cristera y las leyes anticlericales. Entre la población latía una necesidad de expresar su fe y desanudar los rezos.

En el Mercado Alianza, el mariachi hace sonar los acordes de "Ángeles de Dios" ante el altar de la Virgen de Guadalupe. Doña Idalia Lechuga Sánchez, locataria de 53 años, canta con entonación devota. Ella es quien ahora organiza la peregrinación programada para iniciar a las siete de la noche. Apunta que se espera la participación de 800 personas, entre locatarios, familiares y clientes. Además, la reliquia, que ya se cocina desde la noche anterior, contará este año con 210 kilos de carne de cerdo, 25 kilos de arroz y 16 cajas de pasta, que alimentarán a cientos de personas.

"Siempre hemos estado unidos, porque aquí es como una familia. Aquí en la Alianza todos nos vemos como una familia. Y cada quien ponemos nuestro granito, todos los locatarios […] La Virgen nos da mucho ánimo, fuerzas, para hacer su reliquia y terminar con su peregrinación".

LA PEREGRINACIÓN

El camino al Mercado Alianza desde el centro de Torreón es la pintura de un atardecer enrojecido y tráfico en las calles. Son casi las seis y media. En el andador que entra por la calle Viesca, los locales han comenzado a bajar sus cortinas. La imagen de la Virgen se ha desmontado del altar para llevarla al frente de la peregrinación. Los locatarios le hicieron un altar móvil, la adornaron con globos, flores y una bandera tricolor. La llevan hasta delante del contingente. La empujan por la avenida Venustiano Carranza hasta la calle Múzquiz. Allí se reúnen los guadalupanos.

Don Fernando Pérez Sánchez amarra una escultura de la Virgen a su camioneta. Junto a su hija y su nieta, es propietario de un local de quesos y carnes frías. Sus dos abuelos fueron fundadores del mercado, ese legado marca a su familia desde 1907. Acepta que el 2025 ha tenido altibajos, pero hay que agradecer por las cosas buenas. Ante la complicada situación, ellos, los de la Alianza, basan su vida en el trabajo y en mantener precios accesibles para sus clientes.

"Me platicaba mi abuelo que desde 1912 empezaron las peregrinaciones del Mercado Alianza a la iglesia de Guadalupe. […] Peregrinar es darle gracias a la Virgen. Ha sido nuestro conducto con Dios. Es la Virgen de los trabajadores y nosotros somos puros trabajadores aquí en el mercado".

A las siete en punto salen de la penumbra del mercado. La noche le ha ganado al sol del desierto. Los peregrinos son como aquel verso de Machado: pasan haciendo caminos, caminos tras el altar. "¡Viva la Virgen de Guadalupe!". Van paso a paso, rezo a rezo. Entonan "Paloma blanca", "Las mañanitas", suena la banda sinaloense. Pasan por el antiguo Hotel Francia, por puestos ambulantes, tiendas de ropa y cantinas. Se adentran entre los locales de flores tras la calle Acuña. "¿Algún ramo para la Virgen, joven? Pa' que no llegue con las manos vacías?". Los cubre el aroma de rosas, claveles y nardos. Llegan a la calle Falcón. Giran a la izquierda. Cruzan la avenida Hidalgo. Les cobijan las torres de la iglesia del Perpetuo Socorro. La gente ya ha cerrado la avenida Juárez. Otra vez girar a la izquierda. Sus pasos regresan al poniente, en una suerte del eterno retorno.

Al frente va doña Idalia; está al pendiente del radio, revisando que el recorrido se mantenga en orden. La jornada le ha marcado el rostro de cansancio, pero su fe la mantiene en pie. "Ya mero, ya mero". Entre la Plaza de Armas y el Casino de La Laguna hay gente sentada a los costados con luces de bengala que encienden cuando pasan los peregrinos. Resuenan las danzas, las de matachines, las de aztecas; sus mismos pasos son una oración. El himno decembrino en Torreón nace al latir una tambora.

Ahí van, están a pocos metros. Tras casi dos horas, los peregrinos se internan en la avenida Juárez convertida en un callejón por los puestos de comida. Un humo callejero envuelve la noche: huele a lonches de adobada, tacos de tripa, gorditas y tamalitos. La imagen de la Virgen recibe el rocío de agua bendita por parte del párroco. Algunos globos escapan al cielo, son como palomas blancas. Los de la Alianza han cumplido la misión. Es momento de entrar al templo, de persignarse, dar gracias a la Virgen, orar frente al altar y luego regresar al mercado en esta dichosa noche, antes de romper el alba.

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