El 80 por ciento de las mujeres experimenta sofocos o sudores nocturnos en la menopausia. Imagen: Unsplash/ We Vibe Toys
La menopausia —el momento que marca el final de la vida fértil para la mitad de la población mundial— es diferente en cada caso, pero, a día de hoy, se sigue abordando como un problema de salud menor fácilmente subsanable con terapia hormonal.
Un especial de cuatro artículos publicados en marzo de este año en la revista The Lancet urge a abordar esta condición con más información sobre los síntomas y los riesgos que implica, con mejores tratamientos y más individualizados, y con una atención clínica y social empática que ayude a las mujeres a empoderarse más en esta etapa de su existencia.
Martha Hickey, coautora de la serie e investigadora de la Universidad de Mel bourne y del Royal Women’s Hospital, explica que “la idea errónea de que la menopausia es siempre un problema médico que anuncia sistemáticamente un deterioro de la salud física y mental debe cuestionarse”.
“Muchas mujeres viven vidas gratificantes durante y después de la menopausia, contribuyendo al trabajo, la vida familiar y la sociedad en general. Cambiar la visión de la menopausia como parte de un envejecimiento saludable puede ayudarlas a superar esta etapa y reducir el miedo y la inquietud de quienes aún no la han experimentado”.
DESMENTIR TABÚES
Antes de llegar al fin de su vida fértil, el cuerpo femenino pasa unos años de transición en los que regularmente presenta alteraciones en el ciclo menstrual, sofocos o sudores nocturnos. Este periodo empieza entre los 45 y los 55 años de edad y dura unos siete años, pero cada caso es único.
Por eso, las autoras abogan por un enfoque personalizado en el que cada mujer disponga de información precisa, coherente e imparcial que le permita tomar decisiones adecuadas sobre el camino a seguir. Este puede incluir —o no— un tratamiento hormonal.
Los artículos recuerdan que durante mucho tiempo la menopausia ha sido tabú y aunque ahora países como Reino Unido, Estados Unidos y Australia están propiciando un debate social más abierto al respecto, los medios de comunicación todavía se centran en las experiencias negativas extremas y la describen como una vivencia desafortunada y angustiosa que sólo puede resolverse con sustitución hormonal.
“Aunque algunas mujeres tienen experiencias muy negativas [...] y se benefician de las terapias hormonales, la realidad es mucho más compleja y variada”, asegura Lydia Brown, de la Universidad de Melbourne.

El 80 por ciento de las mujeres sufre sofocos y/o sudores nocturnos, y más de un tercio (38 por ciento) los describe como moderados o graves a los 50 años. El tratamiento más eficaz para estos padecimientos es la terapia hormonal sustitutiva (THS), que ayuda a mejorar el sueño y el estado de ánimo, y previene las fracturas de huesos. Sin embargo, advierten las investigadoras, no hay pruebas que demuestren su beneficio para otros síntomas.
El especial de The Lancet también revisa estudios previos que analizan la relación entre la menopausia y la salud mental, concluyendo que no hay pruebas sólidas que respalden la creencia de que dicha condición eleva el riesgo de ansiedad, trastorno bipolar, psicosis o suicidio.
Además, recuerda que también existen terapias cognitivo-conductuales para reducir las molestias, pero los intereses comerciales han influido mucho en la elección de opciones farmacológicas.
CUIDADOS ESPECÍFICOS
Un 10 por ciento de la población femenina sufre menopausia prematura (antes de los 40) o precoz (entre los 40 y los 44 años), pero suelen diagnosticarse tardíamente, por lo que algunas afectadas experimentan angustia y aislamiento, además de volverse más propensas a desarrollar enfermedades cardiovasculares y osteoporosis (fragilidad ósea).
Los artículos aseguran que las personas con cáncer tienen más probabilidades de presentar la variante precoz o padecer los síntomas y, en estos casos, denuncian las autoras, las pacientes carecen de atención centralizada y de acceso a tratamientos seguros y eficaces. Además, aquellas que tienen sofocos y sudores intensos corren más riesgo de caer en depresión.
Por todo ello, urgen a una mayor comprensión y concientización de los mecanismos de la menopausia, así como mejores tratamientos y apoyo adicional para todas las mujeres que necesitan cuidados específicos.
CRÍTICAS
Algunos expertos consultados por Science Media Centre —plataforma de recursos científicos para periodistas— consideran que estos textos publicados en de The Lancet no ofrecen nuevos resultados de investigación y sobre todo —lamentan— emiten la opinión particular de las autoras sobre cómo podría verse la menopausia y cómo podría optimizarse la experiencia.
Asimismo, todos ellos coinciden en subrayar los beneficios probados de las terapias hormonal y sustitutiva. No obstante, actualmente se siguen exploran do tratamientos para mitigar los síntomas y consecuencias de esta etapa de la vida, como la osteoporosis, cuya probabilidad de aparición aumenta considerablemente después de la menopausia debido a la disminución de los niveles de estrógeno, hormona sexual que normalmente favorece la formación de hueso.

UNA NUEVA ALTERNATIVA
Un equipo de científicos estadounidenses ha descubierto una nueva hormona que fortalece los huesos. El hallazgo, publicado a mediados de 2025 en la revista Nature, podría ayudar a curar fracturas y tratar la osteoporosis, que afecta a más de doscientos millones de personas en todo el mundo.
El equipo, formado por investigadores de la Universidad de San Francisco (UCSF) y de la Universidad de Davis, ambas en California, ha demostrado en ratones que esta sustancia, conocida como hormona cerebral materna (CCN3), aumenta la densidad y la resistencia ósea.
El estudio ha revelado que, gracias a esta sustancia, los huesos de las mujeres se mantengan relativamente robustos durante la lactancia, incluso cuando el calcio se extrae de ellos para apoyar la producción de leche.
De hecho, “si no hubiéramos estudiado ratones hembra, lo que por desgracia es la norma en la investigación biomédica, podríamos habernos perdido por completo este descubrimiento”, advierte Holly Ingraham, autora principal del artículo y profesora de farmacología molecular celular en la UCSF.
Por eso, entre otros motivos, subraya “lo importante que es observar tanto a los machos como a las hembras a lo largo de la vida para obtener una comprensión completa de la biología”.
“La pérdida de masa ósea no sólo se produce en mujeres posmenopáusicas, sino también en supervivientes de cáncer de mama que toman determinados bloqueantes hormonales, en atletas de élite más jóvenes y altamente entrenadas, y en hombres mayores cuya tasa de supervivencia relativa es inferior a la de las mujeres tras una fractura de cadera”, explica Ingraham.
“Sería increíblemente emocionante que CCN3 pudiera aumentar la masa ósea en todos estos escenarios”.

Redacción S.N.