
Imagen: Xulio Correa.
La vida lo llevó a las orillas del río Nazas, como ese viento que empuja las hojas de los ahuehuetes. Enmarcar los paisajes de La Laguna no fue un pensamiento que con anterioridad surcara en su mente o que se atravesara ante su vista. Xulio Correa sólo llegó un día y comenzó a enfocar su cámara, en ocasiones también su teléfono celular. Al son cumbiero del “llorá, corazón, llorá”, entre el olor de los lonches de adobada y los partidos de futbol del Santos Laguna, los pixeles se engranaron en esas tomas como si se tratase de un rompecabezas.
Es de La Coruña, un puerto medieval que mira hacia el Atlántico en la provincia española de Galicia. Ha pactado la cita para desayunar en un café cercano a la Alameda Zaragoza de Torreón. Le acompaña su esposa. En la reunión también se encuentra el gestor cultural Aldo Valdés, su amigo, con quien días atrás presentó Cuaderno de viaje 23/24, libro donde el español recopila imágenes capturadas en La Laguna y otros lugares de México.
Si su oficio radica detrás de la lente es porque algo tiene que decir. Y si traspasa los límites es porque su mirada no sólo es técnica, sino también artística; sus encuadres son capaces de expresar aunque traten de la cotidianidad más ínfima. Estos aún guardan algo de aquel joven que, en España, durante los últimos años del franquismo, aguardaba por la democracia, la modernidad y la libertad.
“En España tenemos una España del Atlántico y otra del Mediterráneo. Yo me considero alguien muy del Atlántico. En el Atlántico tenemos gaitas, como la gente de la Bretaña Francesa, la de Escocia o la de Irlanda. Tenemos nuestro idioma, el gallego, que tiene el mismo origen que el portugués”.
Aprendió fotografía de manera autodidacta, a la vez que obtenía el diploma como profesor de EXB y el curso ICE Imagen Fílmica y Televisiva en la Universidad de Santiago. Desarrolló su carrera a través de exposiciones artísticas, publicando e impartiendo cursos. Fundó la agencia XCA-Comunicación y también fue docente en la Escuela de Imagen y Sonido, así como en la Escuela Superior de Artes de Vigo. Xulio Correa dice que comenzó a visitar Torreón en el año 2017. Al principio eran estancias cortas, de un par de semanas, lo que le permitía su trabajo en tierra ibérica. Pero ahora se ha jubilado, es más libre y puede aprovechar mejor el tiempo. En La Laguna creó una red de familia y amigos, eso le permite disfrutar la región y el país.
“Me trajo la casualidad. Nadie escoge cómo se emparejan tus hijas, pero no solamente busco una buena pareja para ella, sino que busco una estupenda familia para mí. En el año 2017 me marché de viaje con nuestros consuegros. Nos fuimos los cuatro a Guanajuato, San Miguel de Allende, decidiendo hoy dónde vamos a dormir mañana, estilo road movie”.
¿Qué es lo que ve en el viaje? Xulio Correa ostenta la curiosidad nata de un viajero. Le gusta todo aquello que se puede ver “al volar bajo”, es decir, la gente. El gallego disfruta a los habitantes de un sitio, para conocer su geografía humana como si navegara por el mar en un kayak.
“Permíteme la comparación, porque como soy de mar, cuando vas en el kayak es como si estuvieras acariciando el mar con la mano y de esta manera vas conociendo a la gente, por eso tengo aquí un puñado de personas que me arropan”.
UN CUADERNO DE VIAJE
Cada que regresa a España, descarga en su computadora las fotografías que ha tomado (ya sea con su cámara profesional o su iPhone) en México. En ese momento decide olvidar con qué aparato fueron capturadas. Lo importante es el acto de mirar, no el proceso técnico; que la imagen urbana sea capaz de mostrar el alma del lugar. Toda esta filosofía se plasma en su libro Cuaderno de viaje 23/24.
“A partir de ahí organizo (las fotografías) con los temas que quiero tocar, pues me han contado historias que merecen ser contadas y busco la foto. Y al revés, hay fotografías que ya me sugieren la pequeña historia que hace el corpus de esta pieza, que básicamente son unos relatos cortos acompañados de una imagen”.
El fotógrafo abre un ejemplar de su libro. No tarda mucho en elegir una imagen capturada en el cruce de la avenida Hidalgo y la calle Treviño, en el centro de Torreón. El encuadre muestra el tránsito de los automóviles, el anuncio espectacular de una zapatería que corona un edificio y un gran y viejo grafiti descarapelándose en la piel de ladrillo de otro de los inmuebles. A la toma la acompaña un texto escrito por el propio Xulio que habla sobre el ejercicio fotográfico desde la perspectiva de un pescador, pues ambos oficios requieren paciencia, emplazamiento y profundidad.
“El texto habla sobre fotografía, sobre el lenguaje fotográfico en una época donde es difícil hablar de fotografía, pues estamos dando un paso a la posfotografía en el momento que ha llegado a la historia de la humanidad un aparato que es capaz de captar, almacenar y difundir (fijaros lo que os digo, que son tres cosas). Captar ya existía. Almacenar… almacenábamos los álbumes y los archivos, pero además, ese aparato del smartphone difunde y ha cambiado la fotografía”.
Y es que no son sólo fotos, sino historias y reflexiones las que Xulio Correa imprime en su libro. Pasa de intentar comparar a México con España; prefiere vivir el país. El fotógrafo continúa explicando sus obras y conversa sobre el concepto de las tradiciones gracias a la imagen de una tienda de sombreros, ubicada a un costado del Mercado Juárez de Torreón. En otra ha capturado al Edificio Monterrey, en cuyo pilar existe un mural de Jorge González Camarena, y a una palma en contrapicada.
“Con el Edificio Monterrey hablo de la ciudad vertical y cómo ahora Torreón quiere ir hacia ese modelo. Se pueden rehacer los centros, no tienes más que visitar Austin, en Texas, y ver cómo han ‘rehecho’ el centro de la ciudad… pero así no se hace, eso es la historia de un fiasco, ¡no tiene garajes! Es imposible que funcione”.
En otras páginas hay encuadres del antiguo Hotel Galicia y su arquitectura morisca construida por Cesáreo Lumbreras. Correa acudió allí cuando se realizó una edición del festival cultural Conexión Coyote.
“No sabes las ganas que tenía de entrar en el Hotel Galicia. Cuando fue Coyote y pude verlo por dentro… ¡es que además lleva el nombre de Galicia! Había visto las escaleras y otras cosas en Internet”.
La mirada de Xulio no cesa en su travesía; recorre el libro como aquel que se ha puesto en marcha sobre la carretera, conduciendo un automóvil colmado de memorias. Ahora es momento de salir de la ciudad y hablar sobre imágenes como la capturada en la Presa Francisco Zarco.
Xulio la ha puesto de pretexto para hablar de la desaparecida laguna de Mayrán, donde hace años solía desembocar el cauce del río Nazas. Hoy ese cuerpo de agua está extinto y se ha convertido en un “desierto salado y polvoriento”. Toda fotografía es una crónica en sí misma; narra, muestra elementos, captura movimientos. Más si esta habla desde la carretera, desde ese sendero de asfalto que invita a recorrer nuevos horizontes. “Caminante, no hay camino”, Xulio cita al poeta Antonio Machado y pasa a mostrar Playa Espíritu, en Sinaloa; Tepic y Santa María del Oro, en Nayarit, así como la Zona del Silencio y las dunas de Acatita, en Coahuila.
Pero al final, para el fotógrafo siempre está la familia y los amigos, aquellos que acompañan en el viaje de la vida, donde no hay mayor souvenir que una entrañable anécdota dispuesta a ser contada.
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