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SERGIO AGUAYO

El escándalo por el huachicol fiscal y el papel de la Marina confirman cuán corrupta es la Cuarta Transformación. Las soluciones dependen de la presidenta, de la Marina y de la sociedad.

En 1968, Gustavo Díaz Ordaz manipuló a su antojo a las fuerzas armadas que, después de la Noche de Tlatelolco, reaccionaron frenando su impulso a obedecer ciegamente a los presidentes y fortaleciendo su autonomía. Mientras su poder crecía, el de los gobernantes civiles se iba diluyendo en el ácido de la arrogancia, ineptitud y frivolidad presidenciales.

Ejemplifico el empoderamiento militar con los presupuestos otorgados a la Marina en los tres sexenios anteriores. Con Felipe Calderón, 94 mil millones de pesos (mmdp), con Enrique Peña Nieto, 158 mmp y con Andrés Manuel López Obrador, ¡250 mmdp! A pesos constantes de 2022 es un aumento de casi tres veces entre Calderón y AMLO. Los marinos recibieron también la administración de aeropuertos, aduanas y el Tren Transístmico; bocados apetitosos para el crimen organizado y sus cómplices en partidos y gobiernos.

López Obrador nunca verificó las alabanzas que les lanzó. Seleccionó para la Marina al Almirante José Rafael Ojeda Durán por "recto e íntegro" y porque "había escrito un libro en contra de la corrupción". Lo escribió, sí, pero no le sirvió para detectar la rapiña urdida por sus "casi hijos". López Obrador también protegía a marinos y soldados impidiendo que los secretarios respondieran en las mañaneras a los periodistas preguntones que querían saber sobre casos de corrupción o ineficiencia.

La estrategia actual es diferente. En las mañaneras, la presidenta ya no se interpone entre uniformados y periodistas. El 22 de julio pasado, Dalila Escobar de Proceso acorraló al general secretario de la Defensa Ricardo Trevilla sobre los Guacamaya Leaks y el uniformado reconoció que a la Sedena sí le habían hackeado millones de documentos confirmando así su autenticidad.

El nuevo estilo también se observó en la conferencia de prensa del domingo siete de septiembre. Al actual secretario de Marina, Raymundo Pedro Morales, lo escoltaban el fiscal general de la República y el secretario de Seguridad, mientras explicaba a los medios que la Marina no sería "tibia" y que habría "un golpe de timón". Para el anecdotario queda la ausencia de los "youtuberos"; están reservados, supongo, para las alabanzas serviles, las preguntas a modo y las agresiones sin fundamento a periodistas independientes.

Lo anterior conduce al papel jugado por medios, académicos y OSC independientes. López Obrador los aborrecía y maltrataba, pero nunca perdieron el temple y la seriedad para documentar y difundir el diluvio de corrupción que anega México. En un escándalo tras otro muestran información abundante y calidad en el análisis.

Raúl Benítez Manaut ha estudiado durante décadas a la Marina y al Ejército. El 9 de septiembre en una entrevista sostuvo que la principal responsabilidad recae en el actual secretario de la Marina Raymundo Pedro Morales. Una presunción adecuada por la autonomía y el poder alcanzado por los militares. El almirante, dijo, tiene que limpiar la corrupción "con cuchillo afilado. Es lo que está pidiendo la mayoría de los marinos en este momento". ¿Les hará caso?

Está menos claro que el "cuchillo afilado" llegue a la red de complicidades que hicieron posible el saqueo. En el expediente de la FGR sobre el huachicol fiscal aparecen las declaraciones del principal testigo protegido; una y otra vez menciona que los ladrones tenían la protección de "jefes de alto nivel" y de "gente influyente que ni se imaginan". En lugar de imaginarme nombres, me ciño a las preguntas inevitables.

¿Cuánto sabían López Obrador, el almirante José Rafael Ojeda Durán y el fiscal Alejandro Gertz Manero? ¿Qué hacían la Unidad de Inteligencia Financiera, el SAT y el CNI? ¿Y el Congreso? ¿Y los partidos? Mientras todos ellos toleraban el pillaje, los periodistas, académicos y activistas investigaban, denunciaban y capoteaban los insultos.

Todos los presidentes han tenido la posibilidad de combatir la gran corrupción de civiles o militares. Ninguno ha llegado a las últimas consecuencias. La primera mujer presidenta, ¿será la excepción?

Lo deseo, pero la actitud más sana es esperar… y verificar.

@sergioaguayo

Colaboró Elena Simón Hernández

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