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La presidencia maldita

CARLOS CASTAÑÓN CUADROS

Perú es una telenovela. El libreto no lo escribió Mario Vargas Llosa, aunque por momentos aparecen trazos de sus novelas. Él mismo intentó ser un personaje sometido al vaivén de la política, el humor de los ciudadanos y el voto popular. Al final perdió con Alberto Fujimori, más afín al lenguaje de la multitud. Fujimori era un hombre sonriente, simpático y con lentes, no obstante, gobernó con mano dura y, tras una serie de escándalos rocambolescos, terminó en la cárcel. Aunque el escritor perdió, los lectores ganamos sus siguientes libros, además de ese magnífico testimonio sobre su fallido paso por la política: El pez en agua.

Con razón, el enorme sociólogo alemán Max Weber, advirtió en la naturaleza política un pacto con el diablo. En ese sentido, hay algo de maldito en la silla presidencial del Perú, por supuesto, esa condición no es exclusiva del país, sino la comparten las naciones. Veamos a Francia con toda su tradición republicana y sin liderazgo político. Hace unos días comentamos lo que ya parece una broma, el nuevo cambio del primer ministro francés, Sébastien Lecornu. ¡Ya volvió a cambiar! Siguiendo los pasos de Downing Street, duró más una lechuga. Como en las vidas de un video juego, el "querido" presidente Macron, lo desechó y lo volvió a rescatar. Regresemos al Perú. Desde la caída del fujimorismo la silla presidencial quedó maldita. El pasado 9 de octubre tocó el turno a la presidenta Dina Boluarte, quien empezó mal y terminó peor. Llegó al poder en 2022 gracias a que el Congreso depuso a Pedro Castillo, profesor y presidente electo democráticamente. Arguyeron "incapacidad moral", ese mismo supuesto se lo aplicaron a la presidenta. En pocas palabras, los votos no cuentan, sino las decisiones de la élite política. Boluarte destacó a nivel mundial como la mandataria peor evaluada del mundo; sólo 2 por ciento de aprobación. ¡No se rían! Entre la crisis de violencia y los relojes Rolex terminó la mandataria.

Pero la maldición no empezó ahí. En los últimos nueve años, Perú ha tenido siete presidentes.

En 2018 renunció Pedro Pablo Kuczynski, tras dos años de gobierno. Lo alcanzaron los escándalos de corrupción y lavado de dinero ligados a la "famosa" empresa Odebrecht. Está bajo arresto domiciliario en Lima. Kuczynski intentó salvarse, pero no lo logró. En cambio indultó a Fujimori, quien purgó una pena en la cárcel por graves violaciones a los derechos humanos. Hasta honores le hicieron y tres días de luto nacional.

Cayó el presidente Kuczynski y lo sucedió Martín Vizcarra, pero en 2020 lo destituyó el Congreso. Le siguió Francisco Sagasti. Las cosas se presentan como una comedia de equivocaciones hasta que la comedia terminó en tragedia. Shakespeare siempre está vigente. En su momento, las investigaciones sobre corrupción ligadas a Odebrecht alcanzaron también al expresidente Alan García en 2019. Cuando el agua le llegó al cuello al expresidente, decidió suicidarse con un disparo en la cabeza. Escribió una carta donde dejó sus razones. Por las mismas, los expresidentes Alejandro Toledo con dos sentencias a cuestas y Ollanta Humala bajo una condena de 15 años en prisión. Tremenda democracia. El pasado nueve de octubre se refrendó el ciclo maldito que conlleva la silla presidencial. Ahora toca el turno a José Jerí, quien antes fue el presidente del Congreso. Lo que sigue no necesita mucha imaginación.

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