La xenofobia de Pancho Villa y el exterminio de chinos en el norte de México
(Primera de dos partes)
La inmigración china al norte de México tuvo su auge a finales del siglo XIX y principios del XX. Sus comunidades, conocidas por su disciplina y prosperidad, se integraron a sectores como la agricultura, la construcción, la minería y, posteriormente, al comercio urbano, donde abrieron cafeterías, lavanderías, hoteles y pequeños negocios que dinamizaron las economías locales.
Durante la Revolución, sin embargo, los chinos se convirtieron en blanco de ataques y saqueos por parte de distintas facciones.
El episodio más brutal ocurrió en Torreón el 15 de mayo de 1911, cuando unos 300 residentes chinos fueron asesinados por tropas revolucionarias comandadas por Emilio Madero y Benjamín Argumedo. Ningún historiador serio ha atribuido esa matanza a Francisco Villa. Posiblemente el resentimiento de muchas personas hacia los chinos se debía también a que éstos, al igual que otros grupos sociales, fueron capaces de prosperar en épocas turbulentas. También había quienes buscaban desahogar sus frustraciones atacando a un grupo vulnerable, y otros, simplemente, para obtener recursos económicos. Este hecho, que historiadores como Ricardo Ham consideran entre los actos xenófobos más vergonzosos de la historia mexicana, fue luego minimizado o silenciado en el discurso oficial.
Violencia racista en Chihuahua
La prensa de la época también contribuyó al olvido al reportar los crímenes contra chinos de forma genérica, mientras destacaba con nombre y apellido las agresiones a ciudadanos estadounidenses o europeos. Personajes influyentes, entre ellos el jefe guerrillero Francisco Villa, fomentaron abiertamente la hostilidad contra esta comunidad. Villa no sólo declaró que los chinos eran "una peste", sino que ordenó perseguirlos y asesinarlos. Aunque algunos historiadores como Friedrich Katz atribuyen esta violencia a la xenofobia regional, múltiples testimonios revelan que Villa ya impulsaba campañas contra chinos y árabes desde 1913.
En localidades de Chihuahua como Madera, Parral, Camargo y Jiménez abundan los relatos de ejecuciones, linchamientos y despojos. Muchos sobrevivientes chinos huyeron hacia la frontera norte buscando refugio, dejando testimonio de una violencia sistemática que, durante décadas, quedó relegada en la memoria oficial del país.
Entre el 18 y el 20 de diciembre de 1915, Villa emprendió una violenta cacería en la ciudad de Chihuahua. Seguido de su escolta, recorrió las calles para confiscar armas y localizar a quienes consideraba enemigos. También ordenó detener a cualquier persona con rasgos orientales. Una lavandería en la calle Tercera fue incendiada, causando la muerte de tres trabajadores chinos. Otros 14 fueron capturados y llevados a la estación del Ferrocarril Central, desde donde Villa los condujo al Fresno y los ejecutó personalmente, uno por uno, con su pistola.
La violencia continuó durante meses. El 26 de septiembre de 1916, al tomar Cusihuiriachi, Villa ordenó formar a toda la población para verificar que no hubiera estadounidenses. Dos turcos y un chino que denunciaron el saqueo de sus tiendas fueron asesinados de inmediato.
Un mes más tarde, el 26 de octubre, Villa se apoderó de Camargo. Allí, según testigos, ordenó quemar vivas a dos mujeres mexicanas y a sus cinco hijos por estar casadas con migrantes chinos. En las calles quedaron también los cuerpos de siete chinos ejecutados por sus hombres, mientras uno de sus jefes, Baudelio Uribe, amenazaba con matar a cualquier estadounidense o asiático que encontrara.
El 5 de noviembre, tras tomar Parral, Villa reunió a la población en la plaza y lanzó un discurso incendiario. Felicitó a los habitantes por enfrentarse a las tropas estadounidenses del coronel Tompkins y anunció que mataría a todos los chinos que encontrara, así como a los "chinos blancos", término con el que despectivamente se refería a los estadounidenses. También prometió expulsar a las tropas norteamericanas y confiscar todas las propiedades de extranjeros.
Sus declaraciones alarmaron a muchos vecinos, que lo vieron fuera de sí al afirmar que establecería en México "un imperio que humillaría a los yanquis". Villa aseguró que lograría esta hazaña mediante una alianza con Japón, nación a la que admiraba y a la que consideraba "consanguínea" de los mexicanos; una visión que contrastaba con su odio hacia los chinos. Incluso sus propios allegados en Parral describieron su comportamiento de ese día como extravagante: se proclamaba "el nuevo Napoleón" y decía que el mundo entero conspiraba en su contra.
El 14 de diciembre, el médico estadounidense Bernhard llegó a Eagle Pass y declaró ante autoridades consulares que él mismo había sepultado en Parral los cuerpos de Howard Gray y de cinco chinos que encontró en avanzado estado de descomposición. También afirmó haber enterrado los restos de otros 14 chinos en Ciudad Jiménez.
Testimonios de refugiados mexicanos y estadounidenses coincidieron en que Villa había ordenado arrojar a 66 chinos a tiros de minas abandonadas para no gastar municiones. El propio Bernhard confirmó que las víctimas fueron lanzadas a los tiros de la Alvarado Mining Company. Otros testigos señalaron que al menos seis residentes chinos fueron asesinados a tiros en las calles y que otro grupo fue colgado de los álamos junto al río de Parral.
La noche del 19 de noviembre, dos ciudadanos chinos que habían logrado ocultarse escaparon hacia Ciudad Juárez y denunciaron que, tras ocupar Parral, Villa prohibió la salida de cualquier extranjero y ordenó detener a todos los residentes chinos para llevarlos a su cuartel. Desde su escondite, afirmaron haber visto a un pelotón villista sacar de la ciudad a 19 chinos detenidos y regresar sin ellos, lo que hizo suponer que fueron ejecutados.
Al mismo tiempo, varios testigos reportaron haber visto, en el camino de Parral a Jiménez, los cuerpos de 35 gitanos -hombres y mujeres- custodiados por tropas villistas. Vecinos de Parral señalaron también que en las calles quedaron tendidos los cadáveres de tres chinos asesinados durante la toma de la ciudad.

El 27 de noviembre de 1916, tras cuatro días de combates, las fuerzas de Villa tomaron la ciudad de Chihuahua. Al entrar, el caudillo difundió un manifiesto en el que advirtió que "todos los americanos serán tratados en la misma forma en que lo fueron los chinos".
De inmediato ordenó saquear e incendiar comercios, especialmente los de propietarios chinos y sirios en el centro de la ciudad. Un residente chino de Ciudad Juárez informó que en la capital fueron desvalijados unos 60 comercios de sus compatriotas.
Pese a haberse apropiado de mercancías valuadas en unos 400 mil pesos, Villa exigió además un millón adicional a los principales vecinos de la ciudad, amenazando con incendiar Chihuahua si no recibía la suma.
En una carta a su hijo, la señora Barnett Dannis relató cómo Villa despreció sus súplicas y ordenó destruir lo que no pudiera ser robado: "mexicanos y chinos fueron muertos por veintenas, y las calles están llenas de cadáveres", escribió.
El comerciante italiano Giuseppe Bovio narró que Villa reunió a la Cámara de Comercio y prometió proteger a los extranjeros, excepto a los "chinos y chinos blancos" -como llamaba a los estadounidenses- a quienes responsabilizaba de las desgracias del país. Afirmó que solo buscaba "matar a los americanos y a los chinos" y justificó los saqueos como necesarios para financiar su expedición.
(Continúa mañana)