
Decidida. Chantal Andere nunca tuvo dudas, desde niña quería ser actriz.
En México, los personajes malvados de las telenovelas son tan adorados como odiados. Chantal Andere lo sabe bien: lleva décadas en el imaginario colectivo por sus papeles como Angélica Narváez en Marimar o Estefanía Bracho en La usurpadora.
Todavía hay quienes recuerdan aquella escena en Marimar donde Angélica obligó al personaje de Thalía a recoger una pulsera del fango con los dientes y, para colmo, la acusó de ladrona, una humillación que desencadenó la quema de su choza y la muerte de sus abuelos.
Fue un acto de villanía que marcó a toda una generación de televidentes.
"He sido muy feliz con mis villanos", reconoce la actriz en entrevista con El Universal. "En algún momento dije: 'ya, me gustaría hacer algo distinto'. No porque reniegue, sino para retarme y probarme".
Ese "algo distinto" lo encontró en el teatro musical, género al que se acercó desde niña por su formación en canto y danza.
Ahí, lejos de la malicia de sus antagonistas, Andere se ha revelado como una intérprete integral: ha cantado en vivo, bailado y conmovido con personajes que nada tienen que ver con las miradas gélidas de la TV.
En La tiendita de los horrores, por ejemplo, da vida a Audrey, una mujer frágil y entrañable que le permite mostrar una vulnerabilidad inesperada.
"Hay niños que me preguntan si estoy bien. Eso nunca me había pasado; en televisión era yo la que hacía sufrir", comenta.
Este montaje se suma a una trayectoria en el género, en la que ha interpretado títulos como Cabaret, Víctor Victoria y Mamma Mia!.
La tiendita... arrancó temporada en el Teatro Hidalgo en septiembre de 2024 y, aunque estaba programada para concluir el 17 de agosto de este año, su éxito llevó a extender las funciones hasta el 26 de octubre.
— ¿Por qué hacer de la actuación tu vida?
— Fue una cosa de ADN; nunca tuve dudas. Desde los cuatro años respondía lo mismo: actriz, cantante y bailarina. Me lo preguntaban al año siguiente y al siguiente, y yo decía lo mismo. Ahora lo veo en mis hijos: un día quieren ser una cosa y otro día otra, pero yo jamás dudé. Creo que venía muy arraigado porque mis padres, aunque no eran figuras públicas, estaban en el mundo del teatro y el cine.
— ¿Y cómo ha sido el camino?
— Con momentos complicados, claro, pero la pasión ha sido más fuerte. He sido muy afortunada: estuve en el lugar correcto, con las personas correctas, y a eso le sumo disciplina, puntualidad y respeto a mis compañeros. Cuando la gente aplaude, te busca y te quiere ver más, eso es un regalo. No es solo suerte ni talento, es un combo. Y también la mano de mi Virgencita.
— ¿Qué característica tuya crees que influyó para que te eligieran como villana?
— Mi primer casting lo hice a escondidas con Julissa, y ella me puso de antagonista en Dulce desafío. Yo tenía 17 años. Creo que mi altura, esta cara como de tosca, narizona, con mirada fuerte… tuvo que ver. Pero lo agradezco porque me dio personajes que me han hecho muy feliz.
— ¿Llevas ese carácter de villana a tu vida cotidiana?
— No (ríe). Soy estricta con mis hijos o con mis perros, sí, pero muy alejada de mis villanas. La gente me dice: "Si no te hubiera conocido, me hubieras caído fatal toda la vida". Y lo tomo como un halago: quiere decir que hice bien mi trabajo.
— ¿Crees que las villanas actuales tienen el mismo peso que las de tu generación?
— Creo que no. Antes todos veíamos los mismos dos o tres canales y las novelas eran tema de conversación en la cena. Hoy hay redes, plataformas, opciones infinitas. Es difícil que un personaje tenga ese mismo impacto colectivo.
— ¿Han cambiado los estereotipos del héroe y el villano?
— Muchísimo. Antes la buena era ingenua, hasta tonta, y la mala era muy clara, casi caricaturesca. Hoy ya no es así: la buena es más viva, incluso con toquecitos de canija, y los villanos tienen motivaciones más humanas. Nadie en la vida real es tan malo ni tan bueno.
— ¿Ha sido difícil transicionar de villana a otros papeles?
— El reto sí es enorme, pero ha sido muy rico. En La tiendita de los horrores hago a Audrey, frágil y entrañable, lo opuesto a mis villanas. Y encima canto, que es donde me formé.
— ¿Por qué nunca peleaste por un protagónico?
— Porque para mí un antagonista es un protagónico. No necesitas tener el primer crédito. Un villano bien escrito es igual de importante y hasta divertido.