Lo que yo veo
Soy una optimista sin remedio y sin deseo alguno de redimirme. Pero eso no me impide ver que estamos en un bache. No sólo México, como le escuché una vez decir a la internacionalista Rossana Fuentes Berain, estamos en un bache como humanidad.
Aquí el crimen organizado (incluido el institucional). Allá la ultraderecha, vestida de populismo, echando por tierra derechos y renovando privilegios del siglo XVIII.
Aquí las cifras de feminicidios que disminuyen porque las disfrazan de homicidios a secas, lo que oculta las particularidades que tienen muchos asesinatos de mujeres, a partir de lo que se considera que debe ser y hacer una mujer.
Allá el racismo y el clasismo disfrazado de política migratoria. Allá la xenofobia. Más allá el genocidio disfrazado de guerra contra el terrorismo.
Aquí las miles, ¿decenas de miles?, de mujeres y hombres, niñas y niños a quienes eufemísticamente hemos llamado “personas desaparecidas” como si se evaporaran por arte de magia. Aquí y allá la normalización, la legitimación, la justificación. Aquí y allá injusticias, omisiones, indolencias.
Lo veo, me enoja, me duele. A menudo profundamente.
Pero también veo la rebeldía, el inconformismo, la osadía de pensar y hacer lo “imposible” para gritarles que van desnudos a los emperadores y emperatrices, para subirles el costo de sus acciones u omisiones, para hacer evidente su ilógica lógica o sus complicidades. Y también para, como dijo la feminista Angela Davis, cambiar eso que no podemos aceptar.
Veo a jóvenes con una clara conciencia de lo que no quieren en su presente. Veo, también, a quienes les pesa el hartazgo de no atisbar un mejor futuro por mucho que se esfuercen en el presente.
Veo a madres buscadoras y a muchos padres buscadores incrementar los esfuerzos, las alianzas solidarias, y que con sus acciones evidencian la increíble incapacidad del gobierno para realizar uno de sus principales trabajos: proteger a la ciudadanía y, en sucaso, hacer justicia.
Veo a las mujeres activistas resistir. Trabajan por defender los derechos que nos han escatimado o de los que nos han excluido sólo por nacer mujeres. Trabajan para decirle a los representantes del Siglo XVIII que las mujeres ya estamos en el siglo XXI.
Veo a muchos hombres solidarios y conscientes de que la desigualdad entre mujeres y hombres, social y culturalmente construida a lo largo de la historia, es profundamente injusta, y que sólo con igualdad se puede construir paz.
Sí, aquí y allá veo los discursos que justifican, ignoran, omiten, niegan, reniegan, ocultan, disfrazan, adornan, minimizan.
También veo el ruido, el enojo, la sinrazón o la razón que a golpe de injusticias y hartazgo pierde rumbo y, como el militar de la antigua Roma Publio Flavio, grita que: si quieres paz prepárate para la guerra.
Pero también veo, aquí y allá, la rabia digna, la que puede pintar monumentos y construye con argumentos; la que ofrece alternativas, propone cambios legislativos con puntos y comas; la que sabe dónde está la llaga y ofrece no sólo la gasa, sino su trabajo y empeño para sanarla.
En fin, veo, una marcha tras otra, aquí y allá, la urgencia de salir del bache, de cambiar el rumbo, de construir un pedazo de mundo a la altura de nuestros mejores sueños. Y eso, documenta mi optimismo.
Correo-e: cecilavalle@gmail.com