¿Tiene México alguna oportunidad en medio del intenso juego geopolítico de las grandes potencias? ¿Puede convertirse en nodo de una nueva globalización? En una primera mirada, pareciera que no tenemos más que hacer que alinearnos con EUA, nuestro principal socio comercial con el que compartimos la frontera más dinámica y productiva del mundo. Pero en una segunda mirada aparecen horizontes que vemos menos. México está entrando en una etapa definitoria de su rol en el mundo. Entre 2025 y 2026 nuestro país se coloca frente al compromiso de revisar y/o relanzar su relación con EUA, la UE, Sudamérica, la India y China. Una oportunidad que se proyecta hacia los cuatro puntos cardinales y con los países y regiones que marcan la pauta en la economía global. México, con sus 130 millones de habitantes, sus casi 2 millones de km2, su acceso a los dos principales océanos y con un pie en el Norte global y otro en el Sur global, está en el centro.
Se acercan las primeras consultas para la revisión del T-MEC, prevista para 2026, es decir, cuando se cumplan los primeros seis años del acuerdo según la cláusula ex profeso. Se espera una negociación difícil con todo y que fue el propio Donald Trump quien impulsó la firma del tratado en su primera administración. Uno de los reclamos principales de EUA es la falta de uso y cumplimiento del T-MEC por parte de sus otros dos socios, principalmente México. Pero, debido a la presión causada por los aranceles, el porcentaje de las exportaciones mexicanas dentro del T-MEC ha aumentado del 50 al 85 % en cuestión de meses. No obstante, hay otros temas que preocupan a la parte estadounidense y que tienen que ver con regulación, apertura, control aduanero, cumplimiento laboral y certidumbre para la inversión. Además, Trump siempre pone sobre la mesa de negociación la seguridad y la migración junto con el comercio, lo cual complicará la revisión.
Si las tres partes logran relanzar exitosamente el tratado y aprovecharlo al máximo, América del Norte podría consolidarse como la región más competitiva, estable y económicamente segura del mundo. Y para que los tres países obtengan beneficios proporcionados, deberá establecerse claramente la vocación productiva y las cadenas de valor que materialicen dicha vocación. EUA no podrá producir internamente todos los bienes y las tecnologías a las que aspira, por una sencilla cuestión de costos. Tendrá que permitir la participación de México y Canadá en sus procesos y cadenas. Por su parte, México tendrá que dejar de comportarse sólo de manera reactiva para transitar hacia una forma de actuar propositiva que tome la iniciativa en varios de los aspectos que componen la agenda binacional. Una negociación exitosa daría a EUA ventajas sustantivas frente a China, y a México una plataforma sólida de crecimiento y desarrollo.
Con todo, Norteamérica no es la única apuesta de México. Bajo esta perspectiva hay que leer las relaciones que nuestro país construye con otros actores internacionales y que encaran también procesos de revisión en el bienio mencionado. El más importante de ellos es la modernización del Acuerdo Global con la UE, vigente desde hace 25 años, y que está a un paso de su aprobación. El relanzamiento del acuerdo aumentará el intercambio comercial y reforzará la coordinación política y la cooperación entre ambas partes. Para nuestro país supone la posibilidad de mayor acceso a un mercado de 450 millones de personas distribuidas en 27 países, y crecer el potencial de atracción de inversiones europeas en un marco de sostenibilidad, seguridad, derechos humanos e igualdad de género. A cambio, México eliminará los aranceles restantes a las importaciones europeas, principalmente las que conciernen al sector agroalimentario.
Pero México mira también a Sudamérica, principalmente a Brasil, pilar del Mercosur. Este bloque económico regional está a punto de cerrar su propio acuerdo comercial con la Unión Europea. Las dos potencias latinoamericanas caminan hacia un mayor grado de cooperación bilateral con la firma reciente de acuerdos de colaboración, intercambio e inversión en materia de comercio, agricultura, energía y salud. El objetivo es crecer en competitividad, innovación y desarrollo regional a la par de reducir su dependencia respecto a grandes mercados, como EUA en el caso de México, y China en el caso de Brasil. El gigante sudamericano también forma parte del foro de los BRICS, el grupo contrahegemónico que desafía el liderazgo occidental y que impulsa un orden mundial multipolar.
En los BRICS también está la India, país con el que México ha iniciado un acercamiento con miras a generar inversiones conjuntas en sectores clave para nuestro país: farmacéutica, manufactura, electromovilidad, tecnología y energías renovables. La idea es diversificar las fuentes de inversión, acceder a tecnología y conocimiento y reducir la dependencia de insumos importados, además de construir un canal de acceso a un mercado de 1,400 millones de personas. México ofrece a cambio una puerta de entrada a América del Norte y a Latinoamérica para las inversiones y capacidades indias.
La India forma parte de la región de mayor impulso económico del mundo: Indo-Pacífico. Ahí mismo está China, la economía más grande del orbe a valores de paridad de poder adquisitivo y líder de los BRICS. México no tiene tratado con el gigante asiático, pero el intercambio comercial entre ambos ha ido en aumento. El acceso a abundantes bienes intermedios y terminados a precios competitivos desde China le ha significado a México un incremento de la presión de EUA así como un impacto en su propia planta productiva. En reacción, el gobierno mexicano ha comenzado a aplicar aranceles a las importaciones chinas con el fin de sustituirlas por bienes fabricados internamente, tal y como propone el Plan México.
Pero más que distanciarse de China, como algunos sugieren, lo que nuestro país debe hacer es clarificar su relación con ella, meterla en cauces bien definidos y transparentes para aumentar la confianza de empresarios, inversionistas y socios comerciales, lo que incluye a los firmantes del Acuerdo Integral Transpacífico, un acuerdo que complementa al T-MEC y multiplica el potencial exportador de bienes y receptor de inversiones de México.
Nuestro país navega en estos momentos un complejo juego de equilibrios geopolíticos y geoeconómicos. Pero tiene una enorme oportunidad en frente: convertirse en uno de los nodos de la nueva globalización. Cada movimiento implica compensaciones: diversificar mercados sin descuidar la relación con EUA, abrirse al comercio global sin dejar vulnerable la industria nacional, y cumplir compromisos laborales y ambientales sin perder competitividad. México se encuentra en medio de varios y fuertes vientos, obligado a balancear sus intereses internos con sus múltiples alianzas externas. Creo que a más tardar en un año tendremos claro qué tan bien lo estamos haciendo.
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