El arte es apasionante, de la misma manera que el robo de arte también lo es. El domingo 19 de octubre en Louvre se transcribieron las páginas de Arsène Lupin, el famoso ladrón francés creado por Maurice Leblanc. El escritor concibió una saga sobre el hombre de las mil máscaras, elegante caballero y encantador ladrón francés. Ingenioso y brillante, teje las mejores estratagemas para lograr su cometido. Su estilo no es la violencia, sino la inteligencia. Limpio y además con un toque de humor: "la astucia triunfa donde la fuerza fracasa".
El domingo pasado, admiradores de Lupin irrumpieron en el Louvre, el museo más famoso del mundo. Minutos antes de su apertura al público, como a las 9 30, se dieron el tiempo de llegar en una camioneta con montacargas lo suficientemente largo para ingresar a la sala donde se encuentran las valiosas joyas del emperador Napoleón y Eugenia. Diamantes y piedras preciosas. Se llevaron ocho joyas y hasta se les cayó una en la rápida huida. Según el testimonio de la ministra de cultura, Rachida Dati, en tan sólo cuatro minutos se concretó el escandaloso golpe. Siete, según otras fuentes. Rompieron las vitrinas con pulidores y escaparon a toda velocidad en motocicletas. Unos profesionales, afirmó la funcionaria. Literalmente reprodujeron las escenas de la hilarante película francesa "Gtmax", donde una pandilla de ladrones y motociclistas profesionales huyen a toda velocidad por las calles parisinas. Los robos en importantes museos son célebres y también forman parte alternativa de la historia del arte. En el mismo Louvre, pero en agosto de 1911, sucedió el extraordinario robo de La Mona Lisa, la celebérrima pintura de Leonardo Da Vinci. Hasta entonces, la pintura no era tan popular como en nuestros tiempos, hasta que el robo la catapultó a la cumbre de la fama mundial. La número uno. Un exempleado del museo, Vincenzo Peruggia, llegó al palacio con la indumentaria de los trabajadores y tranquilamente descolgó la obra. Durante dos años la disfrutó de manera privada, ¿se imaginan, tener en casa un Da Vinci? Anteriormente se habían robado varias piezas del museo y los principales sospechosos fueron el poeta Guillaume Apollinaire y el grandísimo pintor, Pablo Picasso, pero en esta ocasión ellos no fueron. Bajo la nostalgia nacional, Peruggia sintió que por fin devolvió la pintura a su lugar de origen en Italia. El ladrón intentó venderla y fue aprehendido en 1913. La pintura recuperada se exhibió en Florencia, Roma y Milán. En la actualidad, la Gioconda ocupa un enorme lugar en la identidad francesa al igual que la Torre Eiffel. Miles y miles de souvenirs basados en esa pintura se venden todos los días. Manteles, camisas, posters, monedas, estampas, gorras, postales, abresodas, calendarios, etc. Sin embargo, resulta desalentador apreciar ese cuadro entre la multitud. A unos metros de ahí, sin aglomeraciones, un solitario San Juan Bautista de Da Vinci podemos apreciar sin prisas, selfies, ni empujones.
En cierta forma hay un dejo de ironía en el robo del domingo, dado que en el Louvre, como en otros grandes museos europeos, se exhiben piezas saqueadas a lo largo de la historia. Ahí están los monolitos egipcios y griegos. Más todavía, pesadas columnas y obeliscos reafirman en las calles el saqueo histórico. Para redimir dichas acciones se habla de "conservación del arte". Mientras tanto, Lupin camina sonriente por las calles de París.