Hace más de catorce años -mientras cursaba mi primer Posgrado- tuve suerte de acceder a la Biblioteca Mariano Cuevas de la Compañía de Jesús: Fondo documental perteneciente a esta gran Orden religiosa civilizadora a la que tocó no solo ser la evangelizadora en lo que ahora es el norte de México y sur de los Estados Unidos sino también la vanguardia espiritual e intelectual de la Iglesia en su momento y autora de la Primer Ilustración Mexicana.
Dentro de su riqueza enorme compuesta por manuscritos, libros, documentos originales y copias certificadas del gran jesuita e historiador académico del que recibiera el nombre se encontraba también el Archivo Secreto de los Jesuitas. Dado el morbo que suscita esta palabra a cualquiera (sea o no investigador) pedí permiso para acceder, siéndome autorizado para sorpresa mía.
Nada sórdido ni oculto había respecto a la Compañía en tanto si había documentos y correspondencia relacionada con el gran enemigo en vida que tuvo la Orden desde el seno de la Iglesia misma: el criminal Marcial Maciel.
Dentro de lo encontrado se sabe que Maciel había sido rechazado de ingresar a la Orden debido a sus trastornos mentales, como este se vengó creando su propia caricatura de los Jesuitas al fundar a los Legionarios de Cristo, y como empoderados por su cercanía con el Vaticano, concretamente con el Nuncio Angelo Sodano, amenazaban destruir la Compañía de Jesús, reservándose los jesuitas toda prueba documental contra este monstruo salvo que la Orden estuviera en peligro de desaparecer, pero con una certeza final: que Dios no permitiría que Maciel y sus cómplices quedaran impunes para siempre.
El vaticinio ocurrió finalmente una vez que Juan Pablo II falleciera y tras el ascenso de Benedicto XVI quien sin temor al escándalo expuso y degradó públicamente al fundador de la Legión y sus cómplices, sin que Sodano-cuyo hermano realizó grandes negocios construyendo todas las instituciones y universidades de Maciel en México-interfiriera negando o desestimando como "calumnias" los crímenes ante el Papa en turno.
Este año la cadena Netflix estrenó un documental más amarillista que informativo titulado Maciel. El lobo de Dios, donde en vez de hacer recuento de fuentes documentales serias como las referidas o citar documentos del Archivo Vaticano como aquel en que el heroico Papa Pio XII estuvo a punto de disolver a los Legionarios antes de morir, recurren a lo que ya se ha dicho o a personas ignorantes en materia histórico-religiosa-como Carmen Aristegui- sin aportar algo a lo que todos ya sabemos sobre este sociópata.
Sin embargo, dada la tendencia ideológica de dicha televisora uno no puede menos que pensar lo peor. Recordemos que lejos de oponerse a la pedofilia o al abuso de menores, Netflix promovía la misma desde el lanzamiento de series y películas como Cuties y Call me by your name, sin omitir los muy oscuros lazos que vinculan a esta compañía con otros depredadores sexuales como Harvey Weinstein y Jeffrey Epstein, cuyos escándalos y red de prostitución infantil llegó a tocar hasta al Príncipe Andrés de Inglaterra, lo mismo que con personajes sórdidos y corruptos como los Clinton, vinculados con dicha compañía no solo ideológicamente-a través del marxismo cultural y su cultura "woke"-sino también de manera comercial y hasta por parentesco.
Por el contrario, el lanzamiento de esta serie que no aporta nada nuevo más pareciera un esfuerzo confeccionado como traje a la medida, no para denunciar un acto criminal y abominable que por su naturaleza misma merece todo el peso de la Ley así como Justicia para sus víctimas, sino más como una muy oportuna cortina de humo para difuminar la atención sobre los juicios que en este momento se siguen llevando contra el líder de la secta mexicana masónica-gobiernista de corte protestantoide "La luz del mundo", cuyos delitos iguales a los de los de Maciel, datan desde su fundador Eusebio Joaquín González, abuelo de Naason Joaquin García: quien dispone de influencia, miembros y pastores en el Senado, el Congreso y la actual administración federal; misma que le rindió hasta homenaje en el Palacio de Bellas Artes el sexenio pasado.