Si algo había perdido credibilidad desde hace treinta años o más lo había sido el Premio Nobel.
Instaurado por Alfred Nobel a manera de Memorial por todas las víctimas que la nitroglicerina pudiera haber causado al usarse para fines bélicos, como una mezcla de expiación y mea culpa bastante singular, el inventor sueco constituyó el mismo a partir de un Fondo permanente cuya designación quedaría nada menos que en manos de un Comité formado por la Real Academia Sueca en tanto la entrega formal del mismo correspondería nada menos que al Rey de Suecia-como Jefe de Estado del Reino y Titular del Real Patronazgo de dicha Institución pública-con el cual la Dinastía de los Bernardotte estarían brindando un reconocimiento a lo mejor que ha dado la Humanidad, año tras año, en lo que respecta al ámbito de las Ciencias, la Literatura y la Paz.
Sin embargo, durante las últimas décadas la vocación original de dicho reconocimiento terminaría siendo secuestrada desde la Academia, encargada de velar por la preservación de la esencia del mismo, desde el momento en que su nominación, designación y entrega terminó siendo banalizada, desvirtuándose al ser concedida no por el mérito o la virtud que debería de reconocerse en el individuo destacado en su área correspondiente sino por ideología política.
Así pues, lo mismo se entregó el Nobel de Literatura a un cantautor pop como Bob Dylan-quien no obstante su sorpresa y hasta enfado inicial no dudo en aceptar sus 11 millones de Coronas Suecas (1.17 millones de dólares)-que a un genocida como el ex presidente Barack Obama, al que se le concedió el Nobel de la Paz tan solo por el color de su piel, justo una semana antes de bombardear con misiles Irak, Afganistán y Siria.
No obstante lo anterior, tal parece que la situación prevalente de descrédito constante en el que se había estancado esta presea parece volver a recuperar su sentido auténticamente humanitario y meritorio al serle concedido el Nobel de la Paz este año nada menos que a María Corina Machado: la legendaria Líder de Oposición venezolana que ha luchado por la Libertad, soportando desde el amago violento, el secuestro-ampliamente documentado por Human Rights Watch en su momento-y hasta el aislamiento de su familia, por manifestarse públicamente desde el 2014 contra la Tiranía socialista que asola a su país como un cáncer desde hace más de 25 años.
De acuerdo con el Comité Noruego del Nobel, el veredicto fue dado de manera prácticamente unánime, señalando que Machado ganó el Premio: "Por su incansable labor en la promoción de los derechos democráticos del pueblo de Venezuela y por su lucha para lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la Democracia…La Democracia es un prerrequisito para una paz duradera. Sin embargo, vivimos en un mundo donde está en retroceso, donde cada vez más regímenes autoritarios desafían las normas y recurren a la violencia".
Como respuesta, la galardonada respondió en agradecimiento a Kristian Berg Harpviken, Presidente del Comité, lo siguiente: "Dios mío... No tengo palabras. Este es el logro de un movimiento, de una sociedad. Ciertamente no merezco un premio así, pero lo recibo con humildad y agradecimiento en nombre del pueblo de Venezuela".
Machado, a sus 58 años de edad, se ha convertido en la principal voz de resistencia contra el régimen de Nicolás Maduro, quien asumió el poder en 2013 tras la muerte de Hugo Chávez.
El Comité destacó su papel durante la elección presidencial de julio de 2024. En dicho proceso electoral, la oposición demostró haber obtenido una victoria avasallante en las urnas-comprobándola a través de la publicación de actas, fotografías y evidencias-aunque, después de un impasse de varios días en que se negó a publicar los resultados, su victoria fue desconocida por el oficialismo que nunca presentó prueba alguna de haber obtenido el triunfo durante aquella jornada.
De aquí que si algo se le debe también a María Corina Machado es devolverle el prestigio al Nobel y el mantener viva la esperanza de Libertad para su Patria.