María Corina
El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa de Venezuela dio a conocer un comunicado, el pasado 14 de octubre, en el que se quejó de la censura gubernamental tras el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado, “una censura que busca borrar de la agenda pública los temas que incomodan al poder”. Que Venezuela es una dictadura es algo bien sabido, pero el gobierno mexicano no se ha enterado. Solo así podemos entender la negativa de la presidenta Claudia Sheinbaum a felicitar a la ganadora en el afán de quedar bien con Nicolás Maduro.
María Corina ha combatido veinte años contra una dictadura feroz. Uno supondría que un gobierno mexicano que se dice democrático y humanista la apoyaría, pero al parecer la lucha de Machado incomoda a la presidenta.
El comité noruego del Nobel se refirió a la venezolana como “una valiente y comprometida defensora de la paz: una mujer que mantiene viva la llama de la democracia en medio de una creciente oscuridad. Como la líder del movimiento por la democracia en Venezuela, María Corina Machado es uno de los más extraordinarios ejemplos de valentía ciudadana en Latinoamérica en los tiempos recientes”.
El rechazo de Sheinbaum a felicitarla muestra cómo la 4T se acerca cada vez más a los regímenes autoritarios de Cuba, Venezuela y Nicaragua. México sigue enviando petróleo a Cuba, a pesar de los problemas económicos de nuestro país, y no informa si el gobierno cubano está pagando por esos envíos. Cuando Nicolás Maduro fue declarado vencedor de las elecciones del 28 de julio de 2024, que la mayoría de los observadores internacionales consideraron fraudulentas, López Obrador dijo que no lo felicitaría sino hasta que las autoridades dieran a conocer las actas electorales. Las actas nunca se presentaron, pero aun así la presidenta Sheinbaum nombró a su embajador Leopoldo de Gyves, un izquierdista de hueso colorado, como representante de México en la toma de posesión del 10 de enero de 2025, con lo que ofreció un reconocimiento formal a Maduro.
En su mañanera del 13 de octubre, la presidenta recurrió a evasivas ante las preguntas de los reporteros sobre el Premio Nobel de Machado. Primero dijo: “Nosotros siempre hemos hablado de la soberanía y autodeterminación de los pueblos. No solamente por convicción, sino porque así lo establece la Constitución. Y me quedaría hasta ahí el comentario”. Cuando le insistieron, respondió: “Sin comentarios”.
Pero ella misma no respeta la soberanía y autodeterminación de otros pueblos. En esa mañanera descalificó la destitución del expresidente Pedro Castillo —quien trató de realizar un golpe de Estado— por el Congreso del Perú, sin importar que el proceso se llevó a cabo con estricto apego a las leyes peruanas.
Maduro es un dictador que se negó a reconocer su derrota en las elecciones de 2024 y que ha reprimido duramente a su pueblo. Si bien Venezuela llegó a ser una de las naciones más ricas de América Latina, hoy es una de las más pobres. Un total de 7.9 millones de personas han abandonado el país, de una población de 28 millones. La dictadura de Maduro ha sido más sangrienta que la de Augusto Pinochet, quien dejó 3 mil 065 muertos en su golpe y gobierno. Maduro acumuló más de 10 mil entre 2013 y 2023, y muchos se han sumado ahora con la violenta represión de las manifestaciones de 2024. Es triste que la presidenta Sheinbaum no se haya dado cuenta.