
Menos democráticos
La presidenta Claudia Sheinbaum ha afirmado que con las elecciones del poder judicial, México se ha convertido en “el país más democrático sobre la faz de la Tierra”. Lejos de eso, nuestro país pierde cada vez más terreno en las comparaciones internacionales. Hemos dejado de ser una nación democrática, aunque sea con defectos, para convertirnos en un sistema “híbrido”. Esto es, todavía preservamos algunos elementos democráticos, pero otros son ya típicos de un Estado autoritario.
Según el Índice de Democracia de The Economist Intelligence Unit, México fue un país democrático, con fallas, pero democrático, desde 2006, cuando hizo su primera medición, hasta 2020. Pasamos de ser la “dictadura perfecta”, como la calificó Mario Vargas Llosa en 1990, a una democracia en los noventa, con la creación de un Instituto Federal Electoral independiente en 1993 y la reforma electoral de Ernesto Zedillo de 1996. Pero eso empezó a retroceder al comenzar la llamada Cuarta Transformación.
Los factores de este deterioro fueron las irregularidades electorales, las presiones del gobierno hacia los partidos y candidatos de oposición, y la corrupción. Se añadieron la falta de un Estado de derecho cabal, el poderío del crimen organizado, y el acoso y violencia contra los periodistas. La manipulación de las leyes para otorgar al gobierno mayorías calificadas que los votantes no le dieron en las urnas ha sido un factor adicional. Las elecciones de jueces, magistrados y ministros, lejos de ayudar a fortalecer la democracia, la debilitan ahora al crear un poder judicial supeditado al gobierno.
Un Estado democrático no es simplemente el que tiene elecciones. Cuba organiza votaciones para su Asamblea Nacional cada cinco años y los diputados proceden entonces a designar al presidente de la república. Pero sólo hay una lista de candidatos, los cuales deben ser postulados o aprobados por el Partido Comunista. Venezuela tuvo elecciones en 2024; pero, a pesar de que las actas en manos de la oposición revelan que el triunfo correspondió por amplio margen al candidato opositor Edmundo González Urrutia, las autoridades electorales le dieron la victoria al presidente Nicolás Maduro, sin molestarse nunca en presentar las actas, a pesar de que lo ordena la ley.
En México hay elecciones razonablemente libres, aunque desde 2019 el partido en el poder, Morena, utiliza los programas sociales y a los Servidores de la Nación para controlar el voto de manera indebida. Claudia Sheinbaum fue electa presidenta con el 59 por ciento de los votos, pero la coalición gobernante sólo consiguió el 54 por ciento en el Congreso, a pesar de lo cual el INE y el Tribunal Electoral le dieron una mayoría calificada, de más de dos terceras partes, en la Cámara de Diputados. En el Senado, ni siquiera con la ayuda de las autoridades electorales logró el gobierno la mayoría calificada, pero la consiguió comprando senadores de otros partidos, entre ellos Miguel Ángel Yunes Márquez, del PAN.
Una democracia protege los derechos de las minorías y de la oposición. Tiene contrapesos al ejecutivo, que van desde un poder judicial independiente hasta organismos autónomos de defensa de los derechos humanos y de transparencia. El gobierno de Morena, sin embargo, ha desmantelado todos los contrapesos al poder que se construyeron a partir de los noventa. El resultado es que México no sólo no es el país más democrático sobre la faz de la Tierra, sino que cada vez es más un régimen de partido hegemónico.