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Merecen el ostracismo

ENRIQUE KRAUZE

ÁTICO

El régimen mexicano es una degeneración de la democracia, prevista y sancionada por los griegos.

Según la verdad oficial -es decir, la mentira oficializada- la etimología de la democracia (demos = pueblo, cratos = poder) significa que quien elige la mayoría del pueblo para cualquier puesto tiene el mandato legítimo de hacer lo que le venga en gana. Cada acto, cada ocurrencia, cada desmesura se justifica porque así "lo votó el pueblo". Obviamente, no es así.

Lo que el régimen representa es una combinación de monocracia (el gobierno de uno), kakistocracia (kàkisto = el peor), término inglés del siglo XVII para designar el gobierno de los peores, y oclocracia (de oclos = muchedumbre), concepto acuñado por el historiador griego Polibio en sus Historias (200 a. C.) para describir la extrema degeneración de la democracia provocada por la demagogia (demos = pueblo, ágo = yo conduzco).

Para prevenir esos y otros engendros derivados de la ambición de poder aunada a la manipulación de las masas, la democracia ateniense inventó y puso en práctica tres conceptos jurídicos: Dokimasia, Grafé paranomon y Ostrakismo.1

La Dokimasia imponía un filtro último para impedir que ciudadanos poco calificados, poco afectos a cumplir con las leyes, ocuparan un cargo público. El funcionario que resultaba inculpado corría el riesgo de sufrir penas severas. Incluso durante su mandato, la Asamblea podía destituirlo.

Grafé paranomon era una acción de inconstitucionalidad frente a una ley que contradijese a otra previa. Su interés era doble: otorgar un mecanismo de revisión ante una propuesta dudosa, y derogar una ley ya aprobada pero que afectaba a la ciudadanía. Si era el caso, se retiraba la ley y se castigaba a quien la había propuesto con una altísima multa transmisible a su descendencia.

Mediante el Ostrakismo, Atenas exiliaba de la vida pública por una década a los líderes que consideraba sospechosos de buscar un poder excesivo a partir de sus cargos. El nombre proviene de palabra óstrakon, que era el fragmento de cerámica o arcilla sobre el cual se escribía el nombre de los sujetos al proceso.

Este juicio se llevaba a cabo una vez al año, durante la mitad del invierno. Comprendía dos votaciones sucesivas, una en la colina de Pnyx de la Asamblea de Atenas (Ekklesía), otra en el Ágora, donde los ciudadanos escribían el nombre del acusado en el óstrakon. Si lo decidía la mayoría, la condena era el exilio. El inculpado tenía un margen de diez días para abandonar la ciudad. Durante una década no podía ejercer cargo público o participar en asuntos del Estado, tanto al interior como en el extranjero. La pena por ostracismo no implicaba la requisición de sus bienes o rentas. Cumplida la condena, el sujeto volvía a recuperar sus derechos políticos.

En el 485 a. C. los atenienses impusieron el ostracismo a Jantipo (nada menos que el padre de Pericles) por "tener demasiado poder". Poco después, lo sufrió el heroico Arístides. A pesar de la pena, antes de cumplirse la década, Jantipo y Arístides volvieron a Atenas para enfrentar la invasión persa. Ni siquiera Temístocles, vencedor de los persas, se libró del ostracismo en 470 a. C. por recibir un soborno.

La democracia griega no era infalible. Sócrates, condenado por "pervertir con sus ideas a la juventud", prefirió padecer la injusticia que desacatar las leyes, y bebió la cicuta. Nunca se opuso a la democracia sino a su degeneración demagógica, encarnada en líderes que torcieron el sentido de su enseñanza para buscar el éxito usando al pueblo como instrumento de su ambición.

Los obedientes operadores de la monocracia mexicana merecerían sufrir las tres penas de la democracia griega. Desde hace años debieron ser destituidos de sus funciones por entronizar (con raras excepciones) las peores prácticas: ineptitud, corrupción, nepotismo, despilfarro, irresponsabilidad. Del mismo modo debían haber sufrido multas por haber impuesto, con métodos demagógicos, leyes no solo contrarias al interés público sino destructivas del orden republicano y democrático. Es el caso de la devastadora "reforma" judicial, que ha borrado doscientos años de tradición jurídica y cuya derogación es la única forma de dar un soplo de vida al moribundo Estado de derecho. Pero sobre todas las cosas merecen el ostracismo, no por una década sino de aquí a la eternidad. Con una actitud soberbia, cínica, malsana y cruel, han engañado al pueblo y abusado del poder como nunca antes en nuestra historia.

1 The Athenian democracy in the age of Demosthenes. Structure, principles, and ideology, de Mogens Herman Hansen.

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