¿Qué significan para México las nuevas visiones de seguridad nacional de Estados Unidos y China? Lo primero que debemos apuntar es que la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) es una hoja de ruta para que Estados Unidos pueda defender sus intereses vitales en un nuevo escenario de competencia entre grandes potencias. Para China el Libro Blanco de Seguridad Nacional (LSBN) se trata de una guía para construir una seguridad integral hacia una nueva era en medio de un mundo convulso e inestable debido a la resistencia de la visión exclusivista de Occidente. La diferencia entre ambas concepciones es muy importante para entender lo que implica para un país como México navegar las aguas de una época marcada por la rivalidad entre Washington y Pekín. Veamos primero los posibles impactos negativos.
La ESN augura más tensiones comerciales debido al proteccionismo estadounidense. Aceptémoslo: los aranceles llegaron para quedarse. Incluso en un escenario en el que Trump ya no esté, es posible que otros presidentes, sean demócratas o republicanos, mantengan parte del arsenal geoeconómico de la actual administración. Ya ocurrió con el expresidente Biden. Es muy probable que el gobierno de Estados Unidos siga presionando a México a través de la amenaza de aranceles para que se alinee a sus intereses geopolíticos y securitarios.
Con la ESN, Washington convierte la política anti-inmigrante y la seguridad fronteriza en mantras. La visión incluye, además de ampliar las facultades para las deportaciones, detener la migración desde el Sur Global y obligar a terceros países a contener los flujos migratorios. Además, el colocar al binomio narcotráfico-terrorismo como prioridad de combate le permite a Estados Unidos "justificar" su despliegue militar en el continente americano. Es de prever que los amagos de incursiones aéreas, navales o terrestres contra México y otros países continuarán como medida de presión y factor de incertidumbre.
Quizá uno de los elementos más llamativos de la ESN es la reinterpretación de la Doctrina Monroe. Cuando se instauró hace dos siglos, esta política buscaba disuadir a las potencias imperialistas europeas de intentar la recuperación de sus colonias americanas. Hoy, el "corolario Trump" de la doctrina busca privar a competidores extra hemisféricos (léase China) del acceso a mercados y recursos estratégicos de países del continente. Para nuestro país esto supondrá tener encima la mirada de Washington para evitar la inversión china en áreas estratégicas o que supongan "amenazas" a los intereses nacionales estadounidenses. Por otro lado, prescindir de la proveeduría de insumos y tecnología del gigante asiático es un desafío mayúsculo, incluso para Estados Unidos. Y en cuestión de destino de exportaciones, es altamente improbable que México pueda sustituir el mercado de su vecino del norte con el mercado chino.
El choque de visiones entre la Casa Blanca y los Palacios del Mar (en chino Zhonhnanhai, complejo sede del gobierno chino) pone en aprietos a medio mundo y México no es la excepción. La incertidumbre que provoca una polarización global cada vez más profunda paraliza las inversiones y complica la planeación estratégica de los países y las grandes firmas internacionales. La ralentización del nearshoring se debe en buena parte al enfrentamiento comercial, económico y tecnológico entre las dos potencias. Hasta que no se fijen las nuevas reglas del intercambio global y regional, la inestabilidad seguirá siendo la norma.
Pero no todo son riesgos. También hay oportunidades. Hay quienes creen que el nearshoring está muerto, pero no es así. Se ha ralentizado, como ya dije, pero también se está reconfigurando. Los aranceles al acero y productos derivados vinculados a la industria automotriz, la obsesión de Trump de relocalizar en el territorio estadounidense las fábricas de autos y la necesidad del vecino del norte de sustituir las importaciones electrónicas chinas, han provocado que el nearshoring adquiera un nuevo rostro. Mientras las exportaciones mexicanas dentro del sector automotor se han desplomado en 2025, las relacionadas con la industria de aparatos electrónicos y electrodomésticos han ido en ascenso. Si México logra aprovechar (con talento e infraestructura) la ventana de oportunidad que abre la rivalidad comercial y tecnológica entre las dos superpotencias podría pasar de ser un taller de manufactura avanzada a un nodo de desarrollo de tecnología de consumo.
La prioridad expresa de Estados Unidos de garantizar su acceso a recursos estratégicos en el continente americano puede propiciar la exploración de nuevos esquemas e inversión conjunta en México en sectores como la energía y los minerales críticos. Fortalecer la cadena de suministro en este sentido cumpliría con el objetivo de afianzar la seguridad económica norteamericana y disminuir la dependencia de regiones más lejanas y potencialmente conflictivas.
En el tema de seguridad y Estado de derecho, si bien la amenaza de una intervención en suelo mexicano para combatir a los cárteles es indeseable por el daño que causaría a la soberanía de nuestro país, puede servir de acicate para que el gobierno mexicano fortalezca su estrategia de pacificación y de control estatal de todo el territorio. Incluso, negociar con Washington apoyo táctico y logístico para hacer más eficiente la desarticulación de grupos criminales.
En cuanto a China, su interés y necesidad de estrechar los lazos con América Latina con fines diplomáticos y comerciales plantea un escenario para que México aproveche oportunidades selectivas sin socavar la relación con su principal socio en Norteamérica. El gigante de Asia ofrece posibilidades de inversión productiva, insumos, bienes intermedios y terminados. Nuestro país debe ser lo suficientemente inteligente para decidir en qué sí colaborar con China y en qué no es conveniente, ya sea para la industria nacional como para su sociedad con Estados Unidos. Pero, sobre todo, México tiene que, sí o sí, transparentar y definir su relación con Pekín.
Por último, pero no menos importante, el reacomodo global actual y el duelo entre las dos superpotencias aumenta considerablemente la importancia geoestratégica de México. Lo he dicho en foros, conferencias y otros textos: somos un país muy importante para la estabilidad del mundo. Tenemos amplio acceso a los dos océanos más dinámicos del planeta. Somos el quinto país con más tratados comerciales, el nodo de conexión del mundo latinoamericano y el espacio norteamericano y el punto de encuentro entre Europa Occidental y Asia Pacífico. Tenemos recursos, una tradición industrial de más de medio siglo y una población plural que sigue creciendo, aunque ya estamos llegando a nuestra cima demográfica. El cambio de época que nos toca es desafiante, sí, pero también puede ser positivamente estimulante.